Número 132 (mayo de 2023)

‘Star Trek Picard’, o por qué la vida del ‘freelance’ puede encontrarse en las estrellas

Raquel Herrera

Dos de las sagas de ciencia ficción televisiva y cinematográfica que más repercusión mundial han tenido son Star Wars y Star Trek. Las dos continúan su expansión transmedia, que incluye precuelas y secuelas en cine y televisión, así como todo tipo de merchandising, eventos e influencia en la sociedad y en la interacción en línea. Ahora bien, ¿habéis pensado alguna vez que Star Trek podría llegar a representar al siempre difícil de representar colectivo de los freelances?

Mi reflexión sobre los freelances o autónomos viene dada por la última versión de Star Trek, Picard, que se emite actualmente a través de la plataforma Prime Video de Amazon (en colaboración con CBS Access).

 

No soy ‘trekkie’… ¿de qué me hablas?

 

Para quienes hayáis vivido en otro planeta y no la conozcáis, Star Trek es una mítica serie televisiva de ciencia ficción estadounidense que la cadena CBS estrenó en 1966. Las aventuras del icónico capitán Kirk y su tripulación igualmente icónica –el señor Spock, los tenientes Sulu y Uhura, el doctor McCoy–, que recorrían la galaxia del siglo XXIII hasta llegar «allí donde no ha estado nunca nadie», se convirtieron en un éxito internacional que llevó a rodar seis filmes relacionados con la serie y a escribir novelas derivadas y otras formas de fan fiction creadas por los seguidores de la serie original.

 

Asimismo, a partir de la década de 1980 se promovió una serie de nuevas exploraciones espaciales ambientadas en el siglo XXIV como The Next Generation (con el capitán Picard) o Voyager (con la capitana Janeway), así como las precuelas de los siglos XXII y XXIII Enterprise (con el capitán Archer), Discovery (con los capitanes Lorca o Pike) y, de emisión reciente, la nueva Strange New Worlds con el capitán Pike como contemporáneo y colaborador del capitán Kirk.

 

En esta franquicia, los capitanes no solo son los responsables de sus respectivas naves, sino que también constituyen los representantes máximos del organismo conocido como Federación (Unida) de Planetas, que a lo largo de estas series y películas va aglutinando nuevas especies además de la humana.

 

El sistema de sistemas de ‘Star Trek’

 

La Federación de Planetas implica la negociación entre civilizaciones que han llegado a un cierto entendimiento, y también que quienes quieran pertenecer a la tripulación de sus naves estelares pasen por la academia de la llamada Flota Estelar.

 

Así, la Federación y su Flota representan el sistema, o, mejor dicho, el sistema de sistemas, donde se han formado, pese a sus diversas personalidades, trabas y aventuras, nuestros capitanes estelares.

 

El individuo y el sistema… interplanetario

 

Paralelamente, estoy hablando de producciones de EE. UU. que, considerando sus audiencias globales (o planetarias), se han ido adaptando a las demandas sociales de las nuevas épocas (ved, por ejemplo, la pareja de oficiales homosexuales Stamets y Cuber en Discovery, o la importancia de la entonces cadete femenina Uhura en Strange New Worlds), sin abandonar un tema que apasiona a los americanos y que ya trataron los profesores Balló y Pérez en su obra clásica La Semilla inmortal. Los argumentos universales en el cine: la tensión entre el individuo y el Estado.

 

Simplificando esta perspectiva pasada por el sesgo de la mentalidad estadounidense, las estructuras del Estado entendidas como poder institucional no responden necesariamente a los intereses individuales de determinación y emprendimiento que corresponden al talante americano. Dicho con otras palabras: búscate la vida, porque nadie te garantiza la protección indefinida.

 

Y aquí es donde quiero argumentar que Picard, la serie de la cual Prime Video emite la tercera y última temporada, es un buen exponente de la vida freelance.

 

¿Por qué ‘Picard’?

 

A diferencia de los capitanes Pike o Kirk (o incluso de Janeway en algunos capítulos de Voyager), personajes instintivos e incluso un poco alocados, o de Archer, el capitán explorador, el aventurero por excelencia cuando la Federación todavía no existía, el capitán Picard, interpretado por el actor shakespeariano Patrick Stewart, ha sido un capitán intelectual, lector y melómano, un personaje dramático e incluso trágico que ha mantenido a raya sus pasiones, sus enfermedades e incluso su oscuro periodo como cíborg esclavo y esclavizante.

