Número 132 (mayo de 2023)

Sobre migraciones, fetichismo de los papeles y biopoder

Amalia Creus

Una de las muchas cuestiones que enmarcan la experiencia de las personas migrantes en Europa es la multiplicidad de marcos legales y regulatorios dirigidos a controlar y administrar su entrada y permanencia en territorio europeo. La gran cantidad de instrumentos legislativos generados con ese objetivo han colaborado en la producción y reproducción de dinámicas que hacen de la legalidad (así como de sus límites y márgenes) una problemática central de toda la cuestión migratoria.

Kitty Calavita (2005) es una de las autoras que se ha dedicado a estudiar, específicamente en el contexto español, las implicaciones de la legislación en la vida de las personas inmigrantes, desde el punto de vista tanto material como sociosimbólico. Los marcos legales –afirma esta autora– son una dimensión fundamental de un entramado de procesos sociales, económicos, políticos e ideológicos que tienden a categorizar a las personas provenientes de países no comunitarios bajo diferentes formas de otredad. Entre estas, destaca la construcción de categorías legales que determinan diferentes grados de pernencia o no pertenencia a una comunidad; por ejemplo, mediante el tratamiento de algunas personas como no-ciudadanos –poseedores de un ranking limitado de derechos y privilegios sociales– o, en otros casos, directamente como ilegales.

 

Con todo, advierte Calavita, esta conexión entre inmigración e ilegalidad, hoy casi naturalizada en los discursos legislativos y en los medios de comunicación, es un hecho relativamente nuevo. En efecto, el término inmigrante ilegal aparecería por primera vez con el cambio de las políticas migratorias que se suceden a la crisis de 1973. Es a partir de entonces cuando se generan esta y otras neocategorías jurídicas (indocumentados, irregulares, ilegales) que terminarían por incorporarse al vocabulario corriente de las políticas y prácticas migratorias.

 

En esa misma línea de reflexión, la investigadora Liliana Suárez-Navaz (2004) llama la atención sobre la multiplicación de requerimientos administrativos a los que deben someterse muchos colectivos de personas migrantes para mantenerse en situación de legalidad. También sobre la proliferación de entidades (organismos públicos, agencias privadas, ONG, etc.) destinadas a la mediación y el asesoramiento en la tramitación de permisos de trabajo y residencia. Ambos fenómenos se enmarcan en lo que esta autora denomina «fetichismo de los papeles»: la constante necesidad que tienen las personas migrantes de documentar el propio estatus legal. La burocracia y los mecanismos legales adquieren así un papel significativo en la reproducción de relaciones de poder dispares, y en la promoción de formas de subjetivación que oponen expertos e inexpertos, legales e ilegales, ciudadanos e inmigrantes.

 

El biopoder y la invisibilización

 

Resulta muy interesante pensar estos mecanismos desde el concepto de biopoder que propone Michel Foucault (2008). El biopoder se define, según este filósofo, asumiendo dos formas: las disciplinas del cuerpo y los controles de la población. Por disciplinas del cuerpo se refiere a los dispositivos disciplinares encargados de extraer del cuerpo humano su fuerza productiva, mediante el control del tiempo y del espacio, como pueden ser la escuela, el hospital o la cárcel. A su vez, el control de la población se vincula a la regulación de las masas mediante saberes y prácticas que permitan «gestionar la vida», como, por ejemplo, el control de tasas de natalidad, de los flujos de migración, de las epidemias, etc. Así, si analizamos las políticas migratorias desde la perspectiva del biopoder, vemos cómo estas se articulan como un modo de control sobre determinados grupos sociales que conlleva, entre otros aspectos, la invisibilización de su subjetividad política, cultural, epistemológica o de sus mundos de conocimiento.

 

Esta idea de invisibilización política, cultural y epistemológica me hace recordar una conferencia impartida por Daniel Inclán hace ya unos cuantos años. En una intervención titulada El estado del tiempo: un presente sin pasado, este profesor e investigador de la Universidad Nacional de México afirmaba que vivimos en un tiempo de guerra, una guerra que se extiende a lo largo y a lo ancho del planeta, y que tiene manifestaciones muy diversas. No es una metáfora, alertaba entonces. Se trata más bien de una expansión mundial del estado de sitio, donde la guerra ha dejado de estar en espacios y tiempos delimitados, para diseminarse por todos nuestros espacios sociales. La genealogía que hace Daniel Inclán de esta guerra permanente incluye desde territorios destruidos por armas a la guerra de clases, que se traduce en exclusión, desahucios, desempleo, muertes sociales. Un estado de sitio que se ha instalado como forma de gobierno y de gestión de poblaciones; produce zonas grises en las que la frontera entre la política y la economía se diluye configurando prácticas cotidianas y definiendo nuestra percepción de la realidad.

 

Una conferencia dura, plagada de referencias a un mundo triste, injusto, en permanente crisis, un mundo de muertes en las fronteras. Pero también una conferencia muy necesaria, en tanto que nos recuerda la urgencia de una convivencia más abierta, más humana, con menos miedo a las diferencias y más caminos compartidos.

 

Para saber más:

CALAVITA, Kitty (2005). Immigrants at the Margins. Law, Race, and Exclusion in Southern Europe. Cambridge: Cambridge University Press. DOI: https://doi.org/10.1017/CBO9780511493942

FOUCAULT, Michel (2008). Nascimento da biopolítica: Curso dado no Collège de France (1978-1979). São Paulo: Martins Fontes.

SUÁREZ-NAVAZ, Liliana (2004). Rebordering the Mediterranean. Bounderies and Citzenship in Southern Europe. Reino Unido: Berghahn Books.

 

Citación recomendada

CREUS, Amalia. «Sobre migraciones, fetichismo de los papeles y biopoder». COMeIN [en línea], mayo 2023, no. 132. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n132.2335

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