Entre los muchos cambios que ha experimentado la sociedad española a lo largo de los últimos treinta años, uno sin duda significativo ha sido su entrada en el circuito de migraciones internacionales como país receptor. Dicho fenómeno, por una serie de circunstancias, se ha configurado como objeto de una polémica que ha crecido en paralelo al número y a la diversidad de personas extranjeras racializadas que llegan a nuestro país. Hablamos, por lo tanto, de un grupo importante de personas que, en el contexto de sus experiencias de inmigración, se han visto posicionadas en el imaginario colectivo en una relación de alteridad sostenida en la subordinación, la anomalía y la otredad.
En este texto abordaré la cuestión de la diferencia y el poder tomando como espacio de debate un contexto concreto: los múltiples mecanismos de diferenciación y estigmatización que afectan a personas y colectivos migrantes racializados. Por personas migrantes racializadas nos referimos a personas que padecen desigualdad, segregación o exclusión arraigadas en prejuicios culturales y raciales históricos y contemporáneos de la sociedad, vinculados a fenómenos como el colonialismo, el racismo y el privilegio blanco.
Existe, en efecto, una gran variedad de estudios que se han dedicado a desgranar cómo estos mecanismos de otredad operan mediante un complejo entramado de representaciones y estructuras de poder. El trabajo de Enrique Santamaría (2002), por ejemplo, constituye una revisión interesante sobre cómo, a partir de mediados de los años ochenta, en España la inmigración no comunitaria se transforma en lo que él identifica como una nueva categoría social (Santamaría, 2002, p. 1). En La incógnita del extraño, libro publicado a partir de su tesis doctoral, Santamaría llama la atención sobre la proliferación de informaciones, debates e iniciativas alrededor de la llegada de migrantes racializados que colocan este fenómeno en un primer plano de significación social. Una significación que se sostiene en representaciones y discursos alarmistas que definen tanto a las personas como a los procesos migratorios en términos de peligro, amenaza o invasión.
Sobre esta cuestión podemos subrayar que, como señala Michel Foucault, los discursos no se limitan a representar o describir realidades, sino que las crean y las construyen. En términos foucaultianos, ejercen un poder, muchas veces violento, sobre la propia realidad. De hecho, así lo explica Foucault (1983) en su obra El Orden del discurso, donde nos recuerda que las palabras –el discurso– son, en realidad, fruto de una construcción respaldada por una determinada dinámica de relaciones de poder. El filósofo nos enfrenta así a la pregunta de cómo se construye el discurso del poder, poniendo el foco en los procedimientos y mecanismos de la estigmatización, lo que él denominaría rarificación.
Representaciones y discursos sobre la inmigración
Si miramos las representaciones y discursos que circulan en Europa sobre la inmigración desde la óptica de la rarificación, podemos entenderlas como parte de lo que Michel Foucault nombra dispositivo: un conjunto heterogéneo que comprende una gran diversidad de estructuras –discursos, instituciones, estructuras arquitectónicas, leyes, proposiciones científicas o morales, etc.– que están en relación y en constante juego de fuerzas. Así, por ejemplo, las metáforas con las que se suele describir la inmigración (metáforas fitomórficas, como la del árbol con sus arraigos y desarraigos; metáforas zoomórficas, como la de las aves, suponiendo imágenes de nomadismo y permanente movimiento; metáforas que remiten al agua, como las corrientes, torrentes, avalanchas, o metáforas bélicas que evocan la invasión, la conquista, la hostilidad…) son solo un ejemplo de estructuras que interactúan en el dispositivo.
Sin embargo, es importante insistir en que el dispositivo foucaultiano no se reduce exclusivamente a prácticas discursivas. Se trata más bien de un complejo entramado de relaciones entre instituciones, sistemas de normas, formas de comportamiento, sistemas de clasificaciones de sujetos, etc., que están en constante relación mediante prácticas discursivas y no discursivas. Desde este punto de vista, preguntarnos cómo las personas inmigrantes experimentan formas de diferenciación supone entender sus experiencias como un punto de interacción entre lo macro (las ideologías, los procesos económicos y políticos y sus respectivas genealogías) y lo micro (aquello que ocurre en los espacios locales, por ejemplo, en cómo las personas viven la vida cotidiana, en cómo se mueven entre el centro y los márgenes que las diferencias generan, o incluso en cómo participan en la construcción de esas diferencias).
Me gustaría cerrar este texto con una reflexión de la filósofa Hannah Arendt (1965) sobre los peligros de las lógicas del poder que se manifiestan en la alteridad. Nos dice Arendt: «Ser capaz de ir hacia donde deseamos es el gesto prototípico de ser libre, así como la limitación de la libertad de movimiento ha sido desde tiempos inmemoriales la condición previa a la esclavitud. La libertad de movimiento es también una condición indispensable para la acción, y es en la acción donde los seres humanos experimentan por primera vez la libertad en el mundo». Sus palabras son una bonita invitación a problematizar las migraciones contemporáneas y las lógicas opresivas desde las que se rigen.
Para saber más:
ARENDT, Hannah (1965). «Sobre la humanidad en tiempos de oscuridad: reflexiones sobre Lessing». Hombres en tiempos de oscuridad. Barcelona: Gedisa.
FOUCAULT, Michel (1983). El orden del discurso. Barcelona: Tusquets.
SANTAMARÍA, Enrique (2002). La incógnita del extraño. Una aproximación a la significación sociológica de la «inmigración no comunitaria». Rubí (Barcelona): Anthropos.
Citación recomendada
CREUS, Amalia. «Sobre migraciones, racismo y relaciones de poder». COMeIN [en línea], enero 2023, no. 128. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n128.2302
Profesora de Comunicación de la UOC
@amaliacreus