Número 126 (noviembre 2022)

Cooperar para conseguir zonas rurales más resilientes

Sandra Sanz Martos

Los pasados 19, 20 y 21 de octubre se celebró en Granada la XLVII Reunión de Estudios Regionales, que se enmarca en la International Conference on Regional Science. La sostenibilidad, los cambios demográficos y la desigualdad social de los territorios fueron los temas más recurrentes durante las jornadas. Pero lo más gratificante fue comprobar que, como solución a muchos de los problemas planteados, aparecían estrategias relacionadas con lo colaborativo.

Son un buen ejemplo de esta tendencia las propuestas basadas en la economía social, como las cooperativas alimentarias o el cohousing. Además, también tuvieron un papel destacado las soluciones que aprovechan las experiencias y el conocimiento generado en situaciones similares en otros municipios y comarcas.

 

En realidad, no deja de ser un reflejo de lo que ya llevamos un tiempo observando desde que se iniciaron los movimientos por la lucha contra la despoblación. La Red Española de Desarrollo Rural (REDR), que surgió hace más de 20 años para promover un modelo de desarrollo rural integral y sostenible, ha puesto el foco en fomentar medidas y sinergias que faciliten el desarrollo del medio rural de una forma integral (sectores de población con mayores dificultades, producción agroalimentaria, turismo rural, conservación y protección del medio ambiente, pymes rurales, cooperación nacional e internacional, etc.). Pero los verdaderos impulsores del desarrollo del programa, en particular, y del desarrollo socioeconómico de sus comarcas, en general, son los grupos de acción local (GAL). Se consideran grupos de acción local o grupos de desarrollo rural las asociaciones, sin ánimo de lucro, en cuya organización interna se encuentren representados los interlocutores –públicos y privados– de un territorio determinado y cuyo objetivo es la aplicación de un programa regional de desarrollo rural.

 

Asociacionismo, cooperación y conocimiento, claves en los distintos planes

 

Es el asociacionismo, en sus múltiples tipologías, el que mueve la actividad –en gran parte– de los municipios pequeños. Asociaciones culturales que recuperan tradiciones y la historia de los pueblos, asociaciones de ciclistas, de música, de mujeres, etc. La defensa de los intereses comunes a través de las asociaciones genera sentimiento de pertenencia, cohesiona la sociedad rural, dinamiza la población y, lo más importante, genera un caldo de cultivo que propicia la cooperación.

 

Un ejemplo de esto lo tenemos en Col·laboratori Catalunya, que en junio de 2020 –justo después del confinamiento más duro de la pandemia provocada por la COVID-19–presentó el proyecto de Col·laboratori CatSud, iniciativa impulsada por el Departamento de Políticas Digitales y Administración Pública de la Generalitat de Cataluña con el apoyo de la fundación i2CAT. A este le siguieron Col·laboratori CatNord y Col·laboratori CatCentral.

 

El proyecto Col·laboratori Catalunya es un instrumento de apoyo a una transición digital e inclusiva en Cataluña. Esta coordinación facilita el impacto de la investigación en forma de innovaciones en el conjunto de la comunidad y sirve para acelerar la transformación digital de Cataluña y reducir la brecha digital. Su objetivo es la creación de estructuras de innovación colaborativa y digital en sus diferentes áreas territoriales. Estas nuevas estructuras sirven para conectar y coordinar a personas y entidades del territorio de la cuádruple hélice (ciudadanía, empresa, Administración e investigación).

 

Con unos objetivos similares surge, casi un año después, el plan de recuperación promovido por el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (16/03/21) y del que ya hemos hablado en un artículo anterior. En él se señala claramente que queremos que los «territorios-problema» puedan ser concebidos como «territorios oportunidad».

 

La nueva ruralidad pretende precisamente eso: generar oportunidades para fomentar la repoblación. Y dar solución, entre otros, a tres grandes retos: la conectividad, la movilidad y la promoción personal y profesional de las mujeres. Se trata de sumar esfuerzos colectivos para promover unas comunidades más fuertes (mediante núcleos empoderados con acceso a servicios básicos y cultura innovadora), conectadas (mediante infraestructuras digitales y terrestres), resilientes (apostando por el desarrollo de capital social y medioambiental) y prósperas (diversificando la actividad económica y apoyando el emprendimiento femenino).

 

En este sentido, la cooperación y el intercambio de experiencias tienen un papel cada vez más importante. Es por ello por lo que cada vez surgen más iniciativas que lo facilitan, como los hackathones. Este es el caso de la Jornada Almanzora Comparte y de otras propuestas similares, donde se da la oportunidad a los asistentes de beneficiarse del conocimiento y de los aprendizajes previos de manera mutua.

 

Todas estas propuestas basadas en la colaboración (economía social, asociaciones, proyectos inclusivos y hackathones) construyen comunidades rurales efectivamente más capacitadas, más emprendedoras, cohesionadas y cooperativas.

 

Así pues, tejiendo redes de cooperación, intercambio de conocimiento y buenas prácticas que redunden en un mayor y mejor capital social, es probable que estemos consiguiendo zonas rurales más resilientes.

 

Citación recomendada

SANZ, Sandra. «Cooperar para conseguir zonas rurales más resilientes». COMeIN [en línea], noviembre 2022, no. 126. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n126.2273

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