Un título alternativo podría haber sido «Epílogo de Trump, cuando la verdad es un plato que se sirve frío», pero dos cosas han hecho que me lo replanteara. En primer lugar, soy plenamente consciente de que el refrán inglés «Revenge is a dish best served cold» se refiere a la venganza, pero pensaba que el juego de palabras me permitiría evidenciar que si alguien se la tenía jurada a Trump era la verdad. Motivos no faltan. Sí, hablamos de verdad como una idea abstracta, lo que tan bien ha descrito Julian Baggini en su muy recomendable Breve historia de la verdad.
En segundo lugar, y principalmente, conociendo al personaje y eso que dice y hace en Twitter (y en mundo legal), no estaba segura de que poner «epílogo» describiese realmente la situación en la que estaríamos cuando se publicase este artículo. Esta revista es rápida, pero en la política y el poder los sucesos pueden precipitarse. Así que lo hemos dejado en tablas, un «quizá» entrecomillado.
En efecto, lo que nos interesa es hablar de la segunda parte del título. Sí, las fake news se quedan. Como una curiosidad relacionada con la misinformation, una noticia sobre Emily Murphy, que ha recibido decenas de mensajes para que permitiera el inicio de la transición de Trump a Biden. El pequeño problema es que este perfil no es el de la responsable de la Administración de Servicios Generales del Gobierno Federal (GSA en inglés), pero fue quien finalmente el 23 de noviembre por la tarde envió una carta a Biden informándole de que iniciaba el proceso formal de transición entre presidentes. Este paso es clave y hasta ahora estaba parado como una muestra de las reticencias a conceder (en términos anglosajones), es decir, a reconocer la victoria del candidato demócrata. Trump, como se puede ver en la siguiente imagen, ha hecho de ella también un icono, en su idea de enfangar el terreno de juego.
Sí, presentamos este artículo como una previsión de cierre de las elecciones de EE.UU., sabiendo que todavía no está del todo claro que la transición llegue en las fechas y las formas habituales a las que su consolidada democracia nos tiene acostumbrados. La vida no es un episodio de The West Wing, pero seguramente los giros de guion que se están sucediendo dan para mucho. Hay que decir, además, que anteriormente avanzamos ya algunas de las claves que habría que seguir en las elecciones del 3 de noviembre, poniéndolas en relación con las fake news, en concreto dos artículos (aquí y aquí) en la época de las primarias demócratas.
En cualquier caso, aquí nos gustaría mostrar una serie de pensamientos en relación con las elecciones de EE.UU. y la desinformación:
1. Si el trumpismo se queda, se quedan las fake news
Diversos expertos como Juan Luis Manfredi alertan de que el trumpismo no solo no ha perdido, sino que se puede considerar que en algunos aspectos ha ganado. Muchos confiaban en aquella cita pretendidamente atribuida a Abraham Lincoln (con quien Trump pugnaba por ser el presidente que más había hecho por la comunidad afroamericana, curiosamente). La cita dice: «You may fool people for a time; you can fool a part of the people all the time; but you can’t fool all the people all the time». Pero estas elecciones han demostrado que incluso Trump ha incrementado su apoyo en votos. Es decir, Biden habrá ganado porque habrá movilizado a aquellos a los que Hillary Clinton no pudo convencer, pero no ha hecho perder apoyos a Trump.
No es solo, entonces, que esto sea un problema para EE.UU. en general y para el Partido Republicano en particular, que quedará como rehén de lo que Trump quiera hacer con su futuro, incluso si quiere volver a presentarse. El problema va más allá de la pérdida de las elecciones, el sistema parece funcionar. Lo hizo con Bolsonaro y parecía que lo hacía con Matteo Salvini, hasta que su acercamiento a la geopolítica rusa encendió, tal vez, demasiadas alarmas. Así, la comunicación política tiene un problema. Como escribía el experto Xavier Peytibí al día siguiente de las elecciones, «tal vez Trump tenía razón en la campaña que hacía y donde la hacía».
2. Un conteo agónico que permite maximizar la creación de desinformación
Se ha de considerar, con vistas al futuro, que la aceleración de nuestra sociedad tiene como desventaja que cuando se producen tiempos muertos, tiempos de incertidumbre, aflora la desinformación. Hemos podido ver que la decisión en ciertos estados (precisamente algunos de los más disputados), como Pensilvania o Georgia, de no contar el voto por correo con antelación o el mismo día de las elecciones ha permitido que, en este vacío de información veraz o decisiva, se viralizase una ingente cantidad de desinformación.
Puede parecer raro, pero posiblemente si no podemos ralentizar esta desinformación, habrá que repensar procesos y su eficiencia, también en términos de las fake news que se pueden generar en este impasse. Hemos oído como nunca en estas elecciones que el mecanismo de las primarias está obsoleto, el método del colegio electoral está sobrerrepresentado estados y otras certezas sobre la inercia de lo que siempre se ha hecho de la misma manera. Puede parecer paradójico, pero las democracias consolidadas no deberían depender de rituales (como los caucus), que dan continuidad, pero que no se han transformado en una sociedad digital. Tal vez sea un buen momento para plantearse cambios, no solo en los asientos del Tribunal Supremo.
