Número 86 (marzo de 2019)

'Fake science': el tsunami de la desinformación llega a la ciencia

Alexandre López-Borrull

Anteriormente en esta revista hemos hablado a menudo de la problemática que el fenómeno de las fake news representa para la política y el periodismo. Asimismo, es cierto que ha sido en estos dos ámbitos donde se ha dado a conocer más ampliamente, y ahora el término fake es empleado como primera respuesta para rebatir muchos discursos, premisas ideológicas e incluso propuestas programáticas. Trump abrió la puerta y ha marcado el final de la crisis y el inicio de una era en la que las grandes afirmaciones y los datos son empleadas, deformadas y deconstruidas hasta el no reconocimiento. En los Estudios de Ciencias de la Información y la Comunicación hicimos una jornada sobre el tema junto con el Centro de Estudios Jurídicos y Formación Especializada del Departamento de Justicia catalán. Aprovechamos para recomendaros la visión de las diferentes ponencias. 

En este nuevo fragmento de conocimiento, sin embargo, quería reflexionar sobre cómo el mundo científico tiene también como reto enfrentarse a la verdad, las medias verdades y la desinformación. Ciertamente y tal como ha ocurrido en otros ámbitos, no es nada nuevo, pero el marco mental de las fake nos conduce quizá inexorablemente a una crisis de la información más generalizada, así como una mayor desconfianza en las fuentes tradicionales de información. Si los medios de comunicación tienen este problema, no lo tiene también el resto de publicaciones, incluyendo también la publicación científica? En la pasada jornada de revistas científicas de la UOC que organiza periódicamente la Biblioteca de la UOC, Marta Aymerich, vicerrectora de Planificación Estratégica e Investigación de la UOC, nos recordaba el caso del famoso artículo publicado en Lancet sobre la falsa correlación entre vacunas y el autismo que tanta munición ha proporcionado al movimiento antivacunas, y que tanto se tardó en que fue retirado de la revista.

 
Desde mi punto de vista, bajo el paraguas de una visión de fake science podemos englobar dos fenómenos que se están produciendo a la vez y que en algunas disciplinas, sobre todo la medicina pueden darse a la vez sobre unos mismos hechos.
 
En primer lugar, nos encontramos con determinados conocimientos que aún no están firmemente asentados en la comunidad científica. Es decir, el método científico occidental, tan imperfecto como queramos, aún no ha aceptado ni validado globalmente la acupuntura, por ejemplo. Posiblemente, sin embargo, dos de los grandes debates médicos entre la sociedad y la academia se producen alrededor de la homeopatía y las vacunas. En una mezcla de pseudociencia, ideología y posverdad, hay una parte de falso en los conocimientos que una aproximación da por válida como la homeopatía y otras no la conciben ni dentro del marco del efecto placebo. Y este debate se extiende a las redes sociales y la publicación de libros, con grandes profesionales que están llevando a cabo una no siempre fácil tarea de divulgación que a menudo les comporta señalamiento en Twitter. Hay que reconocer su esfuerzo, el salir de las torres de marfil donde a veces se quedan los académicos.
 
 
En segundo lugar, hay una parte de la fake science que tiene lugar dentro de la propia comunidad científica, incluso la que tiene una mayor consideración y respetabilidad. En ésta, nos podemos encontrar con múltiples casuísticas relacionadas a cómo la verdad se retuerce múltiples golpes hasta dejar de ser reconocida. Pongamos por ejemplo y no por primera vez (ya hablábamos aquí en 2015) las revistas depredadoras, con un inexistente proceso de revisión, con ínfima calidad, preparadas para confundir y estafar científicos demasiado ingenuos o demasiado listos (véase un experimento). También podemos incluir artículos que han tenido que ser retirados para difundir mentiras o bien por no tener los datos suficientemente contrastadas, como este caso sucedido en la revista PLoS One o bien el último debate sobre el polémico (y aún por demostrar) nacimiento en la China de niños modificados genéticamente. Hay que reconocer en este sentido la labor de organizaciones como The Retraction Watch, que se esfuerzan por encontrar contenidos no suficientemente sólidos o contestados. Su existencia muestra, de nuevo, algunos de los problemas de unos procesos de revisión a menudo voluntarios.
 
