Número 133 (junio de 2023)

¿‘Servidumbre tecnológica voluntaria’? Algunas preguntas y definiciones

Sara Suárez-Gonzalo

Desde hace un tiempo, el discurso de la «servidumbre tecnológica voluntaria» ha ganado fuerza en entornos académicos y no académicos. En particular, en relación con las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación. Sin embargo, ¿podemos hablar de siervos y siervas tecnológicos? ¿Podemos decir que esta llamada servidumbre es voluntaria?

Sin duda, el término, que bebe de la obra del filósofo francés del siglo XVI Étienne de La Boétie, tiene fuerza. Dirige la atención hacia un problema relevante: entendemos (no hablamos, aquí, de inconsciencia) el impacto negativo que, en muchos casos, tiene utilizar tecnologías digitales sobre nuestros derechos y libertades, y parece que lo aceptamos de manera acrítica. Sin revelarnos ni oponernos.

 

Por lo tanto, sí: lo parece.

 

La evidencia empírica muestra, de hecho, que no solo somos conscientes sino que, además, el actual escenario tecnológico nos preocupa (véanse los Eurobarómetros más recientes sobre derechos digitales, por ejemplo). No obstante, continuamos llevando a cabo prácticas y usos tecnológicos que sirven a determinados intereses privados y que, a la vez, comprometen nuestra condición de personas libres. Ponen nuestras vidas al servicio de estos intereses. Con esto es difícil no estar de acuerdo.

 

Pero el discurso de la servidumbre tecnológica voluntaria va más allá: da por hecho que este paso de personas (ciudadanos y ciudadanas) libres a siervos y siervas es voluntario. Pudiendo evitar que nuestras prácticas tecnológicas estén al servicio de algún otro, no lo hacemos. Esta es la idea: pudiendo no ser siervos y siervas tecnológicas, cada uno/a de nosotros elegimos, voluntariamente, serlo.

 

Más allá del atractivo de la discusión –la provocación, según como se mire–, considero que hablar de voluntariedad y servidumbre implica una concepción, cuando menos, poco precisa, de la situación actual de desequilibrio de poder en relación con el desarrollo tecnológico, que no favorece nuestra capacidad, individual ni colectiva, de encontrar soluciones al problema.

 

El uso de la cursiva en este texto tiene una intención. Señala palabras a las que creo que merece la pena prestar atención, porque configuran un marco interpretativo muy particular de una situación compleja.

 

Voluntariedad discutible

 

En lugar de buscar respuestas, plantearé algunas definiciones (no académicas, sino cotidianas) y una serie de preguntas que espero que acompañen en la reflexión de los lectores y las lectoras.

 

Algunas definiciones:

  • Siervo, sierva: esclavo de un señor. / Persona completamente sometida a alguien o algo, o entregada a su servicio.
  • Voluntario, voluntaria: que nace de la voluntad, y no por fuerza o necesidad extrañas a aquella. / Que se hace por espontánea voluntad y no por obligación o deber.
  • Poder: tener expedita la facultad o potencia de hacer algo. / Tener facilidad, tiempo o lugar de hacer algo.
  • Capacidad: Cualidad de capaz. / Capaz: que puede realizar la acción que se expresa. Apto para ejercer personalmente un derecho y el cumplimiento de una obligación.

 

Las preguntas:

  • ¿Es lo mismo decir que nuestras prácticas y usos tecnológicos sirven a determinados intereses que decir que somos siervos y siervas de los agentes interesados? En otras palabras: ¿podemos hablar de siervos y siervas tecnológicas?
  • ¿Nuestras prácticas tecnológicas son siempre voluntarias? Pensemos, por ejemplo, en el caso de una persona que no quiere hacerlo, pero que ha de usar determinadas herramientas digitales para desarrollar su trabajo en una determinada institución que garantiza que pueda pagar un alquiler.
  • ¿Tenemos, siempre, la capacidad y los recursos necesarios para decidir no emplear determinadas herramientas tecnológicas? ¿O para esquivar los perjudicios que se derivan de estas?
  • Para poder hablar de «servidumbre voluntaria», ¿no tendríamos que poder elegir entre servir o no servir a determinados intereses, sin que esto implique mayores prejudicios en nuestras vidas, derechos y libertades?
  • Y, para acabar: ¿qué acciones (individuales y colectivas) habría que llevar a cabo para garantizar que tenemos el poder de ejercer nuestra voluntad tecnológica, es decir, para liberarnos de la servidumbre?

 

Creo que esta última pregunta es la más relevante.

 

Un último comentario: desde mi punto de vista, el análisis e, incluso, la crítica al discurso de la servidumbre tecnológica voluntaria, no nos ha de llevar a otra todavía menos deseable. No se trata de entender que somos seres sin agencia (sin la habilidad de actuar de manera intencional) y, por lo tanto, completamente determinados por las circunstancias o las voluntades ajenas.

 

Al contrario. Considero que nuestras decisiones y nuestras acciones son cruciales para garantizar nuestros derechos y libertades.

 

Precisamente por eso, la idea en la que quiero poner el foco de mi reflexión es la siguiente: creo que no solo debemos fijarnos en si queremos o no ser siervos y siervas (por ejemplo, utilizar o no utilizar determinadas herramientas tecnológicas), sino también, y muy especialmente, preguntarnos si tenemos la capacidad, los recursos y los medios necesarios para ejercer esta voluntad (servir/serlo) o la contraría (no servir / no serlo). Y también evaluar quién y cómo puede obstaculizar o favorecer esta capacidad, y qué podemos hacer (individual y colectivamente) para superar los obstáculos.

 

Hablamos sobre ello... si queréis.

 

Citación recomendada

SUÁREZ-GONZALO, Sara. «¿‘Servidumbre tecnológica voluntaria’? Algunas preguntas y definiciones». COMeIN [en línea], junio 2023, no. 133. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n133.2339

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