Número 104 (noviembre de 2020)

Modos comunicativos y filosofía de la acción política: de Eduard Gans a David Graeber

Víctor Cavaller

La comunicación se define en su relación entre el pensar y el ser. En general, se pueden distinguir tres modos comunicativos que contemplamos en la acción política asociados a tres formas de posicionar la comunicación en esta relación y que responden a lo que se conoce como pensamiento conservador, progresista o pragmático. Este artículo está dedicado a la descripción del origen de esta relación entre comunicación y acción política.

Modo teórico

La secuencia SER-PENSAR-COMUNICAR expresa el proceso de comunicar lo pensado sobre lo que ha sido o ha sucedido. Una comunicación a posteriori es una aproximación teórica a la realidad. En la historia de la filosofía política, Hegel (1770-1831) representa eminentemente el uso de la comunicación en una aproximación teórica. Simbólicamente, Hegel contemplaba la filosofía como la figura del búho de Minerva, que despierta cuando el día ya ha pasado.

 

El impacto del pensamiento filosófico de Hegel cabe entenderlo por su vinculación al significado político de la Revolución francesa de 1789. Hegel, que definía la libertad como el conocimiento de lo que es necesario, vio en la expansión de Napoleón en Europa un hito en la realización de la libertad en la historia de la humanidad.

 

Por ese motivo, el concepto de avance imparable de la razón como motor de la historia marca el leitmotiv de su obra más conocida, Fenomenología del espíritu (1807), y es todavía hoy en día la expresión de nuestra visión teórica del mundo actual.

 

La filosofía del Estado de Hegel constituye un referente ineludible para el fundamento de las democracias occidentales en general y de Europa en particular. No existe un solo filósofo político, que no tenga que enfrentarse, tarde o temprano, con el modelo hegeliano de Estado.

 

El Estado constitucional de ciudadanos libres, como máquina burocrática de ordenación racional y funcional de recursos dirigido por una élite autoconsciente –a pesar de lo que diga la corrección política–, recuerda bastante al modelo político actual de Alemania y apunta a una idea de Europa como culminación de la Ilustración, pasada por el filtro de los ideales de la Revolución francesa.

 

El modelo de Estado hegeliano se demuestra un perfecto aliado para una democracia de mínimos como garante de bienestar social, pero atención: siempre y cuando sea considerado como una decisión libre de la nación que lo sustenta. El Estado hegeliano puede convertirse en el perfecto enemigo cuando se confunde con elementos supremacistas o ideológicos, se implementa por la fuerza en otros países sin la aceptación de sus conciudadanos o se exporta a países donde la cultura provinciana de lo público está asociada a comportamientos corruptos o basados en el lenguaje del engaño o en tendencias tiránicas.

 

Lo que lleva a la conclusión de que su extensión a otros países y su buena aplicación dependen de pensar al modo racional, germánico. Pensar de forma racional está vinculado con la ética protestante, según la cual la comunicación es transparente. Exige primeramente no engañarse a sí mismo. Aquellos países en que la ciudadanía no se siente identificada con la idea del Estado como garante de la libertad y de un compromiso por el bienestar social están condenados al fracaso si tratan de imponer en falso un estatismo al modo hegeliano. Veremos a continuación cómo el hegelianismo derivó a un modo práctico de la comunicación.

 

Modo práctico

La secuencia que expresa el modo comunicativo práctico se describe como PENSAR-COMUNICAR-SER. En este modo, el ser deja de ser el punto de partida para convertirse en el objetivo. El pensamiento a través de la acción social comunicativa emprende una revolución para cambiar la realidad.

 

En la transición del modo teórico al modo práctico de contemplar la comunicación en la historia de la filosofía política, cabe mencionar la figura del filósofo Eduard Gans (1797-1830). Gans es a menudo reivindicado por sus aportaciones a la filosofía del derecho que contribuyeron a dar continuidad a la idea de Europa, como expresión del avance del espíritu germánico, así como a mantener vivo el fuego sagrado de la filosofía que había de iluminar el nuevo mundo.

 

Ocurrió que en los últimos años de vida de Hegel, Gans se había convertido en su alumno más aventajado. Ya daba clase en la Universidad de Berlín, de la que Hegel era rector, y tenía más seguidores que el mismo maestro, especialmente entre los jóvenes.

 

El éxito de las lecciones de Gans, paradoxalmente, provenía de que invitaban a revolucionarse contra el Estado prusiano conservador que Hegel defendía. Hegel pensaba que el Estado prusiano, a pesar de sus limitaciones, era de alguna manera portador de las ideas liberadoras de la Revolución francesa, que se habían salvado del giro absolutista posrevolucionario.

 

Es conocida una anécdota de este período. Cuando las clases de Gans fueron prohibidas, este se permitió el lujo de aconsejar a sus estudiantes –en un acto de gran presunción –seguir las clases del viejo maestro Hegel en sustitución de las suyas, como la mejor de las opciones.

 

Eduard Gans era especialmente un defensor del republicanismo americano, contemplado como la realización de los ideales ilustrados, frente a la monarquía constitucional prusiana. Gans veía en América también el ejemplo universalista de posibilidad de integración de todas las identidades culturales, especialmente de la religión judía, que era la que él practicaba.

