Número 96 (febrero de 2020)

Ana Bernal-Triviño: «El periodismo debe servir para dar voz a quien no la tiene»

Sandra Sanz Martos

Hablamos sobre feminismo con Ana Bernal Triviño, que el pasado otoño publicó el libro No manipuléis el feminismo: una defensa contra los bulos machistas. Profesora de la Universitat Oberta de Catalunya y colaboradora en distintos medios de comunicación, como publico.es, El Periódico y TVE, «se ha convertido una de las voces más destacadas en el panorama mediático actual de la lucha feminista y de la denuncia de las graves desigualdades de género», lo que la ha llevado a ser merecedora de diversos premios.

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Ana Bernal-Triviño

Foto: Manuel Carmona Sánchez (TVE)

 

 

Sandra Sanz Martos (SSM): ¿Quién es Ana Bernal Triviño?

 

Ana Bernal-Triviño (ABT): ¡Vaya preguntita! Ana Isabel Bernal Triviño es mujer, hija de M.ª Teresa y Manuel, hermana y creo que buena amiga, que disfruta mucho cuando sus amigos son felices. Una persona que reivindica sus raíces. Profesora del Grado de Comunicación y del Máster de Periodismo y Comunicación Digital de la UOC, que cree en un periodismo honesto y que participando en la formación de las nuevas generaciones se puede empezar a cambiar las cosas. Y sobre todo, feminista.

 

SSM: ¿Desde cuándo sabes que eres feminista? ¿Cómo supiste que lo eras?

 

ABT: Creo que lo he sido desde siempre. Porque siempre he tenido como guía a mi madre. Que siempre ha trabajado en el hogar, sacrificándose por la familia sin apenas reconocimiento. A pesar de haber pasado por problemas serios de salud, siempre ha estado ahí, cuidando de todos. Sin derecho a baja ni jubilación.

 

Esa situación me ha hecho ser consciente de lo que significaba ser mujer. Al mismo tiempo que mi madre me insistía en la importancia de tener unos estudios. Mi tía Mari, la soltera, y mi abuela y las mujeres de mi familia, en general, también me han influido mucho.

 

Conceptualmente, comencé a profundizar más hará unos seis años. Y bueno, cuanto más sabes, más te das cuenta de lo difícil que es ser feminista. Porque duele y lleva a revisarte mucho.

 

SSM: ¿Cuándo y por qué decides escribir sobre feminismo?

 

ABT: En el momento en que empiezo a trabajar para distintos medios como periodista independiente, entre ellos el diario publico.es, tomo más autonomía, porque me da una libertad gigante. Entonces, empiezo a escribir sobre derechos humanos y sociedad; ahí entran, por supuesto, los derechos de la mujer. Más adelante, cuando se empieza a reforzar todo el campo del feminismo más cercano al 8M, se despierta más el interés de los medios de comunicación por atender propuestas de temas relacionados con los derechos de la mujer. Así es como, poco a poco, empiezo a escribir sobre feminismo.

 

El porqué es muy sencillo. Porque considero que el periodismo debe servir para dar voz a la gente que no la tiene y lo está pasando mal, en una situación vulnerable de pobreza o de vulneración de sus derechos.

 

SSM: Recientemente, has publicado el libro No manipuléis el feminismo. ¿Por qué crees que hay tanto interés por desprestigiar el feminismo?

 

ABT: En realidad, es el mismo interés que existe hoy en día por desprestigiar bastantes derechos humanos, en general. Porque existe muy poca memoria histórica sobre lo que ha costado conseguir los derechos humanos, del contexto en el que nacen y la importancia que tienen. Como no tenemos cultura sobre los derechos humanos, pues entonces, hay una parte de la sociedad a la que le da exactamente igual que se los roben o que se los vulneren. Se trata de una clase acomodada que no ha sufrido ningún tipo de opresión y que percibe la reivindicación de esos derechos por el resto de la sociedad como una pérdida de poder.

 

En el caso de los avances conseguidos respecto a los derechos de la mujer, desde el punto de vista del machismo siempre van a constituir una amenaza. Desde la propia independencia económica y sexual, en el trabajo y en las relaciones amorosas, el feminismo da miedo a esos machistas, porque las feministas hablan. Solo hay que ver la que se lio con el fenómeno del #metoo. Un revulsivo que demostró que, cuando las mujeres se suman y comparten experiencias, comprueban que el suyo no es un caso aislado, son capaces de eliminar el sentimiento de culpa. Y se dan cuenta de que no están locas, que lo que han padecido es real y que no están solas.

 

SSM: ¿De qué tienen miedo los no feministas, es decir, los machistas?

 

ABT: El machista siempre tiene miedo a no poder dominar y controlar. Les irritan las mujeres que conocen sus derechos y los reivindican. Ser machista se aprende. Nadie nace machista. Y les da miedo que lo que han aprendido deje de ser así.

 

SSM: ¿Por qué cuesta tanto entender que el feminismo es igualdad?

 

ABT: Si la Real Academia de la Lengua ha entendido que feminismo es igualdad, realmente que alguien no lo quiera entender es una cuestión de ignorancia o de falta de voluntad.

