Los meses de verano conllevan las vacaciones y, por lo tanto, la proliferación de viajes y turismo en general. Por gracia de los algoritmos que gobiernan las redes sociales y sus cámaras de resonancia, durante las últimas semanas he recibido una serie de anuncios y sugerencias de cuentas a seguir que muestran dos caras de la vivienda turística y sus manifestaciones en forma comunicativa.
No hace falta que diga que los pisos turísticos me preocupan y me afectan personalmente en el día a día. Sus efectos están siendo devastadores por motivos que no entraré a detallar (para eso están las personas especialistas en vivienda y economía) y es por eso que las dos caras que planteo no muestran un punto de vista equidistante (positivo-negativo) por mi parte, sino la descripción de cómo dos fuerzas se están moviendo desde dos lugares totalmente contrarios: por un lado, los grupos vecinales de diferentes ciudades del Estado se están movilizando en contra del impacto del turismo masivo, hinchado en parte por las viviendas turísticas. Por otro lado, el mercado está a punto de traspasar la última frontera en las viviendas turísticas: el intercambio de casas con precios fijados por habitación.
Los grupos que se movilizan en contra de las viviendas turísticas han aparecido en las redes, especialmente en Instagram mediante perfiles que recogen y difunden noticias vinculadas al tema, atraen y acogen a personas interesadas y afectadas. Algunos de estos perfiles que fomentan la discusión entre vecinos y vecinas de las diferentes ciudades afectadas son: @lamataobras, @turismoinsostenible, @albayzin_habitable, @alicantedondevas (y otros que he seguido por sugerencia de la misma plataforma). De forma generalizada, y a menudo con humor, reflejan las problemáticas medioambientales, de convivencia y sobre todo las relacionadas con su impacto en el precio de la vivienda, especialmente el alquiler.
En cuanto al mercado de los pisos turísticos, han aparecido empresas que, sin ningún tipo de complejo, hacen negocio con el intercambio de viviendas orientadas al turismo. Inicialmente y hasta hace relativamente poco tiempo, las personas que viajaban de este modo, lo hacían de manera autónoma. Después, a través de alguna plataforma con suscripción, pero sin tarifas. La novedad actualmente es que algunas de estas plataformas, como livekindred, hacen publicidad abiertamente poniendo un precio a la estancia, que se destina, en principio, a gastos de limpieza y gestión. En sus anuncios, esta y otras plataformas se presentan como una alternativa a airbnb, ofreciéndose como una competencia más barata.
Casas particulares: la última frontera
Sería, por lo tanto, la última frontera a traspasar por el fomento del turismo, y una manera de hipertrofiar más los destinos. Una vez ya completadas las plazas hoteleras y los apartamentos turísticos, solo quedan ya las casas de los ciudadanos, intercambiadas por una cantidad. Nada que ver con una manera alternativa de viajar.
El algoritmo nos envía sugerencias e informaciones, que de manera aparentemente contradictoria, dibujan una situación de la cual se han hecho eco recientemente los medios y que afecta, a escala global, a una buena parte de las ciudades grandes, medianas y destinos turísticos en general, especialmente después de la pandemia de la COVID-19. Todos nos movemos (algunos más que otros, está claro) y también recibimos/reciben las visitas y los impactos. Seguramente, una investigación a fondo haría aparecer más iniciativas que son sintomáticas de una crisis profunda que está empezando a mostrarse a comunicativamente.
Del mismo modo que el 15M fue un movimiento que estuvo apoyado por las redes sociales, quizás estamos a los inicios de otro movimiento que está empezando a marcar algunos límites y mostrando un malestar creciente en la población frente a los impactos sobre la vivienda y la convivencia vecinal. Veremos si continúa creciendo en los meses próximos y qué medidas se toman al respeto.
Citación recomendada
SAN CORNELIO, Gemma. «Redes sociales, turismofobia y vivienda». COMeIN [en línea], septiembre 2024, no. 146. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n146.2460
Profesora de Comunicación Audiovisual y Diseño de la UOC