La presentación institucional de la Copa América de vela escenificó una vuelta al consenso de la Transición. También la recuperación de una simbología que apela al espíritu de los Juegos Olímpicos del 92 como mito fundacional de la España contemporánea.
La serie de ficción de Ripley (Netflix) convive en plataformas con el estreno de la serie documental El caso Sancho (HBO) y el seguimiento en la prensa del juicio en Tailandia. Sentarte en el sofá a ver la serie Ripley en España, en mayo de 2024, te lanza la cabeza de manera inevitable al caso Sancho: dos asesinos jóvenes y hermosos, seductores queer, oportunistas ávidos de dinero y riqueza que cometen sus crímenes en escenarios idílicos, periferias del placer alejadas de sus países de origen, encarnados en identidades que van mutando según las distintas circunstancias y necesidades. Necesidades que se basan en conseguir lo que quieren a cualquier precio.
El humor hecho por mujeres que se gesta en el ecosistema mediático de internet tiene un encaje difícil cuando se desplaza a canales y formatos generalistas. Después de Elvis (Baz Luhrmann, 2022), donde se nos contó con una narrativa y una estética apabullantes el ascenso y caída del mito popular de Elvis consumido en las fauces del showbusiness, Sofia Coppola nos cuenta en Priscilla (2023) el reverso íntimo y doméstico de la vida de su mujer durante sus años de relación (1959-1973): su primer encuentro en la base militar norteamericana de Alemania –ella con 14 años y él con 24–, su marcha a EE. UU., su vida en Graceland, la boda, la maternidad y la separación.
El primer Seminario de Estudios Culturales de GAME (Grupo de Investigación en Aprendizajes, Medios y Entretenimiento) permitió poner en común proyectos, debates e ideas alrededor de un campo de investigación que permite articular el pensamiento con la intervención política y social. La ponencia principal corrió a cargo de Toby Miller, que puso sobre la mesa los elementos para definir los estudios culturales a partir de dos autores: el filósofo Bruno Latour y el historiador Roger Chartier.
La amenaza de huelga de los guionistas norteamericanos podría ser una oportunidad para que los discursos y análisis que se hacen desde los medios de comunicación y la academia salgan del marco establecido por el marketing industrial de las plataformas.
Existe un consenso generalizado en que las mujeres tenemos un problema de confianza en nosotras mismas y, desde los medios de comunicación, la publicidad y los manuales de autoayuda, se van lanzando mensajes de autoestima e imágenes de mujeres empoderadas para solucionarlo.
Es probable que en los centros donde se estudia y se enseña periodismo se tenga que explicar a las estudiantes el escándalo que destapó The Guardian sobre la empresa de consultoría Cambridge Analytica y su papel en el resultado del Brexit o en la victoria de Donald Trump de 2016. No hace muchos días, un colega profesor de periodismo en una universidad pública de Madrid me explicaba que un grupo de sus estudiantes de cuarto curso lo interrumpió para preguntarle «qué era eso del Ferrerasgate». A pesar de su actualidad y gravedad, ambos casos parecen condenados al olvido, engullidos por la enésima crisis de Twitter.
Ahora que viene el buen tiempo y algunas empezamos nuestro particular período de estivación, propongo realizar un recorrido sobre algunos cambios que se han producido en los discursos, las representaciones y los imaginarios culturales del turismo en el cambio de siglo en un contexto de crisis económica y climática, con la industria turística en el centro de los debates sobre el modelo español construido en el desarrollismo y consolidado durante la transición.
Cuando Neus Ballús recogió el Premio Gaudí 2022 a la mejor película dijo que «las mujeres no sólo hemos llegado al cine para hacer óperas primas: hemos venido para quedarnos». Esta frase sintetiza un proceso de más de veinte años en los que hemos vivido un cambio generacional en el cine español que ha ido de la mano de la incorporación, visibilización y reconocimiento de las mujeres en el sector cinematográfico.
La recuperación de los trabajos de la académica y activista bell hooks pone en valor un legado que clama por un feminismo interseccional en un momento de cambios generacionales y debates en el activismo global.