ArtículosNúmero 122 (junio 2022)

Silicon Valley, Twitter y Musk: del nuevo capitalismo de plataformas a plataforma para el viejo capitalismo

Ignasi Gozalo Salellas

Con la noticia no consumada de la adquisición de Twitter, el nuevo protagonismo de Elon Musk en el mundo de las empresas tecnológicas de Silicon Valley nos desvela que ya estamos de pleno en una segunda fase del capitalismo del big data: se abandona el feudalismo tecnológico de carácter utopista para entrar en una plutocracia extractivista en la que el sector tecnológico es solo un mercado más en el sueño imperial de poseer un nuevo mundo que hay detrás de los pasos de Elon Musk o Jeff Bezos.

La mayor parte del alboroto mediático que ha provocado el anuncio de la compra de Twitter por parte de Elon Musk, no ejecutada hoy, se ha fijado en las consecuencias que puede tener para la herramienta en sí y para la sociedad, pero no en el destino del capitalismo de plataformas (Srnicek, 2017). Detrás del interés por el futuro de Twitter, definido por el propio Musk como el ágora de nuestros tiempos, hay de fondo una angustia por el cambio de estatuto de nuestra identidad contemporánea, sometida a la exposición pública y a la construcción de una marca individual a través de las redes sociales. ¿Quién y cómo podré ser a partir de ahora?, nos preguntamos inconscientemente. Pero el culebrón Twitter va más allá. Es evidente que la entrada al negocio de las tecnologías digitales de una figura recién llegada como Musk nos confirma una mutación de este capitalismo de datos –denominado por la teoría más crítica como tecnofeudalismo (Mazzucato, 2019; Morozov, 2022)– en una nueva plutocracia en manos de muy pocos.

 

Musk no es ni un tecnófilo ni encaja en el rol de ingeniero visionario que, a lo largo de diferentes generaciones desde los años ochenta, han encarnado Bill Gates, Steve Ballmer (Microsoft), Steve Wozniak, Steve Jobs (Apple) o, más recientemente, Larry Page, Sergey Brin (Google), Mark Zuckenberg (primero con Facebook y ahora con Meta) o los creadores de Twitter –uno de los cuales, Jack Dorsey, afirmaba recientemente que el tablero de juego de la comunicación de nuestros tiempos, Twitter, no puede estar en manos de un solo propietario. Musk no pertenece a esta genealogía que transformó la figura del gran empresario de la era dorada del capitalismo industrial –desde los fundadores John Davison Rockefeller y Henry Ford hasta el primer magnate de los medios William Randolph Hearst– en un imaginario de utopismo tecnológico creado desde Silicon Valley y que ha provocado la fascinación por el tecnofeudalismo en todo el mundo. Pertenece a –y lidera– una nueva generación de ricos más ricos que nunca que, como nos recuerda Paul Krugman, amplían la jerarquía financiera entre clases sociales, pero no obtiene lo que Max Weber denominó la «jerarquía del prestigio» (Krugman, 2022).

 

Musk, tecnofeudalismo y el ‘nuevo’ capitalismo

 

Lo cierto es que, contrariamente a lo que opina Yanis Varoufakis cuando argumenta que el tecnofeudalismo estaría acabando con el capitalismo (2021), Musk representa un retorno a aquel gran businessman oligarca adaptado al siglo XXI: moderno y con sello ecologista, pero profundamente individualista, acumulador e inflexible. Las etiquetas del riesgo y la innovación esconden su estrategia monopolística a lo largo de dos décadas: de los pagos paperless (Paypal y X.com) a la automoción verde (Tesla); de la irrupción en un mercado nuevo como el espacio aéreo, históricamente en manos de los Estados (SpaceX) al control de la opinión pública a través de Twitter –aquella global village que Marshall McLuhan imaginó hace unas décadas pero que se ha hecho realidad con la red digital–. El enorme monstruo capitalista que Musk ha creado, basado en una acumulación sin fin y con el interés propio como objetivo, explica el control emocional que tienen sobre los mercados bursátiles sus movimientos tácticos en los medios –ya sea cuando aplica la lógica disruptiva anunciando la compra del pajarito como cuando congela la operación con varias excusas técnicas (Reich, 2022).