3. Parler, un nuevo sistema de polarización «a» y «de» las redes sociales
Nunca como en estas elecciones las redes sociales han tenido una doble presión. Por un lado, evidentemente, la lucha contra la desinformación. Pero, por otro y de forma muy importante, su propia lucha (y de supervivencia) por la neutralidad. Sí, la elección perversa entre la neutralidad y la verdad. Como si fuesen vasos comunicantes, cuanto más se lucha por la verdad, con más tensión se ve la imagen de neutralidad ideológica. Cada red social ha hecho lo que ha podido y hay que decir que durante el periodo electoral, especialmente en los días posteriores al 3 de noviembre, han tenido mucho trabajo borrando mensajes, incluso en la nueva red TikTok, que –a pesar de no haber sido pensada para informar, sino para entretener– ha visto cómo se han tenido que eliminar contenidos y hashtags sobre el fraude electoral, muy denunciado pero no probado.
Así pues, parece que la comunidad más ideologizada de Trump ha identificado Facebook y Twitter como parciales por la «curación» de contenidos que han realizado con las declaraciones del próximo expresidente, de forma que han pasado a la conquista de nuevas redes sociales. Curiosamente, así se hizo en la gran conquista americana de repoblación (y sustitución) del país. Parler (véase imagen) es una de las redes sociales que ha doblado sus usuarios, pues se ha visto como un espacio de libertad de expresión. En el fondo, eso quiere decir que no filtran contenidos, lo cual equivale a que se pueden decir barbaridades, como sucede con Gab. Así, se entrevé una correlación entre número de usuarios de una red social y la presión por evitar las fake news. Cuanto más grande, cuanto más sistémica es, más presión tiene para controlar contenidos. Pero las reglas del juego no deberían depender del número de usuarios de una red social. Además, se ha de tener claro que cuanto más absoluta es la libertad de expresión en unas redes sociales, más discursos de odio y mentiras se difunden. ¿Lo tenemos claro?
Si el aprendizaje de las redes sociales nos mueve hacia la creación de herramientas de unos y otros, se agravará la polarización, los filtros burbuja y los sesgos de confirmación; y eso, democráticamente, puede ser una pérdida o una ganancia. De nuevo, se abre el debate sobre si las redes sociales son canales o medios. Si estas se crean por ideologías, difícilmente podrá defenderse que son canales.
4. Sí, el fact-checking también puede ser percibido como partidismo
Las organizaciones y los grupos que hacen las verificaciones deberían ser percibidas como neutrales, para ser consideradas árbitros ante las fake news. Pero a menudo se sienten más como medios de comunicación que como agentes sin ideología. La lógica inherente es que frecuentemente una parte de la comunidad más ideologizada de un partido entiende la verificación como un ataque. Si un agente de verificación es neutral, comprueba todas las partes y eso suelen hacer los medios que realizan el seguimiento de un debate electoral donde se vierten falsedades o medias verdades.
El problema llega cuando una de las partes difunde muchas más mentiras, de forma que, al final, al ala más radical de su comunidad no le parece que su candidato mienta más, sino que el verificador está en contra de él. Ya no hablamos solo de los medios más señalados, como The Washington Post y las 20.000 mentiras (hasta julio de 2020) que ha cuantificado en Trump, sino de los que emplean un agente que tendría que percibirse como neutro. Pero también reconocidos verificadores como Snopes tienen problemas de credibilidad, como se comprueba en este debate en las redes. En este análisis se mostraría que están bastante centrados con un posible sesgo hacia la izquierda. Resulta curioso que la lucha por la verdad, como el progresismo o la ciencia parecer tirar siempre a la izquierda. Considero muy interesante profundizar en esta idea, porque es posible encontrar explicaciones y herramientas para luchar también contra el negacionismo científico. A ver si los verificadores, como los científicos, dicen lo que muchos no quieren oír.
Es justo decir que lo mismo sucede en algunos países con los verificadores, en especial en el Estado español, donde los principales nuevos agentes, como Maldita y Newtral, tienen un problema de credibilidad en una parte considerable del espectro derecha-ultraderecha, que los acusa de no ser neutrales en sus actuaciones, especialmente en el caso de Newtral por el vínculo concreto con la Sexta. Recordemos que solo la relación de Facebook con los verificadores hizo que partidos como Vox se planteasen pasar a Telegram para comunicarse con sus simpatizantes.
5. Si las redes sociales no han salido airosas en las elecciones más relevantes, menos lo harán en las otras
Simplemente una idea final que me preocupa por extrapolación. Si las redes sociales más relevantes, que tienen un modelo de negocio perfectamente integrado en las elecciones de EE.UU, un escrutinio constante de las instituciones, un mecanismo de publicidad, unos gastos electorales que mueven una ingente actividad económica y grandes presiones, no están pudiendo gestionar las fake news que se producen, ¿serán estas mismas capaces de actuar frente a elecciones como las catalanas, que estarán muy polarizadas no solo en el eje independencia / no independencia, sino también dentro del propio eje de la lucha que se vislumbra entre ERC y JuntsxCat?
Cita recomendada
LÓPEZ-BORRULL, Alexandre. Trump «quizá» se marche, pero las ‘fake news’ se quedan. COMeIN [en línea], diciembre 2020, no. 105. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n105.2084