El pasado 12 de diciembre los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC hicieron entrega de los premios a los mejores trabajos finales de sus programas académicos del curso 2018-2019; unos galardones que reconocen el esfuerzo, la calidad y la madurez académica de un grupo de estudiantes que, con esta gala, cierran una etapa.
Recordarán los tiempos en que nos regalaban camisetas «de propaganda», eufemismo –¡intolerable!– usado comúnmente para referirse a la publicidad. Camisetas de algodón, de corte ancho según las normas dictadas por la moda de los ochenta y los noventa, coloridas y con letreros gigantes que gritaban la marca a los cuatro vientos. Que levante la mano el que alguna vez tuvo una.
Es la misma sensación que experimentábamos cada diciembre a la espera del anuncio de Freixenet. Esa curiosidad y entusiasmo de unos años a esta parte la hemos trasladado a la llegada del verano y con él, la campaña de Estrella Damm.
El cinemagraph es un recurso gráfico que nace de la hibridación, fundamentalmente de la fotografía y el vídeo, aunque también interviene el diseño, la computación, la cinematografía o la comunicación entre otras disciplinas, dando como resultado una imagen fija, pero en la que se observa una pequeña región en movimiento; un detalle sutil en bucle que atrapa nuestra mirada.
El storytelling está de moda. Usarlo en lengua sajona le da ese punto sexy, pero lo de contar historias no es nuevo, y no es propio únicamente del marketing, la comunicación o la publicidad, sino que encontramos storytelling por todas partes. También en fotografía, disciplina que desde sus orígenes y de forma más o menos voluntaria se ha dedicado a contarnos historias y buscar esa conexión emocional con el espectador. Lo sabe bien Laura Pannack, una contadora de historias nata que con su Hasselblad 500 ha conseguido hacerse un lugar entre los retratistas contemporáneos de moda, especialmente desde que ganara el World Press Photo de retrato en 2010.
Después de años anunciándose su muerte inminente, la fotografía analógica ha recobrado la vitalidad de décadas pasadas para convertirse en una práctica de culto entre colectivos de artistas y profesionales de la imagen que ven en ella tanto un recurso de expresión como un elemento de diferenciación.
Ponemos sobre la mesa el título Bodas de sangre y te pedimos que sin pensar nos digas los dos-tres colores que te evoca. ¿Ya? Como la mayoría de los entrevistados seguramente habrás apostado por el rojo y el negro (y si nos apuras, y con timidez, el blanco), tanto conociendo la trama de la obra como si únicamente te has dejado llevar por lo que el título sugiere o inspira. El peso sin duda se lo lleva el vocablo sangre, rojo intenso y líquido, que a la vez evoca algo oscuro, siniestro.
Eran cerca las once de la noche cuando sonó el teléfono. Hacía días que no lo apagaba ni para ir a dormir por si tenía que levantarme de la cama y salir corriendo. «Ven —me decía— no sé si es este el momento, pero necesito que estés aquí». Me puse la chaqueta, cogí el coche y me fui directa para allá. Las contracciones eran dolorosas y a menudo teníamos que pausar la conversación y esperar a que pasaran. Mientras tanto él calculaba el tiempo entre una y otra.
La apertura de internet a lo social y al intercambio ha supuesto en los últimos años la oportunidad para numerosos artistas de mostrar sus trabajos al público masivo. Así, las redes sociales son hoy por hoy una nueva vía de exposición y una lanzadera de artistas que han ido creciendo y revalorizándose de un modo que de no haber sido por los nuevos canales y el manejo de las tecnologías hubiera sido prácticamente imposible, dada la complejidad y la idiosincrasia del mercado del arte.