El avance meteórico de la inteligencia artificial (IA) está centrando el debate en los últimos meses y generando reacciones entre expertos e inversores, pero también en el ámbito legislativo. El sector periodístico no se encuentra al margen de esta conversación, máxime cuando se está cuestionando cómo este avance tecnológico puede afectar al futuro profesional.
El audio ha ido cobrando cada vez mayor protagonismo como formato para el consumo de contenidos informativos. Sin embargo, las pautas de consumo del mensaje sonoro han cambiado drásticamente marcadas por la creciente presencia del pódcast y la experimentación que lleva a producir piezas creativas que consiguen atraer a nuevos públicos, en especial a aquellos más jóvenes. Todo ello impacta en las estrategias que desarrollan los medios, que pasan por una mayor audificación de la información.
Ante el uso de las plataformas de social media en el conflicto bélico de forma estratégica, las propias empresas se han visto en algunos casos en la necesidad de pronunciarse sobre su postura ante determinado empleo. La manera de actuar y reaccionar ha sido diferente, pero evidencia las medidas que estos entornos pueden poner en marcha para fomentar o limitar el alcance de algunos perfiles y contenidos.
En los últimos años, la irrupción y popularización de los social media ha producido un alto impacto en el ecosistema comunicativo. Sus usos y su consumo se han ido ampliando para cubrir desde las propias necesidades sociales hasta otras tan variadas como las informativas, de ocio y entretenimiento, formativas... También han dado cuenta de su importancia en hitos clave de la historia reciente, como en situaciones de catástrofe y emergencias, así como en campañas propagandísticas y en la difusión de las conocidas como fake news. De ahí el interés por reflexionar sobre el uso estratégico que están ahora adquiriendo en el conflicto bélico de Ucrania.
En estos últimos meses la atención se ha fijado en los movimientos de compra e inversión en las plataformas social media. Eso explica la cobertura dada a las tentativas y compra de Twitter por Elon Musk. Pero el sector de la comunicación está en cambio constante y las dudas sobre el modelo de negocio planean sobre los grupos mediáticos donde también se producen cambios habituales entre los inversores. Junto a intereses comerciales, otros atractivos y razones estratégicas se encuentran detrás de estas actuaciones.
Frente a la crisis de credibilidad y la difusión de las conocidas como fake news, el periodismo se encuentra ante la necesidad de recuperar la confianza del público. La transparencia, además de cumplir con los principios de ética profesional, puede ser una vía para mejorar la fiabilidad con respecto a la labor informativa. Para lograrlo, los medios combinan desde la apertura de datos hasta la trazabilidad del propio proceso o newsmaking. La tecnología vuelve aquí a incorporarse para ayudar a desarrollar herramientas que favorezcan esa imagen de transparencia informativa.
Los social media son ampliamente populares entre los usuarios de internet. Esta popularidad se hace extensiva a los menores, que se sienten atraídos por sus contenidos, pero también se inclinan a mostrarse activos creando perfiles e interactuando. En este contexto, la realidad no siempre respeta las limitaciones legales. Y mientras que padres y tutores intentan proteger a los menores, las plataformas se encuentran en la encrucijada entre cumplir la legislación, proyectar una buena imagen y velar por su negocio o ganar usuarios
Los medios de comunicación nos ofrecen una imagen de la realidad y por ello resulta especialmente importante ahondar en la representación que ofrecen desde una perspectiva de género. Pero no solo es fundamental ver lo que reflejan sino también quién cuenta la información y en qué condiciones. Ello implica descubrir si las mujeres tienen presencia, visibilidad y poder de decisión en las redacciones de los medios. Un tema que se está abordando en los últimos años y sobre el que se están produciendo algunos avances desde el ámbito normativo.
Marzo marcó un nuevo hito en la guerra para acabar con la propagación del discurso del odio en internet. La presentación de un protocolo que cuenta con la adhesión de actores diversos favorece la colaboración para atajar estos mensajes, que constituyen un delito. Un discurso del odio que, más allá del ámbito penal y el efecto directo sobre las personas o colectivos a los que se dirige, tiene consecuencias en la dinámica y el funcionamiento democráticos, así como en el mantenimiento de una convivencia tolerante y pacífica.