Número 100 (junio de 2020)

El talento y sus depredadores

Víctor Cavaller

Las formas de depredación, persecución o perversión de la actividad intelectual, científica o creativa en general continúan siendo ejercidas desde posiciones de dominio o mediadoras, pero son cada vez más sofisticadas y van más allá de la coacción o la simple acción de robar o de apropiarse de ideas u obras mediante la sustitución, modificación o eliminación de los verdaderos autores.

Los que asistimos como testigos de los efectos que ha tenido la COVID-19, nos quedaremos con la triste impresión de que el aislamiento es la pena que reciben las víctimas de agentes parasitarios, pero también con la amarga sospecha de que aquellos a los que actualmente enfoca la cámara de la historia, como mando de la crisis, seguramente no son los últimos responsables de ella pero sí títeres de aquellos que sostienen posiciones de poder extractivas, también parasitarias, de recursos públicos que hubieran ayudado a evitar el desastre.

 

Y así, de modo similar, el mundo lo habitan, por un lado, los que hacen y crean valor en silencio y, por el otro, los que tan solo lo pretenden, eso sí, con los grandes altavoces mediáticos de los que se esconden y realmente se aprovechan. Y en medio –o mejor dicho, aparte– estamos el resto de los mortales trabajadores, sin oficio ni beneficio, víctimas indirectas del desastre.

 

En este envilecimiento también se debate actualmente, y se ha debatido tradicionalmente, el talento ante sus depredadores, o la ciencia y el arte frente a la economía y la política.

 

Un creador, como un investigador, es un artesano que llega con esfuerzo a materializar una nueva realidad, mientras un mercader solo le adjudica a esta un precio de mercado en tanto que tiene un valor.

 

En la era de las fake news y especialmente en los países del sur de Europa se nos hace difícil explicar qué hace exactamente un político –y estamos tentados de pensar que más nos valdría un buen gestor eficiente y transparente que alguien selected-elected vociferando mentiras–, pero, en cualquier caso, sí que tenemos una intuición bastante clara de cómo un político trata de aprovechar su talento y el de los demás.

 

El problema, pues, podríamos decir, parece que llega cuando los espacios del talento, el arte o la ciencia son invadidos por mercaderes o políticos que quieren sacar provecho.

 

La historia está llena. En septiembre del 2008 la revista History Today desvelaba en un artículo titulado “Who Invented the Telescope?” como la invención del telescopio fue a cargo de un modesto óptico catalán, Joan Roget, que murió sin pena ni gloria, y cómo su invento fue adquirido en una subasta en Barcelona en 1608. De allí, el aparato viajó a Holanda donde fue objeto de una cadena de apropiaciones sucesivas por parte de Hans Lipperhey, Jacob Metius y Zacharias Janssen que pugnaron por adjudicarse una invención que, de hecho, no era de ninguno de ellos.

 

La noticia histórica solo hace que corroborar que la práctica de la depredación científica o tecnológica no es nueva. Y, de hecho, en muchos sectores industriales, la gestión de la innovación se ha convertido en una ocupación más ventajosa económicamente que la innovación propiamente.

 

El miedo y la coerción son los instrumentos habituales que ejerce el poder sobre científicos y creadores. Por ello, el éxodo de intelectuales siempre ha estado asociado a la existencia de gobiernos totalitarios, como, por ejemplo, ha pasado con el caso del activista y artista chino Ai Weiwei, y pasó durante el nazismo alemán o en tiempos de la inquisición española.

 

Cuando existen evidencias de persecución o de apropiación de talento, es más o menos fácil demostrarlo, pero cuando quien provee las evidencias –en tanto que ostenta el poder– es el mismo que ejerce la coerción se hace más difícil.

 

No es extraño que ahora, siglos después –gracias al acceso tecnológico a fondos y a archivos internacionales–, historiadores de la literatura catalana empiecen a descubrir cómo se explica la extraña desaparición casi abrupta de autores de obras en lengua catalana a partir de finales del siglo XVI coincidiendo justamente con el auge de la literatura castellana y de la Inquisición española.

 

En diciembre del año 2017, Plos One, la revista científica de la Public Library of Science (PLOS) publicaba un interesantísimo artículo de Eric A. Fong y Allen W. Wilhite con el título “Authorship and citation manipulation in academic research”, donde se explica la práctica de los llamados Citation Carteles, mafias creadas alrededor de las citas científicas, que consiste, entre otras fórmulas, en la sutil coacción que algunos editores de revistas ejercen sobre los autores para añadir citas aunque no sean pertinentes para su obra.

 

El catálogo de las fórmulas de depredación, persecución o perversión del talento es bastante extenso en el mundo científico-académico, especialmente porque está sometido a la máxima de “publish or perish”. Entre estas prácticas se pueden destacar: la mencionada generación artificiosa de redes de citas, la inclusión forzada de coautores, las diferentes formas de plagio –fusilar o versionar contenidos de los demás–, la incorporación de académicos a comités editoriales o la financiación de publicaciones científicas a cambio de la posibilidad de publicar.

 

Las comisiones de doctorado de las universidades o las agencias de evaluación de la actividad científica tampoco están exentas de estas prácticas. En ocasiones, los miembros que las integran se proponen con intención –diríamos– de utilizar su posición para beneficiarse, para favorecer alguna opción o con el fin de obtener algún tipo de ventaja o acreditación. En estos entornos, cuando entran dinámicas corruptas, el talento de las víctimas se explota o se acaba convirtiendo en una molestia y, en consecuencia, huye o es expulsado.

 

Si hemos empezado con la tragedia de la COVID-19, queremos terminar con una nota de humor de la mano de la novela The 2 ½ Pillars of Wisdom de Allexander McCall Smith, una divertidísima lectura llena de parodias sobre un extenso catálogo de estas malas prácticas en el ámbito académico y científico. En un pasaje de la obra, cuando el protagonista Dr. von Igelfed se enfrenta al Dr. Vogelsang por su tendencia a publicar artículos basados ​​enteramente en los suyos, la respuesta de Vogelsang es esta: “The paper will achieve a far wider readership under my name than under the name of an unknown”.

 

Cita recomendada:

CAVALLER, Victor. El talento y sus depredadores. COMeIN [en línia], junio 2020, núm. 100. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n100.2044.

 

investigación;  comunicación científica;  creatividad;  comunicación de crisis;  comunicación política; 
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