Número 95 (enero 2020)

Elecciones presidenciales EE.UU. 2020: 'Happy fake year!' (I)

Alexandre López-Borrull

Apunten una fecha: el 3 de noviembre de 2020. Tal vez para algunos sea el único dato seguro: el día de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Y tengan paciencia, esto no ha hecho más que empezar, dado que los medios todavía están tratando el tema de forma bastante alejada. A medida que avancen las primarias, la ola irá siendo más grande y finalmente, de nuevo, volverán a ser unas elecciones globales y omnipresentes. 

En comunicación política está bastante aceptado que en la campaña de Estados Unidos se llevan a cabo algunas de las principales innovaciones que luego se extienden, interpretan y replican (en mejor o peor forma) en el resto de los ámbitos, como hemos visto en el caso del tratamiento y la presencia en los medios sociales, los puerta a puerta o la publicidad negativa. Pero el interés de este artículo está relacionado con el hecho de que la lucha Trump vs. Clinton y la posterior victoria del empresario nos trajo también el tsunami de las fake news. Recordemos, de nuevo, aquella rueda de prensa.

 

 

Expertos en fake news y Trump (¿redundante?, quizá sí tal y como evoluciona el personaje y ha compilado el Washington Post), como Miquel Pellicer, ya anuncian que será un año complicado en este sentido. También desde los estudios de Ciencias de la Información y la Comunicación, en un artículo escrito en el blog, lo hemos identificado como un reto. Aunque ya hemos reflexionado anteriormente sobre desinformación y comunicación política, creemos que vale la pena dar una vuelta más y prepararnos por lo que puede marcar la agenda política. Teniendo todo esto presente y lo mucho que se está reflexionando en torno a las fake news con relación a la política, ¿donde queda la verdad en estas próximas elecciones? ¿Serán las fake news peores o mejores? He aquí que estas preguntas nos permiten considerar una serie de recomendaciones e ideas que pueden tener cabida en el centro del debate político y de los medios. Los profesionales de la información y la comunicación contaremos con un gran evento del que podemos aprender, de nuevo, los límites del comportamiento humano. Así pues, en cuanto a estas elecciones, la comunicación política y, sobre todo en relación a la desinformación (fake news), hacemos las siguiente reflexiones:

 

1. Sería bueno tomar el pulso a los hechos, a los datos, así como al alma de EE. UU. antes de los resultados, no después

 

Para entender las fake news, su viralización (y sus posibles efectos), por qué se difunden y quién lo hace, hay que conocer el contexto emocional y sociológico de la población. Demasiadas veces se ha intentado explicar a posteriori, sin ninguna pista de lo que podía tener lugar. Lo hemos podido comprobar en el caso del Brexit y el inesperado resultado de las últimas elecciones en el Reino Unido, aunque siempre es inesperado cuando no se quiere comprender lo que sucede y es más sencillo culpar a la desinformación que emitir un análisis complejo y crítico. Siempre he defendido que Europa no mira bastante en Estados Unidos (de hecho, no se miran, como está pueden comprobar geopolíticamente en los últimos años) y no supo entender cómo se movía el pensamiento profundo del estadounidense para no saber vislumbrar (ya no digo avanzar) el resultado de las votaciones de 2016.


En cualquier caso, ahora no debería resultar nuevo, pero eso no lo hace más justo. Nada más terminar el recuento de las elecciones, los no expertos empezamos a escuchar que no se había analizado bien lo que pensaba el cinturón de óxido (rust belt), donde tanto habían afectado la desindustrialización y la crisis. Aprendimos también que Hillary Clinton no había hecho suficiente campaña en el muro azul (blue wall), los dieciocho estados que votaron demócrata durante veinte años (1992-2012) y donde Clinton se dejó robar tres de estos estados para Trump (Michigan, Pensilvania y Wisconsin). Es, por tanto, momento para analizar qué ha estado sucediendo durante estos cuatro años, más allá de la caricatura fácil de Trump. ¿O no eran Berlusconi y Aznar muy caricaturizables y ganaban elecciones? Esto significa tener presencia habitual por parte de los medios, corresponsales e ir tratando el tema de forma proactiva.

 

2. Datos que se han de considerar para entender el terreno de juego de las fake news en las próximas elecciones en Estados Unidos

 

Con el fin de prevenir las acciones y las reacciones en torno a las noticias falsas. A continuación, se exponen algunos datos extraídos de diversas investigaciones empíricas:

 

– Ya a finales de 2016, un estudio del Pew Research Center decía que dos tercios de los estadounidenses creían que las fake news habían aportado un escenario de mucha confusión en torno a la confianza en los hechos y los datos.

 

– En julio de 2019, otro estudio del mismo centro indicaba que el nivel de confianza actual con el gobierno federal y entre los propios americanos es muy bajo y con bajas expectativas de mejora.

 

– Un año antes, el Pew Research Center realizó otra investigación donde se probó la dificultad de diferenciar entre hechos y opiniones. En una encuesta a cinco mil personas, se vio que, de diez enunciados, menos de un 30% de los participantes validaba que cinco hechos lo eran, mientras que solo un tercio identificaba las cinco opiniones. Aquellas personas con conocimientos tecnológicos, confianza en las noticias y conciencia política acertaban menos. Además, tanto si eran republicanos como demócratas, tendían a dar como hechos opiniones más cercanas a su ideología.

 

– En uno de los últimos estudios del mismo centro (octubre 2019) en torno a las noticias y los medios sociales se concluyó que:

 

– Un gran porcentaje de norteamericanos empleaba Facebook (71%) y un 52% se informaba en esta red social.

