La reciente huelga de guionistas de Hollywood, así como algunos de los estrenos cinematográficos más destacadas de este año, ponen sobre la mesa un tema muy importante con relación a las industrias culturales: el hecho de que tecnologías como la captura de movimiento o el recurso a la inteligencia artificial se estén utilizando para blindar el futuro de grandes franquicias de entretenimiento, que en algunos casos llevan décadas con nosotros, en un momento en el que toda una generación que las creó o popularizó está a punto de retirarse. ¿Es esto lo que queremos? En este artículo presento algunas reflexiones al respecto.
El cantante de The Rolling Stones Mick Jagger declaraba recientemente que les gustaría poder recrear sus shows por medio de algún tipo de tecnología basada en hologramas, para que futuras generaciones puedan disfrutar de sus espectáculos incluso una vez fallecidos. Una idea inspirada, probablemente, en la experiencia Voyager con ABBA en Londres.
ABBAtars, los avatares de ABBA
Fuente: ABBA
Tanto en el caso del uso de la inteligencia artificial (en mi anterior artículo en COMeIN hablaba a propósito del sector musical) como en el de las tecnologías de captura de movimiento o de rejuvenecimiento de caras se trata de fenómenos que tienen una implicación en común: la determinación industrial de desafiar el tiempo para retener marcas culturales. Dicho más claramente, perpetuar la franquiciación de la cultura para futuras generaciones. Esta es una de las principales batallas tras la huelga de guionistas de Hollywood (junto a la injusta compensación a los creadores de contenidos por parte de las plataformas de streaming). Y también de los discursos del miedo de estos meses en torno a la inteligencia artificial. Aunque los creadores de opinión mediáticos se hayan puesto de lleno en modo apocalíptico Skynet, la preocupación real es la propiedad intelectual de aquello que se genera con IA y quién recibe los beneficios.
Franquicias culturales, el imaginario popular
Una paradoja que me llama mucho la atención es que mientras que no se para de decir que todo cambia a una velocidad de vértigo, en todos los ámbitos, seguimos profundamente sometidos a franquicias culturales mainstream que en algunos casos superan ampliamente los cuarenta años de existencia, o que remiten a una realidad cultural incluso anterior: solo en cine tenemos Star Wars, Indiana Jones, El señor de los anillos, Alien, Star Trek o Tiburón (la estética inaugurada por el film de Spielberg sigue marcando a fuego las pelis de tiburones asesinos que nos inundan año tras año), el imaginario de los zombis establecido a finales de los sesenta (ídem) o los universos cinematográficos basados en superhéroes, que en algunos casos nos llevan hasta los años cuarenta del siglo pasado.
Indiana Jones y su versión rejuvenecida
Fuente: Paramount/Disney
Y si saltamos a los noventa, encontramos Misión imposible (que como sabemos se basa en una propiedad televisiva de los sesenta), Matrix o el inicio literario de la saga Harry Potter (que pasaría al cine pocos años más tarde). Incluso una franquicia popular posterior como Piratas del Caribe se basa en una atracción ideada en los sesenta. Y podríamos seguir. No hablo ya solo de secuelas, precuelas o remakes: muchas de estas franquicias tienen implicaciones más profundas en la industria del entretenimiento (merchandising, parques temáticos, series de animación, videojuegos, etc.). Tener los derechos de alguna de estas franquicias es un activo enorme para cualquier corporación. Aunque es cierto que se intentan crear nuevas (sobre todo por aquellos que no tienen ninguna), lo más seguro es volver periódicamente a lo que ya ha funcionado con anterioridad y se mantiene en el imaginario popular. Disney es el caso más paradigmático de esta estrategia, lo que explica sus adquisiciones.
