En un contexto –social, económico y también académico– en continua transformación, el ámbito del diseño y la comunicación no ha quedado al margen de un gran movimiento de cimientos. Los límites entre disciplinas y entre los roles, tanto en el ámbito académico como en el profesional, se están desvaneciendo cada vez más. No obstante, no es una novedad que haya surgido desde la pandemia de la COVID-19, sino que esta ha acelerado los cambios. La tendencia ya apuntaba maneras años atrás.
Foto: Dmitri Popov
El diseñador o diseñadora gráfica, tal y como lo entendíamos hace unos años, ya no existe. Se ha transformado por completo, para desarrollarse en una disciplina que se está redefiniendo permanentemente. Ahora, los profesionales del diseño no solo formalizan elementos según conceptos creativos, sino que tocan muchas más teclas y trabajan hombro con hombro con una pluralidad de perfiles que no necesariamente tienen que ver con el diseño, y lo hacen en un entorno complejo y multifactorial. Su trabajo se relaciona con equipos cada vez más multidisciplinares y flexibles, con perfiles y maneras de trabajar muy diferentes entre ellos, que no mantienen una relación estática, sino que se unen y se separan según el proyecto que necesiten hacer crecer en ese momento.
Así, entonces, en la actualidad es habitual que, en el proceso de desarrollo de un proyecto de diseño, se unan perfiles profesionales de ámbitos aparentemente tan distantes como la música, la ingeniería, la arqueología, la filosofía, la botánica, la medicina o cualquier otro que se nos pueda pasar por la cabeza.
Si nos fijamos en el perfil académico de los futuros diseñadores y diseñadoras, podemos ver un reflejo de lo que percibimos en la profesión. Se detectan perfiles cada vez más híbridos, que beben de diferentes fuentes y que, además, se sienten cómodos en esta confluencia. Es posible que la entrada en el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), también denominado Plan Bolonia, haya sido facilitadoras para que esta formación de diseñador global ganase terreno, en detrimento de la especialización. Todavía ahora, doce años después de la implantación de los grados como los conocemos hoy en día, las discusiones entre profesionales del diseño, sobre si es mejor la especialización o el «hombre orquesta», siguen vertebrando un debate que continúa levantando pasiones.
Entre el enlace del perfil académico y el profesional del que hablamos, hay que añadir un tercer elemento clave, que surge de los dos anteriores. Se trata de la multidireccionalidad de colaboración profesional, pero también, y especialmente, en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
A modo de ejemplo puedo explicar que, como profesora responsable de asignaturas en la UOC, en muy poco tiempo, me he cruzado con docentes que ahora son estudiantes, exestudiantes que forman parte del cuerpo docente y personas que imparten clases y, a la vez, las reciben. Por un lado, me he encontrado con el caso de un profesor que tuve cuando estudiaba diseño, hace veinte años, que ahora está haciendo un grado y es estudiante de una de las asignaturas de las que soy responsable. Por otro, tres profesores colaboradores de una de las asignaturas que coordino fueron mis estudiantes y ahora compaginan su actividad profesional con la docencia en la UOC.
La dirección de la enseñanza ya no es exclusivamente de docente a estudiante. O, dicho de otra manera, la dirección del aprendizaje ya no es solo de alumnado a profesorado, sino que estos roles fluyen y se han convertido en móviles, enriqueciéndose y creciendo, sea cual sea la posición inicial.
Podríamos decir que, igual que hemos analizado en la profesión, los límites de los roles se van difuminando y el profesorado también aprende del alumnado, a la que vez que este aprende de sus iguales, de manera transversal. No solo se dejan atrás los esquemas antiguos y se sitúa al alumnado en el centro de la actividad formativa, sino que el docente se coloca a su lado, mientras los dos agentes se retroalimentan. La experiencia de cada uno de ellos, sea cual sea la posición que ocupen dentro del aula, enriquece el aprendizaje del resto.
Para terminar de dibujar este prisma poliédrico, podemos añadir el cada vez más extenso aprendizaje a lo largo de la vida o, mejor, el aprendizaje a lo largo y ancho de la vida. Aprender en un ámbito no formal no es novedoso, hace décadas y siglos que avanzamos gracias a los hechos y a las personas que nos rodean. Últimamente, sin embargo, hemos hecho el ejercicio de visibilizar y normalizar aquella enseñanza que ya no requiere de un ámbito formal, obligatorio o exclusivamente dentro de cuatro paredes institucionalizadas. La diferencia es que cada vez le damos más valor.
La formación y la profesión, en diseño, en comunicación o en muchas otras áreas, toman múltiples caras y lo hacen al momento, en diversas direcciones y en cualquier momento de la vida. El crecimiento, por tanto, ¡es imparable!
Para saber más:
MASSAGUER, Lluc (2018). Construcció d'un dispositiu de diagnosi per determinar l'ajustament entre les competències acadèmiques i les professionals dels titulats del grau de Disseny. Tesis doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona. http://hdl.handle.net/10803/665172
Cita recomendada
MASSAGUER, Lluc. Diseño: la multidirección de la formación y la profesión. COMeIN [en línea], abril 2021, no. 109. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n109.2123
Profesora de diseño en la UOC