La tercera ley de Newton o principio de acción y reacción dice que, cuando un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, este segundo reacciona ejerciendo una fuerza igual y en sentido contrario sobre el primero. En una aproximación social, esta ley, sin duda, parece cumplirse cuando valoramos la reacción que se ejerce contra los vectores históricos y sociales presentes en nuestra época, como la globalización, el feminismo, la conciencia del cambio climático y añadiría el papel en el progreso de la ciencia.
Así, se entiende que a menudo encontremos concurrencia de teorías negacionistas y de la conspiración que suelen afectar, mezclan y amplifican algunos de estos vectores. Demos un par de vueltas más al hecho negacionista, porque también es en este caldo donde las fake news hallan la capacidad de viralizarse que no habrían encontrado en otros momentos.
Negacionismo y disidencia, fronteras difusas
En primer lugar, querría dejar patente que, desde mi punto de vista, negacionismo no es lo mismo que una cierta disidencia científica o de derechos. Así, no siempre sería negacionista en el caso de la COVID-19 quien es crítico con la obligación del uso de la mascarilla en espacios abiertos, ya sea desde las evidencias o desde la visión de la cesión de derechos individuales que obligan a las restricciones propuestas por el bien común. De este modo, el disidente puede entrar en el discurso y emplear el método científico, a pesar de que a menudo cuestionará la consistencia de evidencias, posicionamientos, e incluso se acoja a la visión más ortodoxa de la ciencia, por ejemplo, este es el caso del debate inicial sobre si el SARS-CoV2 cumplía los postulados de Koch, una discusión ya recurrente en caso del sida, y que, aun siendo un debate técnico o conceptual, no evita que la pandemia esté sucediendo. Posiblemente, un disidente pueda entrar a cuestionar este hecho, mientras que un negacionista lo empleará para construir un castillo de naipes con teorías disparatadas para justificar lo que para él es una carencia de la ciencia y, ante la incertidumbre, proponer una explicación simple y distorsionada de lo que está pasando.
Precisamente, por este motivo, hay que considerar que la opinión pública y publicada tampoco tendría que etiquetar cualquier expresión de crítica científica y social, legítima, como negacionista. No cualquier manifestación en contra de la gestión de la pandemia ni una visión crítica de las consecuencias deberían ser etiquetadas como tal, porque eso empobrece el conocimiento y, de hecho, arrincona y expulsa del debate público a algunos actores que no querrían estar dentro del campo del negacionismo imaginativo. También es libertad de expresión y no es necesario añadir motivos en momento de desgaste social, por decirlo de alguna manera. Por tanto, considero que siempre es mejor mantener un diálogo constante con la disidencia, porque, sin duda, en el ámbito social permite una mayor cohesión y menor polarización.
Concurrencia de negacionismos o lluvia sobre mojado
En primer lugar, las estadísticas. Tal y como a menudo me gusta mencionar y detallar, merece la pena echar un vistazo a los datos respecto a las creencias de determinados rumores o fake news en el caso de EE.UU., donde es habitual encontrar estadísticas en torno a los bulos científicos. Así, según Forbes, en 2018, dos tercios de los millennials de EE.UU. creían que tierra era redonda. A su vez, según el Pew Research Center, en 2019, un 18% de los estadounidenses no creía en la teoría de la evolución, mientras que Statista nos ofrecía datos de que en 2019 cerca de un 10% de los norteamericanos entre 18 y 49 años creía que la llegada a la Luna era un montaje (en el país que la llevó a cabo y donde fue un hito histórico en la Guerra Fría). Siempre menciono que espero que, al menos, sean las mismas personas, porque eso querría decir que este tipo de rumores están más contenidos. Paradójicamente, sin embargo, eso querría decir que existe un núcleo duro que niega sistemáticamente evidencias mayoritarias y que en los momentos de incertidumbre, y de más preguntas que respuestas, se cierra en banda a las posiciones mayoritarias y prefiere las afirmaciones erróneas pero reconfortantes, porque dan una explicación diferenciada de «son las cosas que pasan» que a menudo cuesta aceptar.
