Número 160 (diciembre de 2025)

¿A quién le importa la información y el conocimiento? ¡A nosotros, todavía, mucho!

Alexandre López-Borrull

Durante quince años, entre septiembre de 2009 y julio de 2025, el grado de Información y Documentación de la UOC ha formado a generaciones de profesionales que han entendido el grado no solo como el único que les era posible cursar, sino también como el que les convenía en aquel momento vital. Y no como un recurso neutro, sino que me atrevería a decir que como unos fundamentos suficientemente sólidos como para sostener las instituciones y la ciudadanía.

Un grado que actualizamos en 2016 y que en septiembre de 2018 empezó una larga extinción hasta ahora, para permitir a los muchos estudiantes que teníamos en aquel momento terminar sus estudios. En total, 323 titulados han pasado por el programa, validando un proyecto académico que nació con ambición y que cierra con la serenidad de haber contribuido a un ecosistema profesional que, a pesar de las turbulencias, continúa siendo imprescindible. Termina, pero, la necesidad de gestionar la información... ¿verdad que no? ¿A que parece contraintuitivo?

 

Cuando el programa se desplegó en 2009, en el nuevo marco europeo, el campo de la gestión de la información se encontraba inmerso en una transformación acelerada. Las bibliotecas redefinían su papel, las plataformas digitales empezaban a reorganizar los hábitos de lectura, consulta y consumo de información, y la gestión documental vivía la transición hacia modelos completamente digitales. Aun así, en aquel contexto de efervescencia tecnológica, el grado apostó por una idea sencilla pero valiente: las tecnologías pasarían, pero la necesidad de mediación informacional persistiría. Y así ha sido. No hay ningún algoritmo, de momento, que sustituya la capacidad humana de comprender contextos, interpretar necesidades informativas y anticipar riesgos derivados de la mala gestión del conocimiento. Y cuanto más avanza la inteligencia artificial generativa, más claro lo tengo.

 

Pero con los años, la narrativa dominante ha ido insinuando que los intermediarios sobraban, que el futuro sería una relación inmediata entre contenidos y usuarios, sin ningún filtro, ni ninguna capa de pericia que ayudara a navegar la complejidad. Esta visión ha sido, en parte, seductora: prometía autonomía y acceso ilimitado. Pero la realidad que hemos constatado –tanto desde la academia como desde la práctica profesional– es que esta aparente desintermediación solo ha desplazado el centro de gravedad. No hemos reforzado la proximidad con el usuario; hemos acercado todavía más el poder a los creadores, a las plataformas y a los actores capaces de modelar lo que vemos, leemos y acabamos por considerar verdad. No tenemos ciudadanos más empoderados sino más frágiles con la proliferación de desinformación, alucinaciones y falsas certezas.

 

La situación actual

 

Este desplazamiento no es menor. Cuando priorizamos a los creadores por encima de los usuarios, convertimos el consumo de información en un acto unilateral. Las plataformas deciden la visibilidad, los algoritmos definen relevancias y las audiencias se convierten en datos más que en personas. Precisamente por eso, hoy la función de los profesionales de la información debería ser más necesaria que nunca. Necesitamos mediadores que hagan explícito aquello que a menudo es opaco: los criterios, los sesgos, las ausencias y las intenciones que estructuran la circulación del conocimiento digital. Y añado que también necesitamos saber integrar la ética y las emociones en el intercambio de conocimiento –creo– porque, si no, nos faltan capas de complejidad y perdemos la batalla ante la desinformación, como si los datos lo pudieran todo.

 

En este contexto, puede parecer contradictorio que el grado llegue a su fin. No queremos pensar que sea el punto final en este ámbito, sino que nos encontramos ante una reorganización, aprovechando las sinergias que tenemos en nuestros estudios con las redes sociales, el periodismo y el diseño. Las competencias que el programa valoraba, como por ejemplo la alfabetización informacional, el análisis crítico y la gestión de datos, o la preservación digital son más valiosas que nunca. Lo que quizás cambia es la manera en que las impartiremos. Asimismo, el mercado formativo y profesional se mueve hacia formatos más flexibles, modulares e inmediatos, y esto nos abre la oportunidad de repensar lo que ya éramos buenos haciendo.

 

El futuro de la formación en el ámbito

 

Es aquí donde entran en juego las microcredenciales y otros itinerarios cortos de especialización, que no sustituyen el espíritu del grado, sino que lo adaptan a un entorno en el que las necesidades evolucionan rápidamente. Si la información es un campo que se transforma continuamente, la formación asociada también debe hacerlo. Y esta flexibilidad nos permitirá continuar generando valor: formando profesionales que ya trabajan en instituciones, respondiendo a demandas emergentes, y ofreciendo conocimiento actualizado y profundo allá donde sea necesario. La microcredencial en Verificación de Información y Fake News que realizamos junto con la entidad experta Learn to Check sería un ejemplo.

 

Mirando atrás, los quince años del grado constituyen un testigo de coherencia académica y de resistencia, si se me permite, en un momento histórico en el que la información se ha convertido en un campo de batalla político y económico, y también en parte de la guerra cultural. Y, aun así, no dejamos espacio para la nostalgia. Continuaremos formando profesionales capaces de dar sentido a la información, ya sea a través de programas largos o de formatos breves, tanto desde la universidad en solitario como en colaboración con otras instituciones.

 

El título puede desaparecer, pero la necesidad continúa. Y es precisamente en esta necesidad que encontramos la continuidad del proyecto: continuar aportando criterio, mirada crítica y capacidad de mediación en un mundo que, cada vez más, reclama profesionales que ayuden a transformar datos en conocimiento y conocimiento en decisiones responsables, como vimos con la COVID-19 o como vemos con la emergencia climática. No nos andamos con chiquitas.

 

Imagen de portada:

Fotografía de Pexels/Pixabay

 

Citación recomendada

LÓPEZ-BORRULL, Alexandre. «¿A quién le importa la información y el conocimiento? ¡A nosotros, todavía, mucho!». COMeIN [en línea], diciembre 2025, no. 160. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n160.2587

gestión de la información;  documentación;  gestión del conocimiento;  biblioteconomía;  inteligencia artificial;  medios sociales;  ética de la comunicación;  periodismo;  diseño;