Es indudable que todos los objetos diseñados, ya sean analógicos o digitales, consumen o han consumido energía eléctrica. Ya sea en su producción (una silla) o en su distribución, la han consumido. Y muchos de ellos se alimentan de la electricidad para funcionar regularmente, como por ejemplo una cafetera o un teléfono móvil.
¿Cuántos objetos están consumiendo energía eléctrica en este preciso momento en Barcelona? Llevaré a cabo un ejercicio micropolítico doméstico y contaré cuantos de ellos tengo a mi alrededor en el espacio desde el cual escribo este texto (8 m2). El resultado son 16 objetos que han sido diseñados y que necesitan alimentarse de electricidad. La ciudad de Barcelona tiene una superficie de 101,35 km2 y el cálculo de objetos conectados a la red es complejo, pero podemos imaginar que es ingente. A esto hay que sumar las infraestructuras que acompañan al entorno urbano y que necesitan electricidad (semáforos, alumbrado, transporte público, internet, etc.).
Es probable que sea más fácil enumerar los objetos diseñados que no necesitan electricidad para funcionar. Esta labor es cada vez más compleja, pues la industria turbocapitalista global se ha empeñado en intentar conectar cada objeto a internet, un fenómeno llamado «El internet de las cosas». Todo perfecto para las compañías eléctricas y sus beneficios económicos, si no fuera por un pequeño detalle: el aumento en el consumo eléctrico es una de las causas de la crisis climática global. El ventilador que nos ayuda a no morir de calor al mismo tiempo acelera procesos que provocan que el planeta muera lentamente. ¿Cuántos ventiladores existen en el mundo que funcionan simultáneamente?
Consumo eléctrico, diseño de objetos y crisis medioambiental
No recordamos que existan debates en la actualidad ligados al diseño de objetos y la crisis medioambiental global. En concreto, que se focalicen en el consumo eléctrico. Lo que sí encontramos son recomendaciones de cómo consumir menos electricidad. «Compra el arma, pero te recomiendo que no las dispares», o bien dispara poco. Este no es un tema sencillo en un mundo dependiente del consumo a todas las escalas de la sociedad. Para muestra, la guerra entre Rusia y Ucrania nos ilustra los conflictos ligados a la producción energética en Europa y más allá de ella. Cada vez son más frecuentes las noticias relacionadas con una crisis energética global, y de momento no hay voces que debatan diseñar menos productos que se alimenten de energía eléctrica. ¿Será que no es posible detener este caudal productivista?
Es fundamental desde los estudios de diseño que este tema se ponga sobre la mesa de forma urgente. No vale evitarlo o hacer un greenwashing (ecoblanqueo) y usar la retórica de ser más ecológicos sin subrayar que se deben producir menos objetos. En una ciudad de 101,35 km2 cabe un número concreto de autos, es algo matemático. Si se sigue llenando de autos nuevos, aunque sean eléctricos, y no se detiene su producción, lo que tendremos es una mejora en la imagen de la industria automotriz, pero al mismo tiempo tendremos cada vez más autos «verdes» que seguirán consumiendo electricidad en vez de gasolina. Cambiamos de verdugo.
Es verdad que las tecnologías contemporáneas consumen menos electricidad que las anteriores, pero hoy en día existen millones de objetos más en el mundo, y cada día se multiplican. Si el diseño fue capaz de producir tantos objetos dependientes de la electricidad, también debe ser capaz de revertir esta tendencia. Si esto no sucede, la labor del diseño será comenzar a diseñar objetos para el colapso y la supervivencia de la humanidad. No le quedará otra. Seguramente esta idea ya está en proceso en algún laboratorio de I+D.
Citación recomendada
FOGLIA, Efraín. «El diseño y el consumo energético». COMeIN [en línea], noviembre 2022, no. 126. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n126.2275
Profesor de Diseño en la UOC
@EfrainFoglia