fakescience
 
Es evidente que la fake science representa un problema en un entorno cada vez más competitivo, con rapidez y necesidad de publicar tanto rápido, tan a menudo y en tan pocas revistas (las de alto factor de impacto, los famosos cuartiles 1 y 2), para tener méritos suficientes para competir en financiaciones cada vez más migrados ya repartir entre cada vez más búsquedas. Podemos afirmar que esto la fake science no es sino la consecuencia emergente de la mercantilización de la ciencia, tanto por la parte de la producción (los científicos) como de la difusión (revistas y bases de datos).
 
Pero quisiera también poner el énfasis en uno de los espacios de conexión entre la información y la comunicación científica. En este caso, son las soluciones a las fake news similares a las de la fake science? En este sentido quisiera añadir tres ideas:
 
- Hace años se escuchaba una sentencia que decía algo como "Independientemente de la pregunta, la respuesta es Internet". Podríamos decir algo similar relacionado con los problemas de la ciencia. Independientemente del hecho de que tratamos, posiblemente la solución pasa por la ciencia abierta. Contenidos más abiertos permiten más gente escrutando su veracidad. Pero además, difundir los datos brutos de la investigación (considerando aspectos de privacidad, seguridad y la ética) es el mejor protector que los datos no son moldeadas para asumir las premisas que se quiera proyectar. En esta vertiente, las bibliotecas universitarias tienen un papel clave para hacerlo posible, poniendo años y años de experiencia sobre cómo estructurar y clasificar conocimiento. Pero nos falta también base de conocimiento para entender por qué sucede. Estudios como el de Scheufele y Krause pienso que ayudan a aproximarse al problema de la desinformación científica a la sociedad.
 
- Entendemos a menudo la ciencia ciudadana como un espacio de relación entre la sociedad y la academia donde la sociedad puede abastecer de datos, información y conocimiento a los científicos para colaborativamente generar de nuevo. Quisiera añadir que también debería ser la responsabilidad que los científicos tienen que salir a las redes y todo altavoz que tengan para elevar la presión por unos criterios éticos y morales comunes. Es decir, el científico en medio de la sociedad, divulgando, elevando el conocimiento de su entorno para lograr una sociedad más y mejor informada, también en ciencia.
 
 
 
- El periodismo científico tiene nuevas oportunidades, pero también retos. Además de poder ser un filtro de calidad entre la ciencia y la ciudadanía, puede convertirse en una fuente y una voz de referencia para ayudar a resolver los problemas de desinformación. Ciertamente, para las políticas de información quizás no puede conducir a ser un problema en las contiendas electorales, pero es asimismo cierto que en una sociedad donde se duda de la validez de las vacunas emergen problemas de salud pública importantes. Entidades de verificación antiguas como FactCheck (ver imagen anterior) hace años que tiene una vertiente dedicada a la ciencia. Últimamente, también el grupo Maldita ha puesto en marcha Maldita Ciencia
 
 
Finalmente, termino con el convencimiento que como científicos y profesionales de la información y la comunicación no podemos caer en el "que verifiquen ellos", sino que tenemos que ponernos a disposición de cada plataforma o entorno o red social donde podamos para defender la ciencia y sus conocimientos. No hacerlo pondría en riesgo no la publicación científica, sino el sentido de la propia ciencia. Nos encontramos en las redes, pues.
 
Cita recomendada: LÓPEZ-BORRULL, Alexandre. 'Fake science': el tsunami de la desinformación llega a la ciencia. COMeIN [en línea], marzo 2019, no. 86. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n86.1922.
 
ciencia;  comunicación política;  periodismo; 
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