 

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– Por otra parte, el 62% de los encuestados creía que las empresas de redes sociales tienen demasiado control sobre las noticias que los usuarios ven.

 

– Por último, se destacó que más de la mitad de los estadounidenses consideraba que las noticias con sesgo hacia uno de los partidos (republicano y demócrata) y las erróneas eran los principales problemas de estas en los medios sociales.

 

– El portal de estadísticas Statista también ofrece datos con relación a la desinformación en EE.UU. Destacaría las siguientes:

 

– El 80% de los adultos entre 18 y 29 años consideraba en 2017 que las fake news eran un grave problema para EE.UU.

 

– Solo un 30% de los hombres y un 14% de las mujeres se sentían, en 2017, seguros a la hora de discernir entre noticias ciertas y falses.

 

– Dos tercios de los encuestados dijeron que con toda seguridad (33%) o probablemente (34%) se encontraron con noticias falsas durante la campaña electoral de 2016.

 

3. Deepfake, todo está por deshacer y aún todo es posible

 

Aún no sabemos por dónde irán las nuevas noticias falsas esta campaña, pero, a medida que se aproxime la fecha de inicio y sobre todo cuando se acaben las primarias, veremos si la inmigración y la crisis marcarán los discursos o bien lo harán el cambio climático o la política internacional. Lo que sí sabemos es que las deepfake basadas en inteligencia artificial tendrán un papel y será cada vez más difícil para el ciudadano con menos destrezas saber si se encuentra con un vídeo cierto o falso, sobre todo en pantallas pequeñas como las del móvil, o bien si es el círculo de confianza el que lo envía. En espera del rival demócrata, pongamos dos ejemplos en este sentido:

 

– Un deepfake de Trump, aunque bastante torpe, de una ONG francesa que quiere hacer énfasis en la lucha contra el sida.

 

 

– Un deepfake de Trump sobre la imitación que hace Alec Baldwin en el programa Saturday Night Live. Puede parecer surrealista con hacerlo a partir del imitador, pero el resultado es espectacular. Trump y Baldwin ya se han hecho reproches públicos en las redes sociales, donde el presidente, cómo no, citó a la NBC como fake news. Con Trump, pues, la ficción nunca puede superar la realidad.

 

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4. El gran acierto de Trump: los medios son el auténtico statu quo que se ha de combatir, no solo el poder federal


Tal como relatan los expertos, el cambio que introduce Trump en el discurso tiene mucho que ver también con situar a los medios en el centro del statu quo y, por tanto, sacar la credibilidad y negar el papel de contrapeso al resto del poderes, como si pasara de ser el cuarto al segundo. Tradicionalmente, se halla en la línea libertaria (como se entiende en EE.UU.) donde la voluntad es adelgazar el Estado lo máximo que se pueda, donde Washington era la capital de todos los males y el stablishment (tal como la entendía), una línea del partido republicano representada por el Tea Party y los hermanos Koch como grandes financiadores.

Así, en la nueva estrategia implementada por Steve Bannon y tal como describe en una excelente reflexión Sean Iling, los demócratas no eran el rival a batir, sino que lo eran los medios: “The real opposition is the media. And the way to deal with them is to flood the zone with shit”. Por lo tanto, era necesario generar desinformación en el concepto en inglés disinformation, creada expresamente para confundir y sabiendo que no es cierta, a diferencia de la misinformation, que es compartida pensando que es cierta. De hecho, y dada la viralización, puede que en la creación fuera disinformation, pero un usuario que lo redifunde lo hace de forma que se puede considerar misinformation, porque le da validez.

 

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5. Todo ello en un país que persigue duramente a los reveladores de información y ralentiza los garantes de la verdad


Finalmente, y en una agenda marcada por las fake news, no quisiéramos dejar de reflexionar sobre cómo se trata a los que difunden información cierta pero sensible para los Estados. En este sentido, y con relación a la verdad y los valores de justicia, transparencia y hacer las cosas de forma correcta, solo hay que ver cómo la opinión pública y el sistema de justicia han tratado tradicionalmente a los reveladores de información cierta (whistle blowers). La «Garganta Profunda» del Watergate estuvo más de treinta años sin decir su identidad, Edward Snowden está exiliado en Rusia, Chelsea Manning fue condenada a 35 años de prisión (se conmutó la pena en los últimos días del mandato de Obama) y Julian Assange está agotando sus opciones antes de ser extraditado a EE.UU. desde el Reino Unido. Aprovechamos para hacer una recomendación audiovisual: la película The Report, que muestra de forma cruda y acertada las dificultades y trabas burocráticas que encontraron el investigador Daniel Jones y la senadora Dianne Feinstein para hacer el informe sobre las torturas por parte de la CIA a los detenidos alrededor del 11S. Este informe dio lugar a la enmienda McCain-Feilstein para abolir el uso de torturas en los interrogatorios.

 
La próxima semana veremos otros aspectos sobre la visión de la desinformación en campañas electorales como la americana. ¿La verdad es secundaria en las primarias? ¿En qué consiste la desinformación para hacer que los votantes de tus rivales no vayan a votar? Sobre todo, desvelaremos qué persona –según mi punto de vista– se juega tanto como los futuros candidatos a las elecciones. Una pista: se inventó una red social y tiene más datos de ti de lo que tú crees.

 

Cita recomendada

LÓPEZ-BORRULL, Alexandre. Elecciones presidenciales EE.UU. 2020: ‘Happy fake year!’ (I) . COMeIN [en línea], enero 2020, no. 95. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n95.2008

 

comunicación política;  medios sociales;  periodismo; 
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