Número 115 (noviembre de 2021)

Meritocracia: ¿luz verde o luz roja?

Leila Mohammadi

La última serie exitosa de Netflix, El juego de calamar, ha establecido un nuevo récord de audiencias en todo el mundo. Esta serie coreana también ha generado muchos debates, desde críticas por inspirar violencia a través de juegos infantiles hasta lecciones de marketing y memes en las redes sociales.

La historia sigue a 456 personas muy endeudadas que participan en diferentes juegos donde arriesgan su vida. Se pelean a muerte por la oportunidad de ganar 45.600 millones de wones (33 millones de euros) para cambiar su miserable existencia. Fuera de allí, sufren pobreza, adicción al juego, enfermedades y xenofobia, entre otros males. Los jugadores están convencidos de que este juego es la única oportunidad que les queda para salvarse. Premio o muerte, ambos los salvarán de su insoportable situación actual.

 

La brutal adaptación de los juegos infantiles presente en El juego de calamar proporciona una metáfora sorprendentemente evocadora de la desigualdad socioeconómica y el capitalismo en Corea del Sur. Un problema tan grave que los candidatos presidenciales de ese país ya están apoyando cambios económicos radicales para abordar la creciente desigualdad y brindar abundantes oportunidades y sueños a través del crecimiento sostenido.

 

Ofrecer igualdad y dar la misma oportunidad a todos de ganar y salvar su vida es la base de las reglas del juego, por supuesto, a su manera. Por ejemplo, la razón por la que matan al jugador 111 es por tener información privilegiada y estar preinformado sobre los juegos. Según el responsable de ejecutar esta competencia, quien no obedece las reglas estará eliminado. El juego del calamar ofrece una última oportunidad a las personas que sufren la desigualdad y discriminación fuera del juego para que puedan competir en igualdad de condiciones y ganar.

 

Meritocracia basada en la capacidad

 

Sin embargo, no todos tienen una oportunidad justa de ganar, lo que se relaciona con el funcionalismo. Los teóricos funcionalistas creen que la desigualdad es inevitable y deseable, y tiene una función relevante en la sociedad. Los mejores trabajos requieren a personas más capacitadas y, por lo tanto, deben recibir más recompensas. La desigualdad y la estratificación sociales, según esta visión, son producto de una meritocracia basada en la capacidad.

 

Sin embargo, en la reflexión sociológica propuesta por El juego del calamar, la idea de lo meritocrático es solo una broma o un juego de niños. En realidad, la exitosa serie presenta una pequeña muestra del mundo exterior en el que la expectativa de una competencia equitativa se ve socavada por las mismas corrupciones de la sociedad competitiva del mundo exterior. Se forman pequeños partidos para lograr más poder, las mujeres son ignoradas por tener menos fuerza física y los ancianos son abandonados por ser una carga. Las mujeres y los viejos no son aceptados inmediatamente, sino que deben ofrecer su cuerpo o demostrar que tienen habilidades útiles para el grupo. El único extranjero que en el primer juego (luz verde, luz roja) salvó la vida del protagonista ha sido abusado y tratado con condescendencia durante el juego hasta su asesinato. Su historia puede ser un símbolo muy potente de cómo los países desarrollados utilizan la mano de obra extranjera barata para crecer en unas condiciones muy injustas.

 

La falsa promesa de meritocracia

 

Evidentemente, El juego del calamar critica la extrema desigualdad y la falsa promesa de meritocracia. La teoría de lo meritocrático ofrece justicia y rectitud. Las personas en una sociedad meritocrática pueden utilizar igualmente los recursos de bienestar sin ser discriminadas por raza, género o clase, sino por sus talentos, habilidades y esfuerzo individuales. Es un sistema social en el que las personas mejoran sobre la base de sus méritos.

 

Sin embargo, en realidad este concepto se viene utilizando como justificación de la extrema desigualdad social. Las personas están convencidas de que su mala situación económica es lo que se merecen y que los demás, con un buen nivel socioeconómico, se han ganado su puesto por ser más talentosos, hábiles o esforzados. El problema con la meritocracia es que no se puede aplicar realmente y la gente nunca puede participar de un juego limpio sin privilegios y discriminación. El juego de calamar representa la desigualdad social extrema y el falso intento de una oportunidad de juego limpio.

 

El juego del calamar expone cómo un campo de competencia que se construye sobre la base de la igualdad y la justicia puede pervertirse y corromperse. Una gran competencia de muchos jugadores con un solo ganador que pasa por varias decisiones extremadamente críticas, desde éticas hasta emocionales, como traicionar a amigos, ser condescendiente utilizando a otros, matar a personas frágiles, prostituirse, etc. Todas estas decisiones son cruciales porque una pequeña diferencia en el rendimiento cambia los resultados del juego que puede significar la vida o la muerte.

 

Desigualdad económica y social

 

La serie refleja la desigualdad económica y social que está ocurriendo en muchos países, incluidos aquellos que creen en la meritocracia. En estas sociedades se ofrecen algunas oportunidades para todas las personas de la sociedad, aunque las oportunidades son muy pequeñas. La mayoría se ve obligada a conformarse con trabajos de bajo nivel, lo que significa largas jornadas laborales muy mal remuneradas.

 

Como se muestra en El juego del calamar, estas personas, que son la mayoría de la sociedad, «siempre» son libres de abandonar el juego, pero la peor situación del mundo exterior los convence de seguir jugando este juego injusto, mientras creen que se les ha dado la oportunidad de jugar limpio.

 

Citación recomendada

MOHAMMADI, Leila. Meritocracia: ¿luz verde o luz roja? COMeIN [en línea], noviembre 2021, no. 115. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n115.2173

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