En la década de 1960, los artistas utilizaron estrategias documentales, rompiendo los límites entre la documentación y la ficción, produciendo obras que ofrecen una (re)escritura de la historia a partir de las lagunas dejadas por los documentos. Es en este sentido en el que destacamos el proceso artístico de Rosângela Rennó y Carrie Mae Weems.
Los lenguajes artísticos pautados por los procesos documentales, como la fotografía y posteriormente el cine, emplearon (y emplean) recursos etnográficos como la observación participante, las entrevistas y la investigación en archivos, no solo con el propósito de dar a conocer el pensamiento de una época, sino también para reconectar pasado y presente y posibilitar una reescritura a partir de las lagunas y vacíos dejados por las historias. En este marco, el arte contemporáneo se adapta a las demandas actuales, involucrando nuevos actores, de otros discursos, interviniendo en viejos y nuevos circuitos artísticos a través de nuevos formatos y materialidades expandidas que articulan y convergen lenguajes.
Hay artistas que revisitan archivos públicos para apropiarse de sus documentos; otros que crean archivos ficticios y aquellos que problematizan la cuestión del archivado, entre otras modalidades. La actividad del artista-archivista-documentalista adquiere un lugar importante, ya que muchos de los archivos públicos se encuentran en estado de abandono, atraídos por una «política del olvido», como define Ana Pato (2012). Según esta investigadora, la indiferencia se debe a un intento de borrar para evitar un enfrentamiento entre datos del pasado y del presente. «[...] Si, por un lado, corresponde a la institución preservar sus archivos, por otro lado, el archivo contiene en sí mismo la amenaza a su propia existencia, ya que garantiza la posibilidad de reconocimiento de una deuda» (Pato, 2012, p. 20).
A partir de esta premisa, traemos como punto de reflexión obras artísticas que se apropian de imágenes, documentos y dispositivos de archivos oficiales para cuestionar la idea hegemónica de una historia oficial, arrojando luz sobre grietas borradas y silenciadas de esa misma historia. Elegimos trabajos que abordan la idea de apropiación y re-escenificación porque entendemos que el concepto de historia, por su propia naturaleza, es un campo permeado por la invención y la ficción.
¿Es posible reescribir la historia?
Empezamos con la serie Cicatriz (1996) de la artista Rosângela Rennó, que ha investigado el archivo público de la penitenciaría del Estado de São Paulo y rescatado 15.000 negativos, todos restaurados y organizados por ella. Las imágenes fueron producidas entre 1920 y 1939 por un fotógrafo desconocido, bajo la supervisión del Dr. José de Moraes Mello, psiquiatra jefe del Departamento de Medicina y Criminología de la Penitenciaría del Estado. El acervo incluía aproximadamente 6.000 imágenes reproducidas, tituladas Penitenciaría del Estado de São Paulo, Servicio de Biotipología Criminal, Archivo de Tatuajes. Cada página mostraba una foto de un recluso con detalles como nombre, apodo, delito cometido, edad, raza, lugar de nacimiento y profesión. Los tatuajes también se clasificaban como étnicos, amorosos, religiosos, obscenos o decorativos.
Las fotografías de la serie delatan un poder disciplinar, según las clasifica Moacir dos Anjos (2016):
«[...] que se prestaron, en algún momento, a otorgar autoridad al poder disciplinario que establece y justifica sistemas de regulación de cuerpos. Un poder que ya se ha valido de tipologías fisionómicas para certificar lo que gobernaría los comportamientos transgresores, como las formas de los cráneos y los rostros de aquellos que se desvían de las normas socialmente acordadas».
Al retirar estas imágenes de los archivos oficiales, Rennó reinserta a estas figuras anónimas nuevamente en la sociedad, destacando dos preocupaciones: una con la documentación/archivo de la prisión y otra con la negligencia y la memoria presente en los cuerpos de la población carcelaria, registrada por la fotografía policial, que subyuga y domestica al individuo.
