En el pico de la frenética carrera hacia los umbrales de la inteligencia artificial, hemos llegado a la más grande y absurda paradoja: la autoexplotación laboral de los humanos a cambio de mucho, mucho dinero. Este fenómeno inédito, que se convierte en un paso atrás en los derechos laborales en el Primer Mundo, evidencia también una batalla entre las armas de seducción del capitalismo aceleracionista (con la promesa de ingresar en el club de los tech billionaires) y la dignidad de la condición humana.
Como con tantos fenómenos surgidos en la era cibernética, también la investigación y la innovación académicas han protagonizado derivas poco deseables en las últimas décadas. Es el caso de la mítica CCRU –Cybernetic Culture Research Unit, o Unidad de Investigación de Cultura Cibernética–, un colectivo universitario postpunk y ciberfeminista surgido en los años 90 en la Universidad de Warwick. Inicialmente liderada por la filósofa Sadie Plant, de aquella unidad de ciberactivismo surgieron figuras clave de la cultura postpunk como Ray Brassier y Mark Fisher, el legado del cual es hoy la mejor crítica al capitalismo sin alternativas que todos sufrimos.
Pronto la utopía contracultural del Internet de los inicios daría paso a una impronta antihumanista liderada por el actual gurú del aceleracionismo, Nick Land. Este movimiento se ha pensado a sí mismo como la filosofía de la intensificación del capitalismo tecnológico, que busca nada humildemente optimizar un proyecto caduco o en crisis continua como es la Modernidad. Su remedio es la condena global de la condición humana: llevar al ser humano a la perfección, no a través de la mejora, sino de la sustitución por la máquina. El medio es la automatización y la fórmula es la fusión del ser humano en el ser digital. Su objetivo: la singularidad tecnológica. ¿Las implicaciones? El adiós al protagonismo humano que ha caracterizado la era del antropoceno.
El aceleracionismo
Esta ideología, que basa su impacto en el disruptivismo extremo, considera al capitalismo no solo una realidad ineludible, sino un sistema siempre dispuesto a la ruptura de los sistemas sociales establecidos. Ante las sociedades arraigadas en su tierra y a las comunidades que la forman, el acceleracionismo conduce a la desterritorialización de lo que es virtual, a la disolución de los vínculos. La red virtual sustituye el lazo físico –dos conceptos que pueden parecer el mismo en un diccionario de sinónimos, pero que hoy implican justo lo contrario: distanciación versus vínculo.
Pero como no hay buena teoría que no tenga praxis, los actuales líderes de Silicon Valley se han adherido con pasión al movimiento aceleracionista. El año 2024 el diario El País titulaba en un artículo «Acelerar o morir», refiriéndose a la controvertida ideología aplicada al avance sin límites de la inteligencia artificial. En el artículo se explicaba cómo una amplia cultura empresarial californiana –las tecnológicas, principalmente, pero también la biomedicina y otros campos de aplicación hipertecnologizados como por ejemplo los transportes eléctricos– apostaba por el aceleracionismo «efectivo» como futuro del capitalismo. Todos sabemos que efectividad es un eufemismo para mencionar en voz queda la ausencia de regulación o restricciones, tanto en el ámbito ético como en el de los derechos del trabajador.
Figuras del valle dorado como Sam Altman, CEO de OpenAI, y Jeff Bezos, fundador de Amazon, aplican a sus empresas esta lógica sin miramientos. Bezos invierte en adelantos tecnológicos para su modelo de negocio, para lo cual tiene equipos de investigación más grandes y mejor pagados que los de ninguna universidad. Altman representa la intersección entre la velocidad en los cambios tecnológicos y el desarrollo científico en inteligencia artificial avanzada con proyectos como, por ejemplo, ChatGPT. Su obsesión, que conecta con la de los grandes ideólogos transhumanistas, es llevar la carrera de la inteligencia artificial hasta la IAG –inteligencia artificial general, aquella que, a diferencia de la actual, será capaz de entender y ejecutar tareas intelectuales de manera versátil como solo pueden hacer los humanos.
Hacia la IAG
Hoy, Altman continúa comandando con mano de hierro los adelantos en OpenAI, a cambio de dos cosas: horas y dinero. Como bien explica The New York Times, la normalización de la «ley 996» en la California tech –trabajar de 9 de la mañana a 9 del anochecer, de lunes a sábado– no tiene precedentes en el último siglo del capitalismo occidental. De hecho, significa copiar las peores prácticas del hipercapitalismo tecnológico de la autocrática China que –aún más paradójicamente– un tribunal prohibió en 2021. Este es el estado de la cuestión: mientras en una dictadura se prohíben medidas de explotación laboral, la gran democracia del capital las recupera un siglo después.
Dos años antes, se había abierto una pequeña rendija en este frenesí amoral hacia la IAG, cuando en noviembre de 2023 la junta directiva de Open IA forzó el cese repentino de Altman. El argumento oficial fue «falta de confianza», pero, como bien ha explicado Karen Hao en el libro Empire of AI, la razón de fondo era no dejar en manos de Altman «el botón de la AGI» –palabras que se atribuyen al cofundador y responsable científico de la compañía, Ilya Sutskever. Pero el aceleracionismo implica no mirar nunca atrás, y esto es lo que hicieron Altman y la mayoría de empleados de la empresa al anunciar un adiós laboral masivo hacia Microsoft para forzar la readmisión de Altman como boss. El jefe más idolatrado de Silicon Valley sería nombrado nuevamente CEO pocos días después de la mano del Silicon Valley más duro, con figuras como el expresidente de Twitter Bret Taylor, u hombres de finanzas como por ejemplo Larry Summers, antiguo responsable del Tesoro de los Estados Unidos. La postura tecnoregulatoria de Helen Toner, miembro de la Junta Directiva, perdía la batalla en OpenAI ante el tecnoaceleracionismo de Altman.
Hoy, todo este germen de radicalismo tecnológico continúa ampliando sus ideas bajo el movimiento Dark Enlightenment –autodenominado movimiento neoreaccionario (NRx). La NRx de Land niega abiertamente el igualitarismo y aboga por estructuras sociales y de gobierno feudales y tiránicas. Así, cuando Land se refiere con admiración al modelo del Antiguo Régimen, desenmascara la falsa neutralidad ideológica con que Silicon Valley pretende vestir su acción aceleracionista, que nos lleva a todos al abismo mientras enaltece a unos pocos hasta la gloria.
Imagen de portada:
Foto de Pexels / Mikhail Nilov
Citación recomendada
GOZALO SALELLAS, Ignasi. «Acelerando hacia la artificialidad (y hacia la autoexplotación)». COMeIN [en línea], octubre 2025, no. 158. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n158.2571
Ignasi Gozalo SalellasProfesor de Comunicación en la UOC


