Los gurús de las tecnologías, siempre tan atentos a las nuevas realidades, nos avisaron de que los medios sociales nos cambiarían la vida. Black mirror nos lo dibujó, y China, siempre tan discretamente, lo está ya empleando para moldear la sociedad. Lo que quizás en ese momento no teníamos presente es cómo cambiarían, también, las formas con las que se hace la lucha social y en la calle.
Hace ocho años escribía mi primer artículo en COMeIN, titulado «Países árabes: flujos de información que generan revoluciones», donde trataba cómo las protestas que habían tenido lugar durante la llamada primavera árabe se podían explicar, también, desde el punto de vista de la gestión de información, y cómo los poderes fuertes había intentado censurar todos los medios, sociales y de masas, para poder mantener el control del espacio público en la época de las protestas. Hoy, sabemos más sobre cómo las redes, y en especial Twitter, permitieron influir y derivar la queja generalizada y catalizarla como chispas en protestas en la calle. En lugares como Túnez las protestas llevaron aires nuevos de libertad, y en otros países, tales como Libia y Egipto, cada uno con sus diferencias y procesos aún en marcha, los resultados fueron más represión y empeoramiento de la calidad de vida. El mundo islámico ni es monolítico ni pretende serlo.
Mientras escribo este nuevo artículo, veo protestas en la calle, muchas de ellas con una ingente cantidad de gente, en Chile, Líbano, Hong-Kong y, evidentemente, Cataluña. Tanto si estás en la calle como si estás en otros lugares, desde la publicación de la injusta sentencia contra los presos políticos catalanes, hemos visto a la gente pendiente del móvil y, principalmente, de los medios sociales. A tiempo real, hemos sabido todo lo que está pasando y, también, lo que estaba a punto de suceder, diría que casi por primera vez. Gente sin experiencia en manifestaciones, tanto por edad como por dinámicas vitales, ha leído que la policía estaba subiendo por no sé qué calle dispuesta a cargar por no sé dónde más, conocimientos sobre cómo evitar los chorros de agua de los tanques, o bien qué hacer si eres detenido. Asimismo y por lo que dicen los primeros análisis, pueden haber sido las primeras grandes protestas de una nueva generación desencantada con muchas cosas, pero sobre todo con lo que consideran una injusticia. Seguro que no han sido los primeros ni los últimos jóvenes en sentirse así.
La diferencia, como decíamos, radica esta vez en cómo los medios sociales modulan el flujo de información y personas, a tiempo real. Nos encontramos con algunos canales en Telegram que incluso parecen competir para ser el medio más adecuado para informarse. No es un hecho despreciable, en tanto que cada organización tiene sus propios objetivos y su estrategia, desde la no violenta y de perseveración del canal de Telegram de Tsunami Democrático, con más de 380.000 suscriptores, hasta la de Anonymous Catalonia, con más de 240.000 y unos postulados más propios de la agitación constante y de choque con las fuerzas de seguridad. Ni tienen el mismo mensaje ni difunden el mismo número de mensajes. Otros canales menores, como el de los CDR Cataluña, la Asamblea y Òmnium, tienen del orden de 60.000. Así pues, nuevos canales, más difíciles de cerrar y con una capacidad ilimitada para movilizar y dirigir a la gente. Espontaneidad a ritmo de nuevos avisos. Pensemos por un momento en el impacto y la influencia que se tiene dando mensajes continuos a una masa de más de 200.000 personas. El sueño de cualquier experto en comunicación política, que trata de fidelizar seguidores en campañas electorales, y dos canales de colectivos expresamente anónimos y desconocidos marcan la agenda política del país. Telegram, que gana puntos por encima de los otros medios, mucho más ávidos de colaborar con los estados que los fiscalizan continuamente. Nuevos medios sociales para nuevos momentos.