 

Revestido de un falaz liberalismo, anuncia como primera medida la liberalización de la opinión pública –solo buscando garantizar el protagonismo de su discurso y agitar el fantasma trumpiano del hombre blanco, masculino, triunfador y outsider cancelado por la sociedad liberal-progre–. Cuando el propio Musk afirmaba que se trataba de privatizar empresarialmente Twitter, en el fondo estaba evidenciando el deseo de control individual de una herramienta creada para servir de espacio común a millones de personas. Reducir la aldea global mcluhaniana al backyard de un hogar en California es la forma más contemporánea de los grandes monopolios que la economía norteamericana ha protagonizado a lo largo de la historia del capitalismo.

 

Quizás, al igual que aquellos hombres pioneros de la edad dorada del capitalismo yankee, Musk es individualista y egocéntrico, pero, a diferencia de ellos, que habían levantado una imagen de filántropos ejemplares y de justos beneficiarios que devolvían a la sociedad aquello acumulado, personajes como Musk buscan a través del ágora pública una difuminación de los espacios de la política y la comunicación, empujados por el deseo de atención y notoriedad. En el mismo terreno se mueve Donald Trump, con quien Musk comparte una renovada homofobia y alma libertaria –en el sentido norteamericano: ultraliberal y antisocial. Ambos dan vigor a un libertarismo, históricamente minoritario, basado en la subyugación social y en la negación del Estado como garantía de equilibrio social. No solo comparten personalidad, sino también origen formativo en la mítica escuela de economía y negocios Wharton School de la Universidad de Pensilvania –un espacio reservado a los privilegiados de las clases altas, generalmente blancas y anglosajonas.

 

Como ciudadanos usuarios de las redes sociales, debemos ser conscientes de cómo participamos de los nuevos pasos que el capitalismo de datos divisa. Ahora ya no se apropia de nuestros datos, sino del espacio común que nos vincula al mundo. Solo con una cierta distancia crítica seremos capaces de hacernos la obligada pregunta: ¿queremos estar en este nuevo espacio común privatizado o conviene reinventar, adaptadas a los tiempos actuales, antiguas formas decomunidad?

 

Para saber más:

KRUGMAN, Paul (2022, 25 mayo). «Elon Musk Is Building a Sci-Fi World, and the Rest of Us Are Trapped in It». The New Work Times [en línea]. Disponible en: https://www.nytimes.com/es/2022/05/25/espanol/opinion/elon-musk-jeff-bezos-politica.html

MAZZUCATO, Mariana (2019, 2 octubre). «La prevención del feudalismo digital». Project Syndicate [en línea]. Disponible en: https://www.project-syndicate.org/commentary/platform-economy-digital-feudalism-by-mariana-mazzucato-2019-10/spanish

MCLUHAN, Marshall (1989). The Global Village: Transformations in World Life and Media in the 21st Century. Polity Press.

MOROZOV, Evgeny (2022, enero-abril). «Critique of Techno-Feudal Reason». New Left Review, no. 133/134 [en línea]. Disponible en: https://newleftreview.org/issues/ii133/articles/evgeny-morozov-critique-of-techno-feudal-reason

REICH, Robert (2022, 24 abril). «Elon Musk wants to own Twitter to protect his ‘freedom’, not everyone else’s». The Guardian [en línea]. Disponible en: https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/apr/24/elon-musk-twitter-billionaire-robert-reich

SRNICEK, Nick (2017). Platform Capitalism. Polity Press.

VARUFAKIS, Yanis (2021, 30 abril). «Techno-Feudalism and the End of Capitalism». Now Then Magazine [en línea]. Disponible en: https://nowthenmagazine.com/articles/yanis-varoufakis-techno-feudalism-and-the-end-of-capitalism

 

Citación recomendada

GOZALO SALELLAS, Ignasi. Silicon Valley, Twitter y Musk: del nuevo capitalismo de plataformas a plataforma para el viejo capitalismo. COMeIN [en línea], junio 2022, no. 122. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n122.2243

medios sociales;  big data políticas comunicativas;  ética de la comunicación;