Lo sabemos desde siempre. El hombre convive mal con la incertidumbre. No saber qué pasará nos supera. No hemos aprendido a vivir con la incertidumbre, ni nosotros, ni los mercados de valores, que se tambalean al mínimo atisbo de inestabilidad. Y sin embargo, ¿qué hay más incierto que la propia vida? Lo acabamos de comprobar y, en realidad, seguimos instalados en ella. La pandemia de la COVID-19 ha evidenciado más que nunca nuestra vulnerabilidad.
Tres búsquedas son necesarias en el diccionario de la RAE para conseguir extraer una definición que aclare el significado de la palabra incertidumbre. 1) Incertidumbre: falta de certidumbre. 2) Certidumbre: certeza. 3) Certeza: conocimiento seguro y claro de algo. Firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor de errar.
Resulta un tanto inquietante que haya que ejecutar esos tres movimientos para llegar al sentido de una palabra que genera, precisamente, en sí misma esa sensación, la inquietud o la desazón de no saber qué pasará. Casi parece una broma. Pero dejando al margen esta traviesa observación, si nos fijamos en la primera acepción de certeza, aparece la palabra seguridad. Y en la segunda acepción, –¡aquí está!– temor. La incertidumbre y el miedo, siempre de la mano.
De hecho, existe un gran negocio –tan antiguo como el hombre– surgido para paliar ese desasosiego que produce la incertidumbre: las artes adivinatorias. Todo un nutrido equipo de profesionales (pitonisas, adivinas, tarotistas, astrólogas) dedicados a mitigar la inseguridad y el miedo.
Los cambios interpelan directamente a nuestra seguridad. Podríamos decir que estar seguro es encontrarse libre de miedos y tener cubiertas las necesidades. La seguridad, por tanto, está íntimamente relacionada con la ausencia de miedo y con el riesgo de ver amenazados los valores y nuestro sistema actual de vida. La relación entre seguridad y miedo es, evidentemente, inversamente proporcional. La falta de seguridad produce incertidumbre y la incertidumbre, miedo.
¿Quién no ha sentido miedo ante esta situación de pandemia? El miedo y la incertidumbre han sido el denominador común durante los tres largos meses de confinamiento. Miedo al contagio, a la enfermedad, a la falta de control, a las terribles consecuencias sociales y económicas derivadas. Incertidumbre por la duración de la cuarentena, por el futuro laboral, etc.
Según la pirámide de jerarquía de necesidades de Maslow (1943), después de que las básicas están cubiertas, aparecen la seguridad y la protección. El miedo y la incertidumbre derivan en estas necesidades.
Fuente: Wikipedia
Los psicólogos coinciden en que hay algunas cosas sencillas que nos daban seguridad y que hemos perdido, irremediablemente, durante la pandemia como son las rutinas y el contacto social. Con el tiempo, en los meses de encierro hemos creado algunas rutinas nuevas, siempre añorando las cotidianas. También hemos buscado el contacto social a través de otros canales: las llamadas telefónicas a amigos y familiares, los correos electrónicos a los compañeros con los que no hablábamos solo de trabajo y, por supuesto, los social media: WhatsApp, Twitter, Facebook… nos han conectado y nos han permitido hablar de todo esto. Es más, algunos hemos vuelto a estos espacios que ya no visitábamos, porque lo necesitábamos, porque, como también indican los psicólogos, una de las cosas que nos ayuda a combatir el miedo es hablar de ello.
De este modo, casi sin darnos cuenta, los social media han sido prácticamente nuestra tabla de salvación, incluso nuestro refugio. No solo han sido nuestra ventana al mundo y, además, nos han servido para informarnos y entretenernos; a la vez, nos han permitido crear una pancomunidad unida por el gran compromiso de quedarse en casa, junto al surgimiento de comunidades virtuales de carácter profesional donde encontrar estrategias para adaptarse a la nueva normalidad; también nos han regalado la posibilidad de encontrar seguridad contactando con la gente y mitigar el miedo contando lo que nos pasa y cómo nos sentimos.
Una emoción tan poderosa como el miedo, derivada en necesidad de seguridad y protección, consigue una gran motivación por cubrir esas necesidades e incluso en el propio logro. Bajo el paraguas de la etiqueta #yomequedoencasa pudimos encontrar esa seguridad y protección que buscábamos. Todo esto hizo que el concepto de comunidad adquiriera unas dimensiones inéditas. Probablemente, nunca antes desde la existencia de las redes sociales y los social media habíamos tenido la oportunidad de movilizarnos empujados por fuerzas de tal envergadura. Veamos algunos ejemplos de cómo los miembros de esta enorme comunidad han compartido sus emociones en Twitter.
30 marzo
Hoy no fue el mejor de los días, tampoco el peor. He tenido peores. Pensé que llevaba muy bien esto del aislamiento, pensé que era un día como cualquier otro. Hoy en especial me atacó la depresión, la ansiedad, el estrés, el miedo, la soledad, la tristeza, la incertidumbre… #yomequedoencasa
4 abril
No tengo miedo de la pandemia (creo), hoy es mi día 20 de aislamiento, me he estado cuidando. Todos esos sentimientos vienen de la incertidumbre que tengo de qué pasará cuando salgamos. Unos a retomar sus 8, 10 o 12 horas de oficina, otros directamente a la cola del paro… #yomequedoencasa
17 abril
Pues me acaban de llamar del hospital y el viernes tengo que llevar a 3 personas mayores a hacerse la prueba del Sintrom, eso es lo único que me da miedo, por ellos, los mayores #yomequedoencasa
Sin duda, muchos de nosotros podríamos suscribir algunas de estas palabras, o incluso hemos llegado a expresar algunas parecidas, utilizando así el poder de la comunicación para compartir lo que nos entristece o nos angustia. Los social media han tenido un papel vital en todo esto. No obviaremos que también han tenido su parte negativa con la sobreinformación y los bulos (los coronabulos), la otra pandemia. Pero, sin duda, nos han permitido mantener el contacto social –algo que de otra manera hubiera sido muy difícil de conseguir–, haciendo que nos sintiéramos más seguros y que habláramos de lo que nos preocupa, nos inquieta o nos perturba (sin necesidad de recurrir a astrólogas nocturnas). Cuesta imaginar qué hubiera sido de nosotros en estos meses sin estos mecanismos de escape. Quizás pudiéramos estar hablando de aún más casos de depresión o ansiedad. Es difícil saberlo. Lo único que podemos afirmar es que, sin ellos, esto hubiera sido diferente y probablemente peor. Nos guste o no, el homo socialis necesita el contacto social y las tan demonizadas redes sociales han podido paliar esta carencia impuesta por el confinamiento.
La pandemia de la COVID-19 conlleva que el miedo y la incertidumbre hayan estado y sigan todavía al acecho. Y los social media son ese sorprendente lugar donde no pueden encontrarte.
Cita recomendada
SANZ, Sandra. ‘Social media’, un lugar sorprendente donde la incertidumbre no puede encontrarte. COMeIN [en línea], julio 2020, no. 101. ISSN: 1696-3296. https://doi.org/10.7238/c.n101.2055
Profesora de Información y Documentación de la UOC