Uno de los temas relacionados con la historia de la comunicación a los que se presta poca atención es el del espacio que ocupan, transforman o crean los medios. Tomemos el ejemplo de la televisión. Su implantación implicó una transformación del espacio, incluso la construcción de entornos físicos especialmente diseñados para su desarrollo. No nos referimos a la infraestructura de telecomunicaciones necesaria para transmitir sus contenidos, sino a la colonización literal del espacio físico, a su imbricación en el tejido mismo de la realidad cotidiana.
Apunten una fecha: el 3 de noviembre de 2020. Tal vez para algunos sea el único dato seguro: el día de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Y tengan paciencia, esto no ha hecho más que empezar, dado que los medios todavía están tratando el tema de forma bastante alejada. A medida que avancen las primarias, la ola irá siendo más grande y finalmente, de nuevo, volverán a ser unas elecciones globales y omnipresentes.
Hace algo más de un año, circulaba por la vida con el piloto automático activado. Tenía trabajo, pareja y lugar de residencia estables. A nivel profesional, sobre todo, hacía más de dos años que trabajaba en la misma empresa y ya me conocía todos los protocolos de actuación. Me di cuenta de que necesitaba un reto, algún imprevisto que trastornara la rutina y me hiciera coger, de nuevo, el volante: ¿qué tal, por ejemplo, un máster en la UOC?
El reciente estreno de Drácula, coproducida por la BBC y Netflix, ha levantado fuerte expectación, además de no poca polémica por las libertades tomadas respecto al original literario y a las estructuras narrativas y temporales tradicionales. No es de extrañar, pues detrás de él se encuentran Mark Gatiss y Steven Moffat, quienes ya transgredieron con Sherlock.
Educación mediática, educomunicación, media literacy… Son varios los términos, incluso las tradiciones y los enfoques, que se encuentran detrás de este concepto. Una enseñanza que resulta fundamental para desarrollar conocimientos y habilidades necesarios para prevenir riesgos, pero también para aprovechar las posibilidades que brindan los medios. Un prisma desde el que se proyectan diferentes haces que iluminan nuevas prácticas y tendencias, en un contexto en el que las tecnologías de la información y la comunicación constituyen una parte esencial de nuestra vida cotidiana.
Aunque la efeméride ha pasado bastante desapercibida, durante 2019 se cumplió el centenario de la creación de la primera empresa consultora de relaciones públicas del mundo. La profesión, pues, inicia este 2020 su andadura hacia el segundo siglo de vida.
El pasado 12 de diciembre los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC hicieron entrega de los premios a los mejores trabajos finales de sus programas académicos del curso 2018-2019; unos galardones que reconocen el esfuerzo, la calidad y la madurez académica de un grupo de estudiantes que, con esta gala, cierran una etapa.
Desde la cómoda burbuja en que nos instalan las sociedades liberales modernas más abastadas, la amenaza del cambio climático sonó, durante mucho tiempo, como un mantra suave, casi imperceptible. Hoy es como un grito que intenta hacernos despertar de la pesadilla de nuestra inminente autodestrucción. Pero revertir el cambio climático no es una tarea fácil. Requiere un cambio meridiano de hábitos y estilos de vida, así como la capacidad de comunicar y hacer visible el impacto que estos mismos tienen sobre nuestro planeta.
La agenda creciente de conferencias en torno al periodismo digital pone en evidencia el enorme interés que las nuevas y diferentes modalidades de difusión de la información a través de internet están teniendo. El conflicto entre rigor y necesidad de inmediatez informativa, que acompaña fenómenos como la sobreinformación, la intoxicación o las noticias falsas, permite hablar de una emergencia en un sentido desdoblado, entendido como urgencia de conocimiento de técnicas, de formación y de comunicación de experiencias.