Todo ello nos lleva a pensar y repensar cómo tienen lugar las revoluciones sociales y cómo pueden los medios sociales ser herramientas tanto o más (a veces) efectivas para llevarlas a cabo. Así, desde una visión de la gestión de la información, también es posible explicar los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Pensamos, por ejemplo, como en las series y los productos audiovisuales se recoge, compila y analiza intel (en este sentido, información), a fin de generar el conocimiento sobre lo que sucede o puede suceder, e intentar ser previsor. El éxito de las fuerzas de seguridad radica no solo en el monopolio del uso de la fuerza, sino también en encontrar, vía rutas democráticas, la información necesaria para poder contrarrestar posibles ataques terroristas. Es por estos motivos de eficiencia e información que se cruzan los límites de las libertades fundamentales, sea la Stasi en la RDA o Guantánamo y las torturas en Abu Ghraig, para conseguir información de calidad. El monopolio del poder depende, por tanto, también del monopolio de la información. No lo dudamos, el principal valor de los policías de paisano infiltrados en las manifestaciones es compilar información y entender con quién se están enfrentando. Inteligencia competitiva. La famosa cita: la información es poder.
Por eso estos días estamos viendo cómo a menudo las habituales estrategias de control de las masas parecen tener más dificultades, porque la organización y las redes sociales permiten dotar a estos movimientos de la misma eficiencia en la gestión de información. También en estos entornos, pues, es básico contrainformar y crear elementos de desinformación, como las convocatorias sorpresa o el espectáculo dantesco de un presidente del gobierno saliente por unas urgencias de un hospital. Medios sociales y movilización, arrebato y gestión de información.
Debemos ser un país extraño, de clases medias muy politizadas digitalmente. José María Ganyet relató de forma muy precisa cómo los catalanes nos tuvimos que hacer hackers en septiembre y octubre de 2017. Miquel Pellicer ha hecho una muy clarividente descripción del actual ciberactivismo en Cataluña. Convocados por una aplicación anónima y casi clandestina (con las Teresinas del país pidiendo QR), movilizados por canales de Telegram y avisados del movimiento de los cuerpos policiales por ciudadanos que lo envían de forma constante a bots que lo esparcen de forma automatizada.
Quizás nos encontramos ante un punto de inflexión sobre qué es el derecho a la manifestación. Leemos estos días como algunos de los objetos que las fuerzas de seguridad registran y decomisan son los móviles. Leemos como también están preocupados por las grabaciones que los ciudadanos anónimos (pero con móvil) hacen de las cargas policiales desde los balcones, juez mediático de la opinión pública. Que no se nos diga algún día que nos podemos manifestar, pero saliendo sin móvil en la calle. Parece que en el momento de más emergencia del 1 de octubre se puso sobre la mesa como opción cortar Internet para evitar el voto universal digital. Finalmente no se llevó a cabo, aunque se pisaron múltiples derechos digitales aquellos días, tal como mencionamos también en un artículo en esta misma revista y ha sido también bastante bien recogido en este otro artículo. Tecnológicamente y a nivel de inteligencia, es más interesante controlar un dispositivo que censurarlo, se puede extraer mucha más información relevante de unos contactos que cortando el acceso, tal como han comprobado los cuerpos de inteligencia en la lucha contra el yihadismo.
Y, finalmente, para encontrar un poco de aire viendo un helicóptero de naftalina, a la vez que navegas para estar pendiente de las redes y las nuevas movilizaciones que los nuevos actores están promoviendo, descubro una web donde podemos encontrar muchos de los lemas que se escribieron en las paredes de las facultades francesas durante mayo del 68. Frases y frases que marcaron a generaciones, entre una dura posguerra y el inicio de la mejora de la vida de la Europa occidental. Los cambios que influyeron también en la transición española. ¿Cómo habrían sido aquellas protestas con los nuevos medios que las tecnologías permiten?
Y es intentando entender el mundo y cómo cambian vertiginosamente sus ritmos que nos damos cuenta de que, mientras los jóvenes franceses gritaban que bajo los adoquines está la playa, quizás nuestros jóvenes, entre la yincana y la búsqueda de experiencias que implica la lucha en la calle, bajo los medios sociales encontrarán la verdad. Escuchémoslos.
Cita recomendada:
LÓPEZ-BORRULL, Alexandre. Catalunya: medios sociales y poder, es cuestión de información.COMeIN [en línea], noviembre 2019, no. 93. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n93.1973