Número 140 (febrero de 2024)

#Goyas2024 o la tímida repolitización del cine español

Sonia Herrera Sánchez

El pasado 10 de febrero asistí como miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas a la 38.ª Gala de los Premios Goya que tuvo lugar en la Feria de Valladolid. A las puertas del recinto, las protestas de los agricultores se hacían sentir en forma de gritos y algún que otro insulto dirigido a las personas asistentes a la ceremonia.

Recuerdo oír claramente un «¡Inútiles!» que sintonizaba notoriamente con las palabras del vicepresidente de Castilla y León y miembro de VOX, Juan García-Gallardo, unas horas antes, cuando decía que «los señoritos no son los agricultores y ganaderos, son los que quieren vivir de producir obras cinematográficas que luego no ve nadie a costa de millones y millones de euros que pagan con mucho esfuerzo los contribuyentes españoles».

 

El actor José Sacristán, en primer lugar, y el director Pedro Almodóvar, hacia el final de la gala, contestaron ambos a las declaraciones de García-Gallardo. El primero lo hizo durante el homenaje al Goya de Honor, el director de fotografía Juan Mariné, sentenciando lo siguiente: «Respondiendo a los comentarios de algún indocumentado, las películas, todas, forman parte del patrimonio cultural de este país, hayan gozado o no del favor del público». Almodóvar, por su parte, no quiso quedarse tampoco con el regomello y aprovechó la entrega del Goya a Mejor Película a José Antonio Bayona y a Belén Atienza para responder al político de la formación de ultraderecha: «Hace no muchas horas, un político que está presente en esta sala ha hablado de nosotros como de los señoritos que recogen las subvenciones. […] A este hombre le voy a decir lo obvio, y es que el dinero que los cineastas recibimos como anticipo lo devolvemos con creces al Estado a través de nuestros impuestos y de la Seguridad Social, además de crear miles de puestos de trabajo».

 

Las reivindicaciones de la gala

 

No fueron esas las únicas reivindicaciones de la noche. Alguna kufiya al cuello de unos cuantos asistentes, unos pocos llamamientos al alto al fuego y al fin del genocidio en Gaza como el que hizo la actriz Alba Flores aprovechando su puesto como entregadora o la contundente crítica de Guillermo García López –Mejor cortometraje de ficción por su película Aunque es de noche–, quien recordó que en el madrileño barrio de la Cañada Real más de 4.000 personas viven sin luz desde hace años en «una flagrante violación a los derechos humanos», fueron algunos de los momentos más políticos de la noche.

 

También en esta línea podríamos destacar las dedicatorias de Rigoberta Bandini –Goya a Mejor Canción Original– y de Ane Gabarain –Goya a la Mejor actriz de Reparto– al colectivo LGTBIQ+; los someros comentarios contra la violencia sexual en el sector explicitados sobre todo por miembros de la Junta Directiva de la Academia tras las denuncias publicadas contra el director Carlos Vermut apenas unas semanas antes; la acción colectiva llevada a cabo por las compañeras de la Asociación de Mujeres Cineastas (CIMA) que repartieron decenas de paipáis con el hashtag #SeAcabó serigrafiado –para mi asombro y tristeza muchos de ellos acabaron tirados debajo de los asientos con más pena que gloria– o la propia actuación de María José Llergo, India Martínez y Niña Pastori interpretando la canción homónima de María Jiménez.

 

Hasta aquí el repaso a vuelapluma de los alegatos escuchados en el recinto ferial de Valladolid durante la noche del 10 de febrero.

 

Reflexiones sobre la repolitización de la cultura

 

Finalizado el evento y desinflada la burbuja del glamour y la farándula, empecé a reflexionar sobre el cogollo de este artículo: la repolitización de la cultura y la necesidad de una contranarrativa en el séptimo arte del Estado español que realmente suponga un compromiso político –y no solo artístico o estético– con la sociedad que nos rodea; el reto de erigir una crítica explícita, más allá de connotaciones y sutilezas, que plante cara al relato simplista pero eficaz de la ultraderecha global, al antifeminismo campante, al negacionismo del cambio climático que gana elecciones y tiene altavoz incluso en Davos; los cambios de mentalidad internos –sempiternamente pendientes– que apunten a una mayor diversidad racial –tal como denunció también el actor afrodescendiente Malcolm Treviño-Sitté en Valladolid o la actriz Yolanda Sey en los últimos Gaudí– o a ese verdadero #MeToo que sigue haciéndose de rogar.

 

Y es que resulta que en realidad en la 38.ª edición de los Premios Goya no se acabó nada y que, si bien algunas esperábamos que estos Goya pasaran a la historia como aquellos en los que el mundo del cine español se uniera contra el machismo y la violencia sexual y que empezara el desfile de abusadores –como sugiriera Tristán Ulloa el pasado 26 de enero en su cuenta de Twitter/X–, parece que lo de tirar de la manta, o al menos, expresar de manera inequívoca que no se va a participar más de esa espiral del silencio que ampara a los que detentan el poder material o simbólico en la industria cinematográfica estatal no estaba en la agenda de este año.

 

Tampoco será recordada esta gala como aquella en la que el sector en pleno exigió al Gobierno que dejara de vender armas a Israel y que hiciera todo lo que estuviera en su mano por frenar la masacre del pueblo palestino. Lejos quedan aquellos Goya del 2003 cuando el «No a la guerra» se gritó prácticamente al unísono en el Palacio Municipal de Congresos del Campo de las Naciones de Madrid. Sería bueno, pues, recordar las palabras de la entonces presidenta de la Academia, Marisa Paredes: «No hay que tener miedo a la cultura ni al entretenimiento, ni a la libertad de expresión, ni mucho menos a la sátira, al humor. Hay que tener miedo a la ignorancia y al dogmatismo. Hay que tener miedo a la guerra».

 

Dicho lo cual, solo me queda añadir un «ojalá». Ojalá que, de aquí a la próxima gala de los Goya, un nuevo despertar del cine español se esté fraguando. Sabemos, como decía Audre Lorde en 1979, que «la amplitud del cambio posible y permitido es escasísima», pero aprovechar el altavoz y el privilegio debería ser un imperativo ético si creemos de veras en el potencial transformador de la cultura.

 

Citación recomendada

HERRERA SÁNCHEZ, Sonia. «#Goyas2024 o la tímida repolitización del cine español». COMeIN [en línea], febrero 2024, no. 140. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n140.2414

eventos;  cine;  comunicación política;  género;  medios sociales;