En este artículo me gustaría continuar con el tema desarrollado por Cristina Pujol en un artículo publicado recientemente en COMeIN y relacionado con la deconstrucción de los años 90. Más concretamente, me centraré en profundizar en la nostalgia cultural que opera en el cine, la música, el diseño o las series de televisión.
Está claro que en la actualidad estamos viviendo una vuelta a los referentes culturales de los años 80 y 90. La intención, obviamente, está conectada con el consumo: las generaciones más jóvenes se familiarizan con los referentes de aquella época y los que entonces éramos jóvenes, adolescentes o niños las revivimos con nostalgia. Esto lo conoce muy bien Netflix y así ha ido enlazando series como Stranger things, Dark o White lines, esta última es una coproducción española que evoca el clubbing y la música house de los 90 en Ibiza. Sin embargo, esto no es nuevo: en los 80 y los 90 también la nostalgia campaba a sus anchas. Las películas y series de David Lynch, evocando el cine noir y las décadas de los 50-60 (Twin peaks o Blue velvet), son un ejemplo de ello, así como los films de Quentin Tarantino, con referencias a la cultura popular de los 70 y cuyas bandas sonoras estaban prácticamente en su totalidad formadas por música de aquella década.
Pero también en los 90 en el mundo de la música se produce un cierto revival de los 60, por ejemplo: en las bandas de britpop. En realidad, si me paro a pensar, durante los 90 escuché que las mejores décadas para la música ya habían pasado y que, al igual que en el ámbito del arte, vivíamos en la posmodernidad y lo que predominaba era el pastiche; se habían vaciado de contenido los referentes artísticos y todo se mezclaba de un modo superficial. Resumiendo, en términos de cultura, cualquier otro pasado era mejor. A veces, escuchando según qué discursos actuales sobre los medios sociales y la juventud, me parece que todavía estamos en ese momento. Ah, no, pero espera… ¡ahora los 80 y los 90 son referentes interesantes!
Hace unos años publiqué con Antoni Roig unos artículos sobre un par de propuestas musicales que analizamos, en su aspecto transmedial: Beck y Daft Punk. En ambas apareció la nostalgia como elemento de análisis. Lo cierto es que esta ha sido una de las formulaciones centrales de la estética posmoderna (Jameson, 1990), reflejada en las interpretaciones culturales de aquellos años en el cine y otras formas audiovisuales (Denzin, 1991, p. 69). Más específicamente, en términos musicales se podría establecer una conexión con la noción de «música retro». Para algunos autores, lo retro evoca siempre un pasado relativamente reciente, sobre todo cosas que pasaron en la memoria viva. Sin embargo, de acuerdo con Elizabeth Guffey (2006), lo retro no se refiere a todos los períodos históricos, sino que solo se aplica a los últimos tiempos, en particular, los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. De ahí, a partir de cada cierto tiempo (20-30 años) volvemos a crear otros ciclos de repetición.
Según las observaciones formuladas por Cartwright, Besson y Maubisson, la gente expresa su gusto por la música pop-rock que era popular en edades muy tempranas de sus vidas, o incluso antes de su propio nacimiento (2013, p. 463). En este sentido, Reynolds (2011) sugiere que la innovación musical revolucionaria que marcó la segunda mitad del siglo XX se ha agotado en tal medida que los artistas actuales permanecen por fuerza conectados con el pasado. De hecho, hay teorías que sostienen que, en términos musicales, toda su historia se basa en la repetición y variación de unos mismos acordes y melodías (lo mismo que los argumentos clásicos en la narrativa).
El mundo de la moda es especialmente proclive a revitalizar estilos del pasado de manera cíclica. Así asistimos a la aparición de los pantalones de campana o de pitillo de manera alterna. También algunas marcas como Pull & Bear han lanzado en 2020 una nueva colección de ropa basada en la serie Stranger things, con nombres de personajes o con el rostro de Eleven, o las camisetas de H&M con los logotipos de la serie Friends, otro icono de los años 90 y principios de los 2000. De este modo, conectamos diferentes manifestaciones culturales a través del consumo de ropa o artefactos. Capítulo aparte tendría, por otro lado, el mundo del diseño, que también experimenta su tendencia retro, en especial en cuanto a mobiliario: hace unos años que encontramos webs de venta de sillas inspiradas en el diseño de los Eames de los años 50 o la Tolix de los años 40 (ambas dentro del estilo mid-century). Las habréis visto y os habréis sentado en una de ellas en los múltiples locales donde las tienen. Para entender estos casos, seguramente tendríamos que entrar en temas de patentes y eso es otra historia. O en otras cuestiones relacionadas con las emociones, el valor de los objetos materiales en términos simbólicos: aquello que adquiere un valor con los años (como un objeto de diseño icónico) o el valor emocional que se le confiere, como parte de los recuerdos.
Así, la nostalgia juega un papel en la venta de productos culturales para los denominados boomers y la generación X, recordando momentos de juventud. Pero no se trata solo eso, cualquier formato material, objetual o analógico, activa también, para aquellos más jóvenes, la nostalgia por un tiempo que no se ha conocido; algo que se ha definido como anemoia y que tiene que ver con la construcción cultural de esta. ¿Cómo se puede añorar algo que no se vivió? Pues a través de esas imágenes, esos relatos compartidos.
Sin embargo, la idea de que cualquier pasado fue mejor puede ser peligrosa, en el momento en el que desconectamos de nuestro presente, como quiera que sea, con todas sus dificultades y problemáticas. En España, cobró cierto protagonismo hace unos años la publicación del libro Yo fui a EGB, que revivía esta nostalgia de los años 80 y que recientemente he visto apropiada por sectores conservadores de este país, mediante cuentas de Twitter de temática «generación EGB». En ellas se añora un pasado en el que, ojo, determinados derechos sociales y de género no estaban en la agenda política y eso les parecía mejor. Ya sabemos quiénes son.
En este sentido, una vuelta al pasado deseable debería, al margen de las cuestiones culturales o estéticas, ir, por ejemplo, en la línea de recuperar costumbres más sanas, más sociales y más respetables con el medio ambiente que las que se han producido en los últimos 20 años. De este modo, se conecta la ética con la estética, a través de la nostalgia.
Para saber más:
Cartwright, P. A.; Besson, E.; Maubisson, L. (2013). «Nostalgia and technology innovation driving retro music consumption». European Journal of Innovation Management, vol. 16, núm. 4, pp. 459-494.
Denzin, N. K. (1991). Images of postmodern society: Social theory and contemporary cinema. London: Sage, vol. 11.
Guffey, E. (2006). Retro: The Culture of Revival. London: Reaktion Books.
Jameson, F. (1990). Postmodernism, or, the Cultural Logic of Late Capitalism. Durham: Duke University Press.
Reynolds, S. (2011). Retromania: Pop-rock Culture’s Addiction to its Own Past. London: Faber&Faber.
Roig, A.; San Cornelio, G. (2014). «Prácticas de cocreación en vídeos musicales: el caso de Evolution of Get Lucky». Anàlisi: quaderns de comunicació i cultura, núm. 51, pp. 49-63. https://ddd.uab.cat/pub/analisi/analisi_a2014m12n51/analisi_a2014m12n51p49.pdf
Cita recomendada
SAN CORNELIO, Gemma. 60-90-20: cultura de la nostalgia o la nostalgia en la cultura. COMeIN [en línea], diciembre 2020, no. 105. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n105.2087
Profesora de Comunicación Audiovisual y Diseño de la UOC