Así, por ejemplo, si seguimos, más por curiosidad científica y paciente que por otra cosa, los perfiles de Twitter como @Vizcuri, vemos que pueden mezclar tranquilamente diferentes tipos de teorías de la conspiración y negacionistas. En este perfil es habitual que todavía esté esperando y promoviendo la Tempestad y el Gran Despertar (the Storm and the Great Awakening), los conceptos de la conspiración promovida por QAnon con la que el expresidente Trump (como me gusta escribirlo así) jugó y salió escaldado. Sin embargo, este mismo perfil promueve visiones negacionistas de la COVID-19, como se puede observar en el siguiente mensaje. Por cierto, que no lleve a error la bandera del perfil, también existe un núcleo duro negacionista dentro del independentismo catalán.
Fuente: Twitter
Sin duda, esta concurrencia y amplificación de los mensajes me parece muy preocupante, porque actúan como si fuesen un gran multiplicador audiovisual, donde se puede comprar una conspiración y, poco a poco, te vas quedando el paquete como puerta de entrada al descrédito de la centralidad científica y mayoritaria. Una vez convencido y ante la falta de voluntad para dialogar, quedaría «secuestrado» y solo interesado en estas fuentes. Así, un día te dicen que no lleves mascarilla o que no te vacunes, pero igual otro día te dicen que vayas al Capitolio a exigir lo que te han dicho que te han robado.
Negacionismo y globalización, ¿los perdedores de la historia?
Como mencionaba en la introducción del artículo, el negacionismo toma dimensión global durante la pandemia, lo que hace que se sienta fuerte y con capacidad de atraer a la gente. Las principales teorías iniciales sobre la COVID-19 y el vínculo con Bill Gates, Soros y la tecnología 5G nos dicen que viene una resistencia contra el cambio, el progreso y, en el fondo, contra la globalización, sería lo que desde VOX promueven como globalismo o soberanía, ahora que llevan las disyuntivas en cuanto a la comunicación política. Una de las teorías negacionistas que sostiene todo lo que pasa de una forma simple, con mensajes sencillos, pero inteligibles, y con certezas donde científicos y Administraciones todavía dan incertidumbres, situaba la pandemia dentro de la estrategia de que creación de lo que denominan de forma recurrente como el Nuevo Orden Mundial (New World Order). Tengamos en cuenta este estudio de la Universidad de Cornell, del que Statista hizo una gráfica en octubre de 2020.
Fuente: Statista
Respecto a esta teoría, habría que tener en cuenta la vertiente estadounidense, de la que ya se hablaba desde hace cien años, aunque no necesariamente ligada en ese momento a la gripe de 1918, sino a algo que envuelve la democracia de EE.UU. desde hace mucho tiempo. Sin duda, si nos referimos a la misma conspiración, no parece ser muy eficiente, pero ha servido muchas veces para justificar esta visión del statu quo poderoso y del gobierno de los millonarios, ante el gobierno del pueblo, una retórica que Trump supo usar para llegar al poder, aunque no lo suficiente para conservarlo en un segundo mandato.
Es evidente que la globalización es un proceso que genera contradicciones y sus perdedores, y no lo digo en el sentido paródico de loser, sino en cuanto a las desigualdades que se generan con la ciudadanía y los países cada vez más ricos, frente a personas y países cada vez más pobres. Y estos que se sienten perdedores en esta visión y relato de la historia generan otros relatos para explicar por qué han perdido, por qué no entienden su mundo. En mi opinión, está claro que alguno querrá aprovecharse de la situación y saldrá beneficiado, pero la idea de que todo esté planificado da demasiada fuerza a la humanidad y poca al azar.