La cineasta y fotógrafa Ariella Azoulay lo corrobora al reflexionar sobre la contribución de la fotografía como un cuerpo político capaz de narrar momentos significativos de la historia, especialmente cuando se descubrió y se utilizó al servicio del imperialismo colonial. La autora analiza la imagen fotográfica a partir del siglo XV y nos explica hasta qué punto las imágenes concebidas desde la perspectiva de sus promotores fueron capaces de canonizar una «[...] historia oficial europea moderna (como recurso) instrumental para el ejercicio de la violencia contra los otros» (Zoulay, 2019).
En esta misma línea, traemos al debate la obra From Here I Saw What Happened and I Cried (1995-1996), de Carrie Mae Weems. La artista utiliza 33 fotos de daguerrotipos de esclavos africanos de 1850 en Carolina del Sur. Son retratos de hombres y mujeres negras, desnudos completamente o desde la cintura hacia arriba, encargados por el científico de Harvard Louis Agassiz para respaldar su teoría frenológica, la cual sostenía que las personas de ascendencia africana eran una raza inferior. Weems interviene en las imágenes, tiñéndolas de azul y rojo, con frases que nos hacen pensar sobre el racismo instaurado a lo largo de la historia. Nos habla de los estereotipos y reflexiona sobre cómo la ciencia ha utilizado los cuerpos de las personas racializadas para convertirlos en objetos en lugar de sujetos, y ha utilizado la fotografía como un instrumento para la apología de la esclavitud.
Reflexiones sobre el uso de la fotografía
Rennó y Weems dialogan sobre el uso de la fotografía como instrumento de poder y del control sobre los individuos. Weems señala que en la fotografía documental hay un valor de «no verdad» que es fundamental investigar. Lo que estas imágenes nos revelan son las relaciones de poder e identidad que han sido construidas a partir de las relaciones jerárquicas y eurocéntricas, ofreciendo además a quienes las vieron signos que indicaban la anulación de estas culturas consideradas subalternas.
Según Jean-François Lyotard (2006), el saber científico es otra especie de discurso que también está permeado por ficciones. Ficción que no implica un engaño o falsedad, sino que constituye un género que mezcla casi inevitablemente lo empírico y lo imaginado, es decir, los actos de aparentar en el texto ficticio, y que concierne a la transgresión de límites entre el texto y el contexto. En las obras de las artistas referidas, percibimos el uso de la ficción en sus articulaciones con la ciencia, en apropiaciones marcadas por una criticidad tanto con el pasado como con el presente.
Cada artista trabaja diferentes tipos de usos de los documentos para presentar un proceso que se apropia de los hechos y así recrearlos nuevamente, usando las fotografías de archivo para cuestionar el presente, como un artilugio de resistencia y emancipación. Este proceso de reconstrucción y fabulación del pasado realizado por las artistas puede ser visto como una reescritura de esta misma memoria, lo que posibilita otras miradas sobre el tiempo y la historia.
Para saber más:
AZOULAY, Ariela (2019). «Desaprendendo as origens da fotografia». Zum, Revista de fotografía, vol. 17 [en línea]. Disponible en: https://revistazum.com.br/revista-zum-17/desaprendendo-origens-fotografia/
DOS ANJOS, Moacir (2016). «Estavam bem mortos». Zum, Revista de fotografía, columnistas [en línea]. Disponible en: https://revistazum.com.br/colunistas/estavam-bem-mortos/
LYOTARD, Jean-François. (2006). La condición postmoderna. 4ª ed. Madrid: Cátedra.
PATO, Ana (2012). Literatura expandida: arquivo e citação na obra de Domenique Gonzalez Foerster. Edições Sesc SP: Associação Videobrasil.
Citación recomendada
MARTINS, Inés; VIEIRA, Caroline. «Fotografía y archivo: otras lecturas de la historia». COMeIN [en línea], septiembre 2023, no. 135. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n135.2356
Profesora de Comunicación en la UOC
Doctoranda en Artes Visuales de la Universidad Federal de Bahía