Número 151 (febrero de 2025)

Enamorarse de la ciencia

Sandra Sanz Martos

El próximo 11 de febrero (11F) se celebra el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia. Hace solamente 10 años que fue proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas; concretamente, el 22 de diciembre de 2015. El objetivo de dicha celebración es el de promover el acceso y la participación plena y equitativa de las mujeres y las niñas en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (las conocidas como STEM) y recordar que su participación debe ser fortalecida a nivel global.

La proclamación se basó en antecedentes como el informe de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, del 14 de marzo de 2011, en el que se subrayaba la importancia de la educación y la capacitación de las mujeres en los campos de la ciencia y la tecnología. La proclamación de este día también se enmarca en la Agenda 2030, que establece la necesidad de promover la igualdad de género y la educación de calidad como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

 

En España, solo el 30 % de las mujeres decide matricularse en carreras STEM (Science, technology, engeneering and mathematics), tal y como refleja el estudio To be smart, the digital revolution will need to be inclusive, elaborado por la UNESCO en 2021. La falta de vocaciones femeninas tecnológicas y científicas se atribuye, entre otros factores, a la falta de referentes.

 

Invisibilidad histórica de la mujer científica

 

A lo largo de la historia, la mujer científica ha sido invisibilizada y eclipsada. Por cuestiones socioculturales y políticas, el acceso tardío de las mujeres a los estudios del ámbito de las ciencias y la tecnología ha provocado, en la actualidad, una profunda brecha de género. Esto es lo que ha venido sucediendo con la mujer en la ciencia, como indica la investigadora y divulgadora María José Casado (2006): «el anonimato ha perseguido, históricamente, a las mujeres dedicadas a la ciencia. Han sido sometidas al desprecio por sus colegas, y han sufrido la indiferencia de las instituciones académicas y, en muchos casos, la apropiación de sus descubrimientos por parte de compañeros ante el silencio cómplice de la comunidad científica masculina».

 

Esta invisibilidad histórica justifica que las niñas y mujeres actuales, carezcan de referentes. Que no se dé ese momento poderoso en que una adolescente de 12 años pueda formular la tan manida frase «yo de mayor quiero ser como…». Pero hay otro factor sobre el que se ha escrito menos. Y es el del imaginario colectivo respecto a las mujeres científicas. Los estereotipos que también son atribuidos a las bibliotecarias: feas, solteronas, con gafas y mal carácter. Que una adolescente pretenda proyectarse en descripción semejante es más bien descartable.

 

La mujer científica en el cine

 

A estos clichés, quizás podamos añadir la sutil influencia del cine. Que, lejos de elegir a actrices poco agraciadas para interpretarlas, sí que repite ciertos patrones como la experta y veterana, la masculinizada o la malvada y manipuladora. En sus caracterizaciones siempre destaca la austeridad a la hora de vestir, poco o nada de maquillaje y en muchos casos, la apariencia de una edad madura. Es el caso de Ingrid Bergman en Recuerda (1945), dirigida por Alfred Hitchcock. O el de la mucho más reciente Madame Curie (2019) interpretada por Rosamund Pike. Hecho que contrasta con los científicos masculinos en Cortina rasgada (1966), también dirigida por Alfred Hitchcock y protagonizada por el apuesto Paul Newman, o en Una mente maravillosa (2001), protagonizada por Russell Crowe (por citar dos películas de características y épocas similares a las mencionadas anteriormente). Huelga decir que en estas dos últimas los actores lucen jóvenes y atractivos.

 

Solo por ahondar un poco más, la Dra. Constance Peterson, interpretada por Ingrid Bergman en Recuerda, es una experta psiquiatra que trabaja en un despacho lleno de libros y papeles, fuma, tiene gafas y se peina el pelo hacia atrás. Es competente, pero Hitchcock, muy hábil en el guion y el montaje, nos muestra que le falta algo y, cuando aparece el hombre que la enamora, pierde el control, se despeina, desaparecen las gafas y comete errores. Ahora ya es una mujer completa. Es evidente que la película muestra que feminidad e inteligencia y, en consecuencia, ciencia no son muy compatibles. Una mujer, científica experta y veterana, para tener una vida plena debe dejar la ciencia y ser, o hacerse, enamoradiza y un poco tonta.

 

Finalmente, otro ejemplo que se repite es el de la científica olvidada de la historia y con papel secundario: entre la élite de científicos británicos que trabajó duro para descifrar Enigma durante la Segunda Guerra Mundial, se encontraba una mujer. Una matemática brillante, Joan Clarke. La descubrimos en la película Descifrando Enigma (2014) interpretada por Keira Knigthley.

 

Reivindicando el papel de las mujeres en la ciencia

 

Esta pequeña muestra de películas nos lleva, una vez más, a poner en valor lo necesario que es celebrar el 11F. En palabras de Milagros Sáinz, hay que «hacer un esfuerzo para que las nuevas generaciones conozcan las aportaciones y contribuciones de las mujeres a los avances científicos. Recurrir a efemérides es un buen recurso para compartir aspectos destacados de la vida y obra de mujeres que han contribuido con su talento y creatividad a distintos avances. Además, es fundamental poner al alcance de la juventud más ejemplos de mujeres relevantes, pero también cercanas, que puedan servir de fuente de inspiración y modelo a seguir», concluye.

 

Pocos días después de nuestra cita con la ciencia, los enamorados tendrán otra de muy distinta índole. Que coincidan estas dos fechas señaladas en la misma semana es casi un oxímoron. Cuando el desempeño de la carrera científica por parte de las mujeres parece estar reñida con el amor y la vida de solícita esposa y, ya puestos, madre. Y si no, que se lo digan a la Dra. Constance Peterson (Ingrid Bergman en Recuerda).

 

Pero por forzado que resulte, algo tienen en común. Las leyendas que rodean a San Valentín de Roma cuentan que fue ejecutado un 14 de febrero al no querer renunciar al cristianismo y al haber casado a soldados en secreto después de que el matrimonio de estos profesionales fuera prohibido por el emperador Claudio II. Al fin y al cabo, el obispo romano y las sabias y científicas (también quemadas en la hoguera por brujas en la Edad Media) tenían un mismo «modus operandi»: la clandestinidad. Escondidas detrás de sus maridos o, simplemente, invisibilizadas, este ha sido el triste destino de muchas mujeres científicas a lo largo de la historia.

 

El reto actual radica en romper el círculo vicioso, darles su lugar y conseguir que las niñas y las adolescentes se proyecten en ellas y decidan, finalmente, enamorarse de la ciencia.

 

Para saber más:

CASADO, María José (2006). Las damas del laboratorio: mujeres científicas en la historia. Ed. Debate. ISBN: 978-84-8306-688-1

MUÑOZ GALLEGO, Almudena; JIMÉNEZ DE LES HERAS, José Antonio (2023). «Ciencia en femenino. La construcción del rol de la mujer científica en el discurso cinematográfico». Fotocinema. Revista Científica De Cine Y Fotografía, no. 27, págs. 57-85. DOI: https://doi.org/10.24310/Fotocinema.2023.vi27.16527

UOC News (2025). «11F: la UOC reivindica el papel de las mujeres en la ciencia». UOC [en línia]. Disponible en: https://www.uoc.edu/es/news/2025/dia-mujer-nina-ciencia

 

Citación recomendada

SANZ, Sandra. «Enamorarse de la ciencia». COMeIN [en línea], febrero 2025, no. 151. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n151.2509

género;  eventos;  ciencia;  investigación;  cine;  propiedad intelectual;