Hace unos pocos días de la publicación del nuevo trabajo de la cantante Rosalía, Saoko, y ello ha generado un aluvión de análisis y reacciones de todo tipo en torno a la producción musical, la estética de la cantante o el videoclip. Es en este último en el que me centraré a propósito de uno de los comentarios que ha recibido, relacionado con el imaginario que el clip evoca.
Anteriormente, en esta revista he hablado de nuestra investigación sobre activismo medioambiental a partir de los perfiles en Instagram que hemos denominado eco influencers. En una de las últimas publicaciones académicas realizadas sobre este tema (San Cornelio, Ardèvol y Martorell, 2021) tratamos la creación de imaginarios vinculados al cambio climático y a la degradación del medio ambiente por parte de estas cuentas.
El imaginario es un concepto muy debatido y utilizado en las ciencias sociales. Para Castoriadis, uno de los autores más referenciados, el imaginario es fundamentalmente la capacidad de imaginar. Más específicamente, el imaginario social es, de hecho, el imaginario que comparte una sociedad. Dicho de otro modo, corresponde al ethos de un grupo social, en el sentido de prácticas y valores compartidos (una manera de ser y de estar en el mundo), unificados a partir de unos conceptos centrales (Castoriadis, 1987, p. 143). Un elemento destacable en este planteamiento es el imaginario como estructurador y estructurante de la vida social y a la vez fuente potencial de creatividad (ibíd, p. 109-132). El imaginario no es, pues, un repositorio estanco, sino que la creatividad o la imaginación individual tienen un papel fundamental para ampliar los horizontes de posibilidad y transformar la sociedad.
Imaginarios culturales
En nuestro estudio de Instagram aparecen unos imaginarios que dialogan con el imaginario moderno. Someramente, podríamos decir que en este periodo se produce la separación de la persona humana con el medio natural y se prima la idea de progreso, en parte a través de la tecnología. Concretamente, en las cuentas estudiadas encontramos tres estrategias de reconexión con la naturaleza o que se utilizan para vincular afectivamente a la audiencia: la primera tipología nos invita a la admiración y el embelesamiento. La segunda nos impele a la acción a partir de la empatía e identificación con pequeñas historias que nos comunican que hay solución (que podemos hacer algo). Y la tercera tipología activa nuestra rabia, el dolor empático y el enfado. En este sentido, podemos afirmar que en estas historias la emoción se plantea como camino para mover a la acción y tomar partido en esta causa.
El videoclip Saoko (de Rosalía)
Y diréis: ¿qué tiene todo esto que ver con el videoclip de Rosalía? Pues bien, hace unos días la periodista Azahara Palomeque afirmaba en su cuenta de Twitter que el vídeo de Rosalía le había producido ecoansiedad, viendo la quema de combustible a raudales de las motos que aparecen y el culto a estas. Este tuit le comportó, como es habitual en la red, comentarios muy negativos. Lo explica más detalladamente en su artículo publicado en el medio La marea, en el que aborda de manera más específica la necesidad de crear imaginarios actuales que tengan en cuenta la problemática medioambiental.
Sin duda, el imaginario promovido en el videoclip conecta de un modo bastante directo con el imaginario moderno: el poder de la máquina (el motor) y el desarrollo individual, además del lujo y la ostentación que son parte de géneros musicales bien conocidos desde hace dos o tres décadas, y para nada novedosos. En este sentido, la crítica –mi crítica– en términos visuales –ojo, no digo nada de la música– es la recurrencia a clichés en una línea posmoderna conectada, a más no poder, con el capitalismo de consumo.
Sin querer entrar en el debate de si los artistas deben o no reflejar los temas sociales del momento en su obra, sí que hay una cuestión pendiente en la revisión de los distintos imaginarios, en la medida en que estos escenarios imaginados no existirían por sí mismos sin el uso de elementos semióticos. Y ahí los medios de comunicación –todos, los tradicionales y las redes– tienen un papel fundamental, como nos recuerdan Mayorga, del Valle y Browne (2013), que profundizan en la relación de los imaginarios con los medios, y afirman que pueden ayudar a cristalizar un conjunto de significaciones en torno a un mundo posible y sus particularidades políticas, económicas, sociales y culturales (p. 492).
Hay algunos relatos e imaginarios en los medios que están empezando a representar esta nueva realidad de crisis medioambiental, algunas propuestas han aparecido en nuestro estudio, y obviamente, eso no significa que sean mejores o peores. Otras se sitúan en otros medios como el audiovisual, en series y películas. Sin duda, este es un tema que nos ocupará en un tiempo y espero poderlo contar en próximos artículos de COMeIN.
Para saber más:
CASTORIADIS, Cornelius. (1987). The Imaginary Institution of Society (trans. Kathleen Blamey). MIT Press
MAJORGA ROJEL, Alberto Javier; DEL VALLE ROJAS, Carlos; BROWNE SARTORI, Rodrigo (2013). «El imaginario social de la acción colectiva de protesta y la crisis argentina de 2001, en el discurso de la prensa en Chile». En: Polis, vol. 12, no. 34, p. 491-518. DOI: https://doi.org/10.4067/S0718-65682013000100024.
PALOMEQUE, Azahara (2022). «La crisis climática también es un problema cultural». En: La marea. [en línia]. Disponible en: https://www.climatica.lamarea.com/crisis-climatica-problema-cultural-saoko/
SAN CORNELIO, Gemma; MARTORELL, Sandra; ARDÈVOL, Elisenda (2021). «Imaginarios sociales ante la crisis climática: análisis de los eco-influencers en Instagram». En: IC Revista Científica de Información y Comunicación, no. 18, p. 197-224. [en línia]. Disponible en: https://icjournal-ojs.org/index.php/IC-Journal/article/view/629. DOI: https://doi.org/10.12795/IC.2021.I18.11.
Citació recomanada
SAN CORNELIO, Gemma. Imaginarios culturales, videoclips y medio ambiente. COMeIN [en línea], febrero 2022, no. 118. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n118.2212
Profesora de Comunicación Audiovisual y Diseño de la UOC