articlesNúmero 108 (marzo de 2021)

Un año de pandemia, un año de diseño para la pandemia

Efraín Foglia

En marzo de 2020 comenzó la pandemia de la COVID-19. Llevamos viviendo un año de una situación nunca imaginada por nadie a nivel global. El mundo cambió y nuestro uso de los objetos y de la ciudad se modificó drásticamente. La ciudad se construye mientras vivimos en ella y los objetos que la conforman adquieren sentido mientras los usamos.

Hemos visto aparecer nuevos objetos fundamentales para vivir y convivir con nuestros semejantes: guantes, gel y principalmente la mascarilla protectora, que es un objeto omnipresente en nuestra vida en el año 2021. Muchos sectores profesionales, vecinales e institucionales se volcaron a la producción y adaptación de dichos «nuevos objetos». Algunos intentos fueron más exitosos que otros. El sector del diseño fue de los primeros que dio un paso al frente para proponer opciones y soluciones en cuanto al objeto, y las razones son obvias: la actividad proyectual interviene de forma directa en la creación de los objetos de la vida cotidiana. Si la vida cotidiana se transforma radicalmente, el diseño asume ese cambio y se lanza a la batalla desde varios frentes.

 

Estos frentes son de diversa naturaleza en el mundo del diseño. Algunos son comerciales, pues visualizan un nuevo modelo de negocio. Estaríamos hablando del diseño para la protección de la pandemia. Desde otros frentes, el diseño se asume con una perspectiva de soporte social, pues se considera necesario ayudar a las personas vulnerables en tiempos complejos. Esta forma de entender el diseño lleva ya un interesante recorrido en cuanto a reflexión histórica:

 

«Recién ahora el apremiante problema del desempleo y de la inclusión/exclusión entran en el horizonte de las preocupaciones del diseño. Relacionar el diseño con las problemáticas sociales produce una vehemente reacción por los defensores del statu quo que se adhieren a la idea de un diseño socialmente neutro a escéptico. Estos critican como aberrante e ingenua la esperanza depositada en el diseño como un componente activo en la dinámica social, pero sería de ciego escamotear y desestimar los efectos sociales de las actividades proyectuales.» (Bonsiepe, 2011, p. 6).

 

En el tiempo de la COVID, todas las personas somos vulnerables en alguna medida.

 

La perspectiva comercial y la social han convivido de forma paralela el pasado 2020 y seguramente se van a ir hibridando. Esa es la historia de todos los objetos de uso cotidiano. Podemos centralizar la lista de diseños para tiempos de pandemia en estos objetos:

- Diseño de mascarillas protectoras de uso médico.

- Diseño de respiradores.

- Diseño de apps de Radares COVID.

- Diseño de infografías para entender la forma de diseminación del virus.

- Diseño de visualizaciones para entender el impacto global de la pandemia.

- Diseños de dispositivos conectados para medir la calidad del aire.

- Diseño de espacios para la sociabilización con distancia de seguridad.

 

Por otro lado, tenemos diseños que ya se usaban de forma común y que han escalado su frecuencia de uso, hasta llegar a ser los sistemas vertebradores de la comunicación general, como los sistemas de videoconferencia: Zoom, HangOut, Jitsi y todos sus primos hermanos. Igualmente, las plataformas en internet de contenidos digitales y de streaming han multiplicado exponencialmente su demanda. Todo esto con un gran impacto económico que anuncia que se continuará invirtiendo en esta línea hasta límites insospechados.

 

Hay algo que está claro en el uso de estos diseños: no terminan de funcionar como se desearía. Es imposible que las mascarillas queden bien a todos debido a la morfología de su rostro. Es muy complicado que un sistema como Zoom se acerque a una experiencia natural de reuniones de grupo, como las conocíamos anteriormente. De hecho, los sistemas de videoconferencia terminan generando fatigas mentales que anteriormente no conocíamos. Nos damos cuenta de que los cambios originados por la pandemia nos han recolocado en otro escenario que requiere nuevos objetos o el rediseño de algunos ya existentes.

 

¿Qué retos depara el 2021 al diseño? ¿Cómo ha cambiado la percepción del uso de la ciudad en pandemia? ¿Cómo modificaremos nuestros objetivos proyectuales con este cambio de paradigma global?

 

Al inicio de la pandemia, escribíamos esto relacionado con el diseño de la movilidad en la ciudad en otro artículo publicado en COMeIN:

 

«Rediseñar la movilidad urbana a partir de esta crisis:

Por una vez en la historia, nuestros cuerpos y mentes pueden sentir simultáneamente síntomas parecidos al resto de la población. Somos una comunidad conectada por el desconcierto. Este puede ser un buen momento para pensar en el diseño de la movilidad urbana a partir de líneas que hemos ignorado históricamente:

1. Enfocada a personas con diversidad funcional.

2. Enfocada a personas de edad avanzada.

3. Pensada para familias monoparentales con infantes.

4. Pensada para personas en problemas de exclusión social y política.

5. Pensada en caso de colapso de la sanidad pública.

6. Proyectada de forma comunitaria y no individualista.

7. Enfocada al no aumento de la velocidad.»

 

Subrayamos que después de un año estas líneas de trabajo las seguimos considerando relevantes y se ha avanzado poco en ese territorio. Podemos extender estas ideas a otras necesidades de diseño, como a los objetos de uso común en pandemia: mascarillas de diversos costes y estilos, gel hidroalcohólico no contaminante y que evite generar más envases de plástico, etc.

 

Se ha hablado mucho durante el año 2020 de la oportunidad para hacer mejor las cosas en la llamada «nueva normalidad» dando por hecho que el desastre global y económico actual ha sido el resultado de malas decisiones del pasado. Desde la práctica del diseño se tiene la oportunidad de intentarlo y de mejorar las condiciones de vida de la población. Si esto no sucede, el diseño como profesión y práctica social no podrá nunca emanciparse de aquella idea de la prestación de servicios al mando del mejor postor. Tenemos la oportunidad de posicionar el diseño como una actividad que sea capaz de intelectualizar las problemáticas sociales, para luego implementar proyectos a medida. El diseño debe aspirar a algo más que la manufactura de ideas que se venderán en el mercado y con el paso de los años se expondrán en un museo. El diseño puede ayudar al cambio social; solo falta demostrarlo.

 

Para saber más:

Bonsiepe, Gui (2011). «Diseño y crisis». Conferencia pronunciada en la ceremonia de otorgamiento del título de doctor honoris causa en la Universidad Autónoma Metropolitana, México, 21 de septiembre.

 

Cita recomendada

FOGLIA, Efraín. Un año de pandemia, un año de diseño para la pandemia. COMeIN [en línea], marzo 2021, no. 108. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n108.2122

 

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