ArtículosNúmero 117 (enero de 2022)

Científicas y científicos, ¡no bajéis del escenario!

Alexandre López-Borrull

Más allá de las opiniones favorables o no a los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, una de las imágenes icónicas es, sin duda, el caos generado durante la ceremonia de clausura, mientras cantaban los Manolos y una multitud de atletas subía al escenario. En aquel desorden, destacó la voz del recordado Constantino Romero pidiéndoles que bajaran del escenario. Parafraseo aquel llamamiento para hacer el mío a científicas y científicos: ¡Por favor, no dejéis las redes sociales! En este artículo explicaremos el valor del trabajo que hacen, por qué es necesario que estén en estas y por qué se pide no abandonarlas, así como el modo de lograrlo.

En primer lugar, por supuesto, pondremos en contexto el fenómeno del acoso a las opiniones científicas en las redes sociales. En octubre de 2021, la revista Nature dedicaba algunos apartados a tratar el tema, sobre todo a raíz del artículo de Bianca Nogrady en el que se hacía eco de una encuesta que se había llevado a cabo con personal científico que había expresado y compartido contenidos en las redes con relación a la COVID-19 durante la pandemia. La encuesta hacía aflorar una problemática, dado que más allá del posible sesgo y representatividad de los resultados, más de dos tercios de los investigadores respondieron que habían tenido experiencias negativas como resultado de sus apariciones en los medios de comunicación o de sus comentarios en las redes sociales, y el 22 % había recibido amenazas de violencia física o sexual.

 

No es un fenómeno nuevo, como el propio editorial de Nature expresaba. El acoso a científicos se ha producido a menudo, bien por grupos conspiracionistas de chemtrail hacia investigadores del medio ambiente, bien por parte de colectivos críticos con las evidencias científicas por el cambio climático o bien por parte de grupos radicales de defensa de los animales hacia científicos y científicas que experimentaban con estos. Sin embargo, en tales casos, a menudo surgían puntualmente después de apariciones en medios de comunicación. Opino que, en el caso de la COVID-19, el fenómeno adquiere una dimensión diferente y por este motivo me parece más grave que nunca.

 

A partir de la noticia de la UOC que contextualizaba la encuesta de Nature, tuve la oportunidad de escuchar y leer de primera mano cómo Salvador Macip explicaba las amenazas que recibía, los ataques coordinados desde comunidades que apuntaban a este o bien al profesor Alberto Nájera. Quienes llevaron a cabo una tarea necesaria de divulgación en momentos de incertidumbre recibían algunas respuestas. El propio Macip, por ejemplo, ya apunta en su propia bio de Twitter que «Aviso: bloqueo a terraplanistas, maleducados y cuñados en el segundo tuit». El primer pensamiento que me viene a la cabeza cuando leo estos casos, y muchos más, es de absoluta injusticia. Y lo vincularé con mi campo de trabajo, la desinformación.

 

Lucha contra la desinformación en las redes sociales

 

Durante la pandemia (e infodemia, con relación a la información) pusimos mucho énfasis en el hecho de que campaba a sus anchas mucha desinformación en las redes sociales, y pedimos y agradecimos al colectivo científico que entraran en los debates, en los medios de comunicación o en los hashtags para aclarar dudas. En catalán, por ejemplo, hemos visto la emergencia de perfiles como los de Clara Prats, Daniel Prieto-Alhambra o el propio Salvador Macip, quienes explicaban lo que sabíamos, lo que pasaba, y debatían sobre las acciones que debían llevarse a cabo y su contexto. También hemos visto perfiles como los de Oriol Mitjà y Àlex Arenas que han hecho un gran trabajo a la hora de explicar las cosas difíciles de una forma sencilla, a pesar de que en el caso de estos dos científicos también se comentó que hacían un trabajo legítimo de crítica a las administraciones, más o menos vehemente, con el que trataban de incidir en el estado de opinión para influir en las decisiones de estas. Por lo tanto, en estos casos, y a raíz del posible juego de crítica a los responsables políticos, también han recibido críticas más posicionadas en el debate político.

 

Pero, volviendo a la desinformación, ¿cómo pensamos luchar contra la desinformación si nuestros mejores talentos se excluyen de las redes? ¿Cómo dar tranquilidad a una ciudadanía y ayudar a luchar contra las fake news si no ofrecemos un contenido con valor en el debate en las redes? Aun así, también opino que habría que tener en cuenta un par de aspectos. En primer lugar, tal y como señala el propio editorial de Nature, hay que incidir y apoyar desde las instituciones al colectivo científico que sufre el acoso. ¿Lo han hecho lo suficiente? En segundo lugar, es cierto que es una cuestión de ruido, y que la mayor parte de los seguidores agradecen los comentarios, pero a menudo el silencio se puede malinterpretar. ¿Tiene que ser el propio científico o científica quien bloquee los perfiles amenazantes, o podemos informar al respecto en cada uno de nuestros perfiles en la propia plataforma? Sí que hay algo que los lectores debemos hacer: apoyo y ayudar a bloquear.

 

La exposición mediática de los científicos

 

Es cierto que la exposición mediática de estos científicos y científicas es algo nuevo. También lo es que, a diferencia de algunos deportistas, celebrities y tertulianos habituales, esta visibilidad mediática les ha sorprendido. Nadie los había preparado para esto. Asimismo, algunas revisiones de artículos (de doble ciego, normalmente) pueden ser crueles, injustas y caer en argumentos ad hominem), pero la imposibilidad de debatir y contraargumentar ha resultado una novedad para gran parte del colectivo científico.

 

En este sentido, y para superar mejor muchos de estos comentarios, sobre todo en las redes sociales, hay un documento muy interesante publicado en 2019 por el Science Media Centre del Reino Unido, en el que mencionan de entrada que el colectivo científico ha de estar preparado para el escrutinio, la crítica y una visión contraria, pero también reconocen que «algunos investigadores que trabajan sobre temas de alto perfil que atraen controversia, como la radiación, el cambio climático, la investigación con animales, el síndrome de fatiga crónica, o los estudios de género, también se han encontrado atacados por personas que tienen puntos de vista extremos sobre su investigación». Evidentemente, ahora podemos añadir también la COVID-19. Así mismo, el documento plantea algunas estrategias generales sobre cómo tratar de resolver y poner en contexto estos casos, y sobre todo valorar su papel en las redes sociales y sus implicaciones. Muy recomendable.

 

En este sentido, y también para ofrecer un contexto, hay un par de frases literales del editorial que dicen: «Tomar medidas para apoyar a los científicos que se enfrentan al acoso no significa silenciar la crítica y la discusión fuertes y abiertas. La pandemia del coronavirus ha asistido a numerosos desacuerdos y cambios de opinión a medida que han llegado nuevos datos, así como a diferentes posturas sobre qué políticas adoptar». La aceptación del pensamiento crítico vehiculado con educación es crucial para alejar la crítica negacionista de la ciencia como una nueva religión.

 

Finalmente, desde el punto de vista personal, deseo agradecer a todas aquellas personas que han aportado su granito de arena para que la información en las redes sea más valiosa, aportando valor y ayudando a eliminar contenidos falsos. A veces, una tarea desagradecida, de hormiguita, pero necesaria. ¡Gracias!

 

Citación recomendada

LÓPEZ-BORRULL, Alexandre. Científicas y científicos, ¡no bajéis del escenario! COMeIN [en línea], enero 2022, no. 117. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n117.2201

comunicación científica;  medios sociales;  gestión del conocimiento;