A veces la casualidad sitúa dos eventos en un tiempo próximo y te hace ver las cosas con una nueva perspectiva. En este caso, y este será el tema de este artículo, hablaremos de la primera condena por fake news y el futuro de Twitter. De todo ello me gustaría comentar algunos aspectos que me parecen interesantes.
Antes de hacer el listado de libros que no tendré tiempo de leer durante las vacaciones, tenía pendiente echar un buen vistazo a Infocracia: la digitalización y la crisis de la democracia, el reciente libro de Byung-Chul Han. Ciertamente, estos libros que son una compilación de breves artículos/capítulos a veces tratan los temas con poca profundidad, pero en cambio permiten transmitir una idea destacada en cada una de las piezas. El filósofo coreano describe y se muestra crítico con algunos aspectos de la sociedad, a los que llama infocracia.
Podría decir que el orden de los nombres es fortuito, pero no lo es y, aunque la Wikipedia me informa de que hay una divergencia en el título entre el Estado español y Sudamérica (en el primero era El bueno, el feo y el malo, mientras que en el segundo era El bueno, el malo y el feo), es evidente que no soy equidistante entre los tres personajes y que el orden tiene sentido y de momento, todavía, Trump es el malo y Elon Musk es el feo, no por temas estéticos sino porque le ha tocado. Veamos cómo se está comportando cada uno de ellos en el tablero de las redes sociales, en la tensión –como veremos– entre libertad de expresión y desinformación.
Escribo este artículo el 1 de marzo, sexto día de la invasión rusa de Ucrania, una nueva guerra en Europa. Lo empiezo expresamente con las dos palabras (guerra, invasión) que curiosamente no aparecen de momento en los medios informativos prorrusos, ocultas tras el eufemismo de operación militar especial. Sí, me resulta difícil mantener la objetividad (pero no la neutralidad) a la hora de hablar y analizar lo que está sucediendo.
Más allá de las opiniones favorables o no a los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, una de las imágenes icónicas es, sin duda, el caos generado durante la ceremonia de clausura, mientras cantaban los Manolos y una multitud de atletas subía al escenario. En aquel desorden, destacó la voz del recordado Constantino Romero pidiéndoles que bajaran del escenario. Parafraseo aquel llamamiento para hacer el mío a científicas y científicos: ¡Por favor, no dejéis las redes sociales! En este artículo explicaremos el valor del trabajo que hacen, por qué es necesario que estén en estas y por qué se pide no abandonarlas, así como el modo de lograrlo.
A pesar del recuerdo funesto que este histórico tratado representa para los catalanes, se me hace difícil no emplear el juego de palabras en relación a lo que ha sucedido en la Universidad de Utrecht, y cómo puede afectar al ecosistema científico. Y de rebote, a la ciencia (o no). Para aquellos que no lo recuerden, este tratado de 1713 son de hecho (me corrige la Wikipedia) toda una serie de tratados de paz bilaterales que se firmaron entre los diferentes contendientes de la Guerra de Sucesión española. Un tratado puede entenderse como una negociación entre dos visiones o naciones enfrentadas que acuerdan un equilibrio para continuar sus misiones.
La crisis sanitaria y infodémica por COVID-19 nos ha impactado de forma muy importante durante el último año. A parte de aprender qué son las Rt, la incidencia acumulada o qué es una PCR, hemos tenido que lidiar con una gran cantidad de mentiras y noticias falsas. Desde las teorías conspiracionistas que ligaban Bill Gates (antes del divorcio) y el 5G con la enfermedad, hasta las informaciones que las campañas de vacunación eran los intentos del nuevo orden mundial para reducir y controlar la población global.
La tercera ley de Newton o principio de acción y reacción dice que, cuando un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, este segundo reacciona ejerciendo una fuerza igual y en sentido contrario sobre el primero. En una aproximación social, esta ley, sin duda, parece cumplirse cuando valoramos la reacción que se ejerce contra los vectores históricos y sociales presentes en nuestra época, como la globalización, el feminismo, la conciencia del cambio climático y añadiría el papel en el progreso de la ciencia.
Un título alternativo podría haber sido «Epílogo de Trump, cuando la verdad es un plato que se sirve frío», pero dos cosas han hecho que me lo replanteara. En primer lugar, soy plenamente consciente de que el refrán inglés «Revenge is a dish best served cold» se refiere a la venganza, pero pensaba que el juego de palabras me permitiría evidenciar que si alguien se la tenía jurada a Trump era la verdad. Motivos no faltan. Sí, hablamos de verdad como una idea abstracta, lo que tan bien ha descrito Julian Baggini en su muy recomendable Breve historia de la verdad.
La crisis sanitaria de la COVID-19 ha sacudido de forma evidente nuestros cimientos: aquella normalidad que formaba parte de nuestro día a día, nos gustara o no. La propia sociedad de la información y el conocimiento, a menudo ya amortizada como concepto, ha visto cómo la información alrededor de la pandemia pasaba a ser un problema, tanto que, por primera vez, la OMS hablaba en marzo de 2020 de infodemia, refiriéndose a un exceso de información, mucha de la cual sería falsa.