 

Gans, a pesar de no ser un revolucionario, era la voz de lo que sucedía mientras tanto en el mundo, la idea de progreso y la Revolución Industrial, y, a su vez, anunciaba el futuro que estaba llegando: el manifiesto comunista (1848) y la teoría del capital (1867) de Karl Marx.

 

La célebre tesis 11 sobre Feuerbach de Karl Marx (1845) explicitó el modo práctico de la comunicación y la potencia revolucionaria del pensamiento: «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo».

 

Modo pragmático

La sucesión de descalabros de las revoluciones (sea francesa, comunista, Primavera Árabe, 15-M, hasta la llamada revolta catalana dels somriures) –que se han basado en un modo práctico de la comunicación– parece indicar que algo no se ha entendido sobre la conexión de la comunicación con la organización política de las sociedades.

 

Se deduce que ni el modo práctico y mucho menos el teórico de la comunicación son viables como fórmula de éxito de la acción política para el cambio social, lo que ha llevado a la definición de un modo comunicativo más sofisticado, que, a diferencia de los anteriores, parte de la comunicación como motor de cambio. Se demuestra que comunicar no puede ser un resultado final muerto de una realidad ya pasada, ni un medio para guiar la opinión de las personas según un interés estratégico, pretendiendo que el pensamiento es patrimonio de unos cuantos y los individuos, una tropa que sigue obedientemente a los líderes.

 

En el ecosistema humano, la democracia es el sistema que confiere a los individuos igual capacidad crítica de pensar y decidir, de manera que la comunicación como práctica dialógica tiene un carácter fundamental. Los representantes políticos en este contexto tienen que abandonar su ego primitivo –en numerosas ocasiones asociado a comportamientos de macho alfa–, y entender que han sido escogidos con otros para dar un servicio a la sociedad. De ellos no se pretende nada más, y menos que ocupen su posición para beneficio propio.

 

La democracia no se garantiza por proclamarla. La democracia es una actitud que exige un modo comunicativo activista a la ciudadanía, un modo de ser que busca un ejemplo o una experiencia en una aproximación pragmática a la vida y a la realidad. En un modo comunicativo pragmático, que es el propio de las democracias avanzadas, pensar o, mejor dicho, hacer-pensar, tomar consciencia de la necesidad de la harmonía social es el objetivo que se persigue mediante una acción ejemplar.

 

Cambiar el mundo mediante una acción supone presentar resultados no garantizados por una autoridad, sino por el pensamiento, por una reflexión que se encarga de evaluar a posteriori su validez. COMUNICAR-SER-PENSAR define la secuencia de compartir una hipótesis planteada que se experimenta, se lleva a cabo y se valida según el resultado obtenido. La comunicación empuja la acción a partir de un acuerdo y, a la vez que se realiza, crea un consciencia nueva.

 

En la historia de la filosofía, el vínculo de Hegel con el americanismo ilustrado que representa Eduard Gans nos lleva a la obra y figura de David Graeber, cuya repentina muerte fue anunciada el 2 de setiembre de este 2020.

 

Si Hegel fue el teoricista de la razón y Gans anunciaba a Marx como practicista de la revolución –según se reconoce en su teoría sobre la necesidad de realización del ideal socialista para la transformación del mundo–, Graeber fue un pragmatista reivindicativo de lo humano y de las ideas de autoorganización, asociación voluntaria, ayuda mutua, mediante el activismo y la acción directa; por eso, no fue un simple analista meticuloso del practicismo de los Estados y de las grandes corporaciones, por el ánimo de serlo, sino por convertirse en un ejemplo en vida de resistencia.

 

Para entender el pensamiento de Graeber hay que situarse en su aproximación etnográfica, antropológica e histórica que desenmascara la astucia de la razón, las trampas y el ejercicio del poder a través de la violencia estructural y de la desigualdad que ejercen los Estados, los no ilustrados pero especialmente los ilustrados. La acción política cotidiana mediante el ejemplo en sociedad es la única réplica que queda a la ciudadanía de a pie ante la política de hechos consumados de los Estados y las grandes corporaciones. La pragmática de las realidades multinacionales y supraestatales ha convertido a los Estados en administraciones mecánicas de suministro de servicios públicos, de manera que los intereses verdaderos de aquellas están a salvo de cualquier gobierno que resulte de unas elecciones.

 

Dos días más tarde de la muerte de David Graeber, el día 4 de setiembre, se anunció la fusión de Bankia y CaixaBank. El día 6 de setiembre Vicenç Partal nos recordaba, en su editorial, las palabras de aquel visionario Pasqual Maragall que en un artículo del 27 de febrero de 2001 en el diario El País con el título «Madrid se va» definía España como un conjunto de puntos a distancias diversas de Madrid.

 

Poco importa la comunicación teórica a posteriori que lamenta lo que ha pasado, ni la comunicación mediadora como altavoz que invita a la práctica de pretendidas revoluciones, la pragmática del modo comunicativo de una sociedad autoorganizada es la única esperanza de una Europa-humana ante las corporaciones o los Estados-máquina que pretenden reducir la libertad a la esfera puramente privada de los individuos, monitorizando, eso sí, sus hábitos de consumo, movimientos y opiniones.

 

Cita recomendada

CAVALLER, Victor. Modos comunicativos y filosofía de la acción política: de Eduard Gans a David Graeber. COMeIN [en línea], noviembre 2020, no. 104. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n104.2079

comunicación política;  gestión del conocimiento;  investigación; 
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