 

Es como quien compara machismo con feminismo, cuando no son conceptos antagónicos. El machismo es misoginia. En cambio, el feminismo es la igualdad de la mujer respecto al hombre como persona. Esa es la base del feminismo. Es el hecho de que a las mujeres se nos integre en el concepto de persona y en el concepto de ciudadanas. Desde la Ilustración y la propia Revolución Francesa fue así.

 

Lo que muchas veces no se quiere ver es que la igualdad también beneficia al hombre en el momento en que se libera de esa cultura y esos aprendizajes impuestos, y pierda esos estereotipos.

 

SSM: Hablemos un poco más de tu libro. Por cierto, ¡cómo engancha! ¡Tengo mi ejemplar subrayado y con notas por todas partes! Me encantó la frase «El machismo mata, el feminismo salva vidas». ¿Cómo encaja esa idea con el insulto feminazi?

 

ABT: El machista carece de argumentos. Falsea la realidad. Miente. Se inventa datos. Y acorralado, cuando ve que pierde el control de la situación, se hace pasar por víctima. Así se crea el concepto de feminazi. Que nace en Estados Unidos por un locutor de radio que está en contra del derecho al aborto. La iglesia católica aquí, en España, también ha asociado el aborto con los campos de exterminio nazi. Sin embargo, habría que conocer lo que sucedió en esos campos, donde ocurrieron auténticas aberraciones y crímenes de género específicos: violaciones, abortos forzosos, esterilizaciones a mujeres y a niñas.

 

Sorprende muchísimo que algunos se sientan cómodos con el término nazismo y, por el contrario, cuando les hablas de feminismo, que no ha causado ninguna baja –cuando la baja continua son las mujeres asesinadas–, sientan tanto rechazo hacia esa palabra.

 

SSM: Hablando del uso de términos y del lenguaje ¿por qué hay tanto problema con el lenguaje inclusivo?

 

ABT: A mí también me gustaría saberlo. Por qué hay hombres que, cuando están en un auditorio en el que en su mayoría son mujeres y dices un «nosotras», te dicen: «Te estás olvidando de nosotros». Por qué hay tanto comportamiento ridículo. Por qué se sienten excluidos y hasta ofendidos cuando utilizamos el femenino plural.

 

Los mismos que criticaron e insultaron a las diputadas Irene Montero y Ariadna Lastra (quienes utilizaron y defendieron el término portavoza), porque esta palabra no está en el diccionario, son los que emplean el término feminazi, que tampoco lo está.

 

El desdoblamiento del lenguaje, utilizar el femenino y el masculino, no atenta contra el principio de economía del lenguaje, porque se está nombrando a dos grupos de personas diferentes –lo menciono en el libro–. Resulta curioso también comprobar cómo numerosas investigaciones señalan que en aquellas sociedades donde hay un uso más normalizado del lenguaje inclusivo hay mayores niveles de igualdad. Por lo tanto, no es un tema menor. El lenguaje inclusivo es representativo del imaginario del colectivo de las mujeres que no hemos sido nunca nombradas.

 

SSM: ¿Crees que la solución es la educación?

 

ABT: No es que crea que la solución es la educación. Es que la única solución es la educación. Estoy muy convencida de ello, porque la Ley de Violencia de Género de 2004 ya recogía que había que hacer un planteamiento específico sobre educación, en el que también entra la función social que tienen los medios de comunicación y la publicidad. Ese apartado que había de prevención y de sensibilización en torno a la violencia de género a través de la educación nunca llegó a desarrollarse. Al final, nunca tuvo la dotación económica esperada, no llegó a implantarse en las escuelas, etc.

 

Es esa la razón por la que se sigue asesinando a mujeres y se sigue violando a mujeres. Seguirá sucediendo si no se produce ese cambio educativo y de mentalidad desde muy pequeños.

 

Endurecer las penas es un parche y no sirve para nada. Hay que evitar que se cometan los delitos. Educar para que todo esto no ocurra. De no ser así, seguiremos llenando las cárceles de maltratadores y violadores.

 

SSM: ¿Cuántas generaciones de mujeres tendrán que pasar para acabar con la cultura del patriarcado? ¿Eres capaz de imaginarte un futuro en el que ya no tengamos que hablar de feminismo?

 

ABT: Lamentablemente, ni tú y yo lo veremos y nuestras hijas, tampoco. Hay estudios que apuntan que hará falta un siglo para que en el ámbito laboral se detecten los cambios.

 

Y esto es en el ámbito laboral, ¿cuánto puede tardar en que llegue la igualdad al ámbito privado? Yo siempre digo que la verdadera revolución feminista está en la cama. Es lo que no se ve. Es donde se dan a veces situaciones de sumisión y de falta de deseo.

 

Pero eso no significa que dejemos de trabajar, sino que debemos seguir pasándonos el testigo unas a otras. Porque tenemos una deuda con nuestras predecesoras, con nuestras maestras, porque algunas de ellas incluso dieron su vida por el feminismo. Hay que trasladar a las nuevas generaciones que esto es una cadena de mujeres, en la que debemos seguir defendiendo, apoyándonos y construyendo un futuro para las próximas.

 

Cita recomendada

SANZ, Sandra. Ana Bernal-Triviño: «El periodismo debe servir para dar voz a quien no la tiene». COMeIN [en línea], febrero 2020, no. 96. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n96.2016

género;  periodismo; 
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