 

Este carácter de Picard, dentro de una Federación que se dedica a preservar delicadas alianzas y que estructura la formación y la carrera espacial a través de la Flota Estelar, representa, a priori, al personaje como a un capitán y posterior almirante ideales: de hecho, al empezar, la serie Picard nos muestra a un almirante muy veterano, casi retirado de la vida pública, que ha disfrutado de una trayectoria interestelar admirable.

 

Entonces, ¿qué tiene que ver un capitán comme il faut con la vida a menudo caótica y precaria –con muchas horas de trabajo, de facturación incierta, basada en colaboraciones puntuales que no siempre se garantizan– del freelance?

 

Debo puntualizar que mi gusto por la ciencia ficción no viene tanto del interés por ver luchas y batallas como por detectar alegorías, más o menos conseguidas, de nuestra vida contemporánea.

 

Mientras que la primera temporada de Picard reflexionaba sobre los límites de la humanidad humanizando a la especie maquinal de los borg y la segunda temporada se adentraba en la psique de Picard, cuando trata de dominar a sus propios demonios a caballo entre su propia vida y la de su antecesora, Renée Picard, la tercera temporada de esta producción de streaming alcanza una dimensión social cuando Picard corre el riesgo de situarse «fuera del sistema», de encontrarse, en el final de su vida, geográfica y mentalmente, fuera de la Federación que ha dado sentido a su existencia.

 

Sin spoilers, puedo comentar que en la tercera temporada de Picard, el ahora almirante se ve envuelto en una trama profesional y familiar en la que sus colaboradores principales son, en muchos casos, un puñado de misfits, personas que «no encajan»: no llega a encajar nunca Siete de Nueve, la mujer (cí)borg, ni tampoco Raffi, la aventurera que hace el trabajo sucio del sistema y sacrifica su vida personal en ello; pero tampoco parecen hacerlo muy bien los ilustres personajes de la Flota, como el excapitán Riker o el exjefe de seguridad Worf.

 

Supuestamente, todos estos personajes –y la veterana doctora Crusher– pertenecen a la Federación, pero actualmente, o en la temporada previa, o de un tiempo a esta parte, se han «caído del sistema», han perdido sus honores… y, aun así, en la tercera temporada de Picard se encuentran más que activos.

 

Porque todos estos personajes continúan trabajando, a su manera, para el sistema. Lo hacen sin saber si los mantendrán o mantendrán la nave en la que se encuentran destinados. Lo hacen sin saber si recibirán una misión o, por el contrario, se quedarán colgados en un planeta donde no tienen formas de ganarse la vida. Lo hacen porque es su «deber», a través de la profesión médica, en lugares en los que esta se encuentra precarizada e incluso perseguida. Lo hacen, aunque antes hayan recibido reconocimientos y medallas por ello, porque puede llegar una nueva especie como los «cambiantes» (changelings) que, como las actuales fake news o deep fakes, desautorice sus identidades y logros en cualquier momento.

 

Los personajes de Picard –y no los he mencionado a todos– trabajan, de alguna manera, para el sistema, pero no son el sistema. No son funcionarios, y aunque a veces parezcan incluso encontrarse en situaciones profesionales estables, se sitúan en un orden de cosas –de los acuerdos interestelares, de la Federación, de la Flota– muy frágil y, por tanto, muy precario.

 

Quedan todavía algunos capítulos para conocer el desenlace de Picard mientras se continúan rodando Discovery y Strange New Worlds, y ya veremos qué pasa tanto con los nuevos filmes de Star Trek como con una posible secuela de Picard sin Picard. No obstante, pienso que con la Picard actual se está haciendo un buen trabajo para incluir a actores maduros y estimados por la audiencia no solo por el fan service y la nostalgia, sino también por insinuar que no es bueno «dormirse» laboralmente, que la estabilidad del happy ending que parece darse por hecho en los personajes o personas veteranas no está en absoluto garantizada.

 

Ver a Picard y a sus amigos desprovistos del poder que les dan los cargos con el estímulo de getting the band back together no es un recurso narrativo nuevo, pero considerando la conversación global que tiene lugar en el mundo real sobre los futuros profesionales, sobre las dificultades de mantener los sistemas de pensiones y sobre la imposibilidad de tener un solo trabajo estable para toda la vida, considero que esta ficción aporta una perspectiva –galáctica– de interés para estas cuestiones contemporáneas.

 

Citación recomendada

HERRERA, Raquel. «‘Star Trek Picard’, o por qué la vida del ‘freelance’ puede encontrarse en las estrellas». COMeIN [en línea], mayo 2023, no. 132. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n132.2332

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