No cabe ninguna duda de que estamos viviendo una situación excepcional, de emergencia e incertidumbre. En estos momentos nuestra vida se ve alterada y nos vemos en la necesidad de adaptarnos, en muchos sentidos, a una realidad confusa y complicada. En estos días de confinamiento, los social media, ya de por sí incorporados a nuestros hábitos de comunicación habituales, se han convertido en nuestra ventana, nuestra vía de conexión con el mundo bajo un lema conjunto: #Yomequedoencasa.
En apenas unos días una etiqueta ha conseguido aunar el mensaje de miles de personas, traspasando incluso fronteras. Hace solo unas semanas nuestros vecinos italianos empleaban un hashtag, #iorestoacasa, para que, impulsado entre otros por famosos, se promoviera una actitud responsable de la ciudadanía para prevenir, quedándonos en casa, la propagación del COVID-19. Una expresión de compromiso y concienciación que empleaba las plataformas sociales para difundirse y alcanzar a un elevado número de personas. Los social media como servicios de comunicación permiten la conexión entre multitud de usuarios, pero esta se amplifica con el propio significado que connota la etiqueta: un vínculo especial, reflejo de un comportamiento que puede tener efectos muy significativos en la salud propia, pero también de otras personas.
Este compromiso inicial, convertido por real decreto en obligación al declararse el estado de alarma en España, no impidió que la etiqueta #Yomequedoencasa continuara siendo el nexo de unión y evidenciando la importancia que en estos días iban a tener los entornos social media. En un contexto de confinamiento se presentan como una ventana de conexión con el mundo, un lugar común, un punto de encuentro que permite desarrollar nuestra faceta social. Sin salir y sabiendo que cientos, miles, millones de ciudadanos se encuentran en la misma situación, el hashtag ha evolucionado de ese compromiso inicial a vehículo para transmitir y recibir experiencias personales en un contexto, además, compartido. Así, la expresión dio paso a nuevas acciones de solidaridad, a llamamientos al reconocimiento social de quienes se enfrentan a la enfermedad, a mensajes de apoyo a quienes sufren la pérdida de seres queridos… Pero también estas plataformas han sido vehículo de la manifestación del miedo ante lo desconocido, de la incertidumbre propia de una pandemia de estas dimensiones, así como de la rabia, la crítica, incluso la denuncia ante la actuación de terceros.
Las plataformas sociales han continuado ejerciendo un rol muy importante, más si cabe, como espacio para el entretenimiento y la información. En el primero de los casos no solo viendo vídeos cómicos (que han ayudado a aliviar la tensión), sino también descubriendo fórmulas originales o explorando nuevas soluciones para pasar el tiempo en «compañía» (eso sí, virtual), asistiendo a conciertos, visitas culturales, incluso espectáculos de circo. Desde el punto de vista informativo, nos han aportado la última hora, los últimos datos, conocer de primera mano el punto de vista de enfermos, médicos y también expertos. No podemos olvidar la parte negativa en el uso de estas plataformas que, en parte motivado por el propio interés por la temática, ha contribuido a la difusión de noticias falsas, cuyo impacto y perjuicio es especialmente significativo en una situación de emergencia como esta. Tampoco han faltado los que se han querido aprovechar y lograr más visibilidad promocionándose o creando contenido que se beneficie de esta oleada de usuarios.
Desde la perspectiva científica, este uso de los social media nos plantea líneas para el estudio y el análisis comunicativo de las interacciones que se están produciendo. En números atrás de la revista, la profesora Sandra Sanz nos recordaba que «el factor de cohesión» es uno de los rasgos que definen una comunidad virtual. Estas circunstancias excepcionales que estamos viviendo redimensionan este factor tanto por estar compartiendo una situación vital común como por el hecho de que el entorno virtual se vuelve un canal básico para relacionarnos cuando las interacciones cara a cara están muy limitadas. Los lazos de conexión entre los que eran incluso hasta ahora desconocidos se multiplican en una situación en que, además, dado el componente emocional del contexto que nos une, se intensifican al generarse una mayor empatía y sensación de proximidad.
Por otra parte, también la inteligencia colectiva se ha puesto al servicio de los usuarios alcanzando una singular dimensión, ya que, a través de esta, encontramos soluciones a las nuevas necesidades que se nos están presentando en estos momentos y que se convierten incluso en básicas: desde tomar medidas de higiene, realizar mascarillas caseras, entretener a los niños y las niñas en estos momentos de confinamiento, incluso explicarles de forma sencilla cómo se propaga el virus. Por último, desde la educación mediática, se ponen a prueba las habilidades de los usuarios en el uso, el aprovechamiento y la reflexión crítica respecto a las dinámicas de funcionamiento de estos espacios de comunicación y sus posibilidades.
Cita recomendada
MARTÍNEZ, Sílvia. #Yomequedoencasa o cómo los social media nos conectan con el mundo. COMeIN [en línea], abril 2020, no. 98. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n98.2027
Profesora de Comunicación de la UOC
@smtez