De la periferia a las clases medias, vía viralización en las redes sociales
Sí, teorías negacionistas siempre ha habido: Hitler no murió y Elvis vivía en Murcia. Pero habrá que considerar que más que nunca lo que ha cambiado ha sido la potencia y la escala de las redes sociales. Claro que en el siglo XX existían pequeñas revistas en apartados de correos fuera de los centros de decisión y visibilidad, y probablemente contaban con un público fiel. Pero, por decirlo de alguna manera, las clases medias tenían «anticuerpos» respecto a estas ideas. La pandemia nos ha permitido ver que eso no es así. Hablamos de la segunda fase de la viralización de las fake news, no de los creadores, que pueden ser conscientes de que son mentira o generan dudas, sino de gente que en condiciones normales no hubiera dado credibilidad a ideas conspiracionistas, pero, ante la incertidumbre y la falta de respuestas claras para entender lo que ha pasado, ha llegado a considerar ideas negacionistas, porque dan una respuesta fácil y plausible (porque eligen los datos que les interesan, no el contexto general).
Además, hay que ser conscientes que, por primera vez y gracias a las nuevas tecnologías del móvil, se han generado grandes productos audiovisuales. Tengamos en cuenta que no hablamos de un meme mal hecho y viralizado sin más recorrido que una sonrisa, hablamos de productos como Plandemic o The Big Reset, de gran peso y que envuelven mejor toda una serie de dudas y datos, con suerte sesgados, o directamente mentiras.
El negacionismo como hecho ‘cool’ y políticamente incorrecto, cola de león o cabeza de ratón
Sin duda, el negacionismo también tiene un factor ideológico de no formar parte de la mayoría, de preferir ser el principal líder de una visión disparatada, antes que uno más de la sociedad que cree en las evidencias científicas, que pueden considerar aburridas. Me preocupa, no obstante, el que este hecho alternativo se considere cool , como cuando se ponía en valor el no saber inglés o hablarlo mal y que tanto daño nos ha hecho. Muchos vídeos de YouTube e influencers han crecido gracias a mensajes que jugaban con los rumores científicos y hay que estar atentos a que entre la gente más joven no se convierta en un hecho contracultural que lleve a un comportamiento sectario y crítico con la ciencia, porque los necesitaremos en la lucha contra el cambio climático.
Esta visión políticamente incorrecta de ir a la contra es lo que pienso que explica, por ejemplo, por qué las principales celebrities que han promovido ideas negacionistas sean gente conocida, pero que ya no forman parte del foco relevante, como Miguel Bosé, Bunbury o, recientemente, Victoria Abril. Equivocados, al menos hay que reconocer que expresan públicamente lo que piensan. Me hace pensar que, en privado, hay muchos más. Ciertamente ayudan a amplificar ideas de perfiles, son la espuma que difunde un mensaje que no debería tener crédito.
Negacionismo para socavar la democracia: ¿agenda oculta?
No nos dejemos engañar por la vertiente a veces divertida del negacionismo, desde una visión central o científica. Entendamos sus riesgos. A menudo es un aprendizaje, un ensayo. A veces vemos el fenómeno de las fake news como un tsunami que llega con una gran mentira que nos esforzamos en desmentir, pero hay que considerar también que puede llegar como la suma de pequeñas olas que poco a poco erosionan las rocas de la costa. Es más lento, pero más irreversible.
Por tanto, hay que estudiar y entender el negacionismo, porque nunca como hasta ahora ha tenido tanta fuerza y, como vemos, actúa como los vasos comunicantes: cuanto más desgaste y cansancio social y cuantos más errores por parte de la comunicación institucional, más fácilmente puede encontrar un público que, en condiciones normales, no le hubiera dado margen de credibilidad. Esta idea puede ser muy golosa para colectivos que sí tienen una agenda oculta, repleta de odio, contra el statu quo y contra lo diferente. Nos van las redes sociales y no hablo de las tecnológicas.
Cita recomendada
López-Borrull, Alexandre. Negacionismo o el principio de acción y reacción de las redes sociales: conspiracionismo y globalización. COMeIN [en línea], marzo 2021, no. 108. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n108.2121