Número 119 (marzo 2022)

Perder, encontrar, conservar, compartir: sobre la impermanencia de la cultura

Antoni Roig

En este artículo, de diferentes maneras, sin salirme del ámbito de la cultura y de la comunicación, abordo la cuestión de la fragilidad de lo que nos rodea, de lo impermanente, de cómo, a pesar de que nos gusta creer lo contrario, no todo está disponible y nada lo estará para siempre. Que necesitamos de nuestra voluntad, de nuestras mejores virtudes, para aceptar la pérdida, pero también para seguir en la búsqueda de lo perdido, la inquietud hacia lo bello todavía por descubrir, para cuidarlo y compartirlo, mientras sea posible. Vale para nuestro adormecido día a día, y vale, por supuesto, para el drama del pueblo ucraniano.

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Obra de la pintora ucraniana Maria Primachenko, Nuestro Ejército, nuestros protectores

Fuente: Maria Primachenko

 

Esta vez me ha resultado especialmente difícil encontrar cómo abordar este artículo para COMeIN. No por falta de ideas (soy más de dispersión que de página en blanco), sino por un dilema: si dejar un momento de lado los difíciles tiempos en que vivimos o, por el contrario, intentar decir algo que conecte con la angustia, la rabia, la dolorosa empatía, la impotencia a la que nos enfrentamos incluso desde nuestra distancia.

 

Mirando mi lista de opciones, he hallado un nexo en común, dos ideas a las que nos abrazamos por pura necesidad, incluso a sabiendas de que no son ciertas: que todo está disponible y que hay ciertas cosas en nuestra vida que son estables. Así que este artículo es un pequeño canto a la impermanencia, y lo que implica aceptar que no podemos dar por sentado que lo que nos rodea, incluso los objetos que nos dan seguridad, sean permanentes. Y que a pesar de que nuestro contexto cultural parece decirnos que todo está a nuestro alcance, no lo está, y todo puede perderse. No pretendo con esto sumarme a más augurios pesimistas, sino contribuir a hacer un llamamiento a poner de nuestra parte para no conformarnos con esa falsa sensación, un llamamiento para explorar, encontrar, cuidar y compartir.

 

Las grandes plataformas de entretenimiento

 

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No todo está en las grandes plataformas

Fuente: Nicolas J Leclercq

 

En los tiempos de las grandes plataformas de entretenimiento, es fácil creernos que tenemos a nuestro alcance todo el cine, toda la televisión o toda la música que existe. O al menos, la que es relevante. Y que, en cierta manera, nuestras preciadas subscripciones nos permiten poseer una aparentemente inagotable abundancia cultural. Nada más lejos de la realidad. No toda la música está en Spotify, os lo aseguro, y ya sea la determinación de artistas como Neil Young o Joni Mitchell, una decisión comercial a capricho de la plataforma o el hartazgo del maltratado colectivo musical nos lo pueden recordar en cualquier momento. Pero, claro, la labor de Spotify, como lo es la de Netflix, Amazon Prime, Disney+, HBO Max, Movistar+, Filmin, etc., es trasladarnos la sensación de catálogo infinito, porque es lo que, junto con la exclusividad y la sensación de novedad, puede llevarnos a mantenernos enganchados, mes tras mes. Y para ello sirven también los algoritmos, para encerrar nuestro patrón de consumo a través de recomendaciones que nos proporcionan otra creencia: que la plataforma se adapta a nuestros gustos. Es al revés, es la plataforma intentando que nos amoldemos a sus propuestas mediante un potente pero poco sutil etiquetado de nuestro perfil de consumo. Este es uno de los motivos, solo uno de ellos, por el que los amantes de la música o del cine recomiendan no menospreciar los formatos físicos, ya sean vinilos, CD, DVD, BluRay, etc. Sí, aquí sí «poseemos» el objeto, aunque esto no nos libra de similares estrategias que nos recordarán que ya no tenemos la versión más completa o de mejor calidad. Y claro, con los años, también esos objetos se revelan como frágiles e impermanentes. Como nosotros.

 

El contenido perdido

 

El baile de producciones que «entran» y «salen» de plataformas no es sino el eco que nos recuerda que muchas no están. Y que en ocasiones nunca han estado. Aunque tuviéramos la posibilidad, hipotética, de tener todo lo que está a la venta, tampoco lo tendríamos todo. Como explica un reciente artículo de The Guardian, iniciativas como Missing Movies –que reúne a cineastas, cinéfilos y distribuidores– se dedican a trazar material cinematográfico oculto o perdido en marañas de derechos que lo han hecho invisible públicamente durante décadas, al menos en algunas partes del mundo. Es el caso de, entre otros, films como El rompecorazones (The Heartbreak kid, 1972), El beso de la mujer araña (Kiss of the spider woman, 1986; esta sí se puede ver actualmente en Filmin), I shot Andy Warhol (1996) o Mississippi Masala (recientemente recuperada por Criterion). Y esto es solo la punta del iceberg. Como la larguísima lista de discos que nunca llegaron a ser reeditados, cuando no álbumes perdidos que, por diversos motivos, se descartaron, se frustraron, se archivaron o incluso se secuestraron, tanto de artistas de primer orden como otros simplemente convertidos en involuntarias notas a pie de página. Y ahora imaginad qué sucede con las producciones para la web, donde no poder renovar un dominio puede hacer desaparecer todo un proyecto valioso para siempre.