En general, estas franquicias funcionan porque se basan en mundos narrativos muy conocidos que permiten crear nuevas historias o sagas. Pero también es cierto que a menudo las vemos inevitablemente asociadas a actrices o actores como Harrison Ford, Tom Cruise, Gal Gadot, Keanu Reeves, Scarlett Johansson, Johnny Depp, Margot Robbie o Jamie Lee Curtis. Como no puede ser de otra manera, estos actores o actrices envejecen, al mismo tiempo que han hecho suyos los personajes esenciales en ciertas franquicias. En el mundo de los superhéroes esto se está tratando de resolver a copia de multiversos o reboots. En manos de actores/productores personalistas como Tom Cruise, la solución suele ser gimnasio, estética y mantener una imagen de eterno joven.
La franquicia de ‘Misión imposible’ va sumando entregas
Fuente: Paramount
Pero, existe una presión para tratar de recuperar personajes (y actores) originales (legacy characters) con su edad actual a la vez que se introducen a otros nuevos buscando nuevas vías de continuidad (en las nuevas películas de Scream esto se ve perfectamente). O se van realizando experimentos de rejuvenecimiento de caras, cada vez más sofisticados, que nos permiten ver a un personaje tal y como lo recordamos en el momento álgido de una saga. De hecho, en el caso reciente de Indiana Jones y el dial del destino tenemos las dos opciones (eso sí, con el mismo actor y alterado en posproducción). Es solo cuestión de tiempo, no mucho, que una cara o una voz totalmente realistas nos permitan literalmente hacer cualquier cosa. ¿Qué impedirá entonces que cualquier franquicia, con actores y actrices anonimizados, cuyas caras reales no veremos, como una cinta de animación, pueda alargarse recreando la atmósfera de filmes originales clásicos? ¿O, como hablaba en el artículo anterior ya mencionado, de tener nuevas canciones que suenen «exactamente iguales a…»? Todo es cuestión de derechos de imagen (o de voz).
Pero el peligro no es que te engañen (en este caso), sino que esto implicaría apostar prioritariamente por aquello que ya se ha hecho, remitir continuamente al pasado, relegar lo nuevo al experimento, siempre tutelado por el menor riesgo de las franquicias que sabemos que funcionan (motivo por el cual se invierte muchísimo dinero en mejorar estos softwares).
Ahora bien, Indiana Jones y el dial del destino no ha funcionado como se esperaba, tampoco Misión imposible VII, ni las últimas producciones del sello Marvel o DC. Se habla de fatiga, también de los efectos digitales. Y la IA musical, de momento, parece más bien un terreno propicio para un juego de covers imposibles. No está tan claro que las nuevas generaciones tengan ganas de seguir bailando eternamente con referencias culturales que no son suyas. Ni de consumir solo un solo tipo de producto cultural intensamente generado por ordenador. De aquí quizás el éxito de las películas de terror de bajo presupuesto, de aire directo, realista, visceral, imprevisible e incierto, más acorde con los tiempos que viven.
Para saber más:
Web de Elena Neira: La otra pantalla
TANGCAY, Jazz (2023, julio). «Indiana Jones 5’: It Took 100+ VFX Industrial Light and Magic Artists to De-Age Harrison Ford». Variety [en línea]. Disponible en: https://variety.com/2023/artisans/news/indiana-jones-5-deaging-harrison-ford-1235663264/
TOLCHEVA, Simona (2023, julio). «How Franchise Fatigue Affects Streaming Services». Make Use Of [en línea]. Disponible en: https://www.makeuseof.com/franchise-fatigue-affects-streaming-services/
Curso de especialización en proyectos audiovisuales y transmedia UOC
Banda sonora:
Everything everything (2017). Big climb [en línea]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=WbQBsTfDcts
The Jam (1978). Batman Theme [en línea]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=4P9BUgkdAww
Spin Doctors (1993). Jimmy Olsen’s blues [en línea]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=GrQCro68sRU
Citación recomendada
ROIG, Antoni. «Las historias interminables: nuevas tecnologías y franquicias del entretenimiento». COMeIN [en línea], octubre 2023, no. 136. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n136.2363