 

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Captura de missingmovies.org

Fuente: Missing Movies

 

Los efectos de la guerra en el arte y la cultura

 

Y llego a Ucrania. Porque en Ucrania, como en todas las partes del mundo en las que irrumpe con su garra salvaje la guerra, incluso en aquellas a las que no les prestamos atención, es muchísimo lo que se pierde. Dicen que la primera víctima de la guerra es la verdad (yo lo pongo en duda, la verdad probablemente ha sido sacrificada ya mucho antes), pero detrás vienen vidas humanas y de otros seres inocentes. Y también son víctimas objetos que definen el carácter y la identidad cultural. Destruir patrimonio, como muy bien saben los talibanes, es borrar del mapa el pasado que incomoda para poderlo reescribir a nuestro antojo. Y entre las primeras decisiones que tomar ante una ocupación militar está no solo la supervivencia personal y de las personas queridas, sino la preservación del propio patrimonio cultural, sean obras de arte o edificios históricos que definen a un pueblo. Esto sucede y ha sucedido en las calles y en los museos de todo el país, donde profesionales y amantes del arte ayudan a proteger y salvaguardar cuadros, monumentos, edificios, esculturas, material gráfico y fílmico. No se trata solamente de «encerrar» el arte para su supervivencia, sino también para compartirlo y traerlo a espacios públicos. Esto se ha visto en los refugios establecidos en las estaciones de metro de Kiev, donde se proyecta cine mudo clásico, animación… Formas de hacer olvidar el horror un rato, pero también para recordar la importancia de la creatividad. Y que no podemos dar nada por supuesto, ni en la época de las plataformas ni de los NFT.

 

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Protegiendo obras en el Museo Nacional Andrey Sheptytsky, en Lviv (Ucrania)

Fuente: Bernat Armangue

 

Para mí, la impermanencia me recuerda que todo es excepcional, que quiero agradecer y disfrutar de todo aquello que me da vida, que me motiva, que me emociona de las personas, los seres y la cultura con las que tengo la suerte de coexistir en este pequeño suspiro de tiempo del que disponemos. Cuidémoslo y vivámoslo como una especie de pequeño milagro. Y no olvidemos que la fragilidad, la impermanencia, nos recuerda que todo es excepcional, y que por tanto lo malo, el dolor, también lo es.

 

Para saber más:

GELT, Jessica (2022). «Getty condemns cultural ‘atrocities’ as Ukrainian heritage museum burns». En: Los Angeles Times [en línea]. Disponible en: https://www.latimes.com/entertainment-arts/story/2022-02-28/getty-condemns-ukraine-museum-burning

GITELL, Noah (2022). «‘We can’t afford to lose them’: the fight to bring missing movies back». En: The Guardian [en línea]. Disponible en: https://www.theguardian.com/film/2022/mar/07/missing-movies-streaming-initiative

HARDING, Luke; SHERWOOD, Harriet (2022). «Ukranians in race to save cultural heritage». En: The Guardian [en línea]. Disponible en: https://www.theguardian.com/world/2022/mar/09/ukrainians-in-race-to-save-a-nations-cultural-heritage

LEAS, Ryan (2021). «45 lost albums we want to hear». En: Stereogum [en línea]. Disponible en: https://www.stereogum.com/2004872/lost-shelved-unreleased-albums/lists/album-list/

Missing Movies. Disponible en: https://missingmovies.org/

RAZZALL, Katie (2022). «Ukraine: The race to save the country’s artistic treasures». A: BBC [en línea]. Disponible en: https://www.bbc.com/news/entertainment-arts-60603406

RYAN, Larry (2022). «Listen here: you can’t rely on music streaming. Maybe it’s time to dig out your old CDs». En: The Guardian [en línea]. Disponible en: https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/feb/23/music-streaming-cds-spotify

Banda sonora:

SOLOVIY, Khrystyna. I bring peace [en línea]. Disponible en: https://youtu.be/bpvbcpe0doq

VAKARCHUK, Svyatoslav. Знову [en línea]. Disponible en: https://youtu.be/tgzactqycz0

STING (versió 2022). Russians [en línea]. Disponible en: https://youtu.be/r5qhs9ic96a

 

Citación recomendada

ROIG, Antoni. Perder, encontrar, conservar, compartir: sobre la impermanencia de la cultura. COMeIN [en línea], marzo 2022, no. 119. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n119.2220

arte;  entretenimiento;  cine;  televisión;  música;