Tradicionalmente, en periodismo, el tiempo y el espacio han sido importantes condicionantes en la labor informativa. Más allá del ciclo productivo del sector comunicativo convencional, marcado por la periodicidad del medio, la distribución también quedaba sujeta a limitaciones geográficas. La propia emisión y publicación de contenidos es medida en términos temporales o espaciales. La irrupción de la Red ha diluido estas barreras ampliando las posibilidades de la profesión periodística y aumentando las opciones de publicación de los contenidos. No obstante, como se verá, esta mayor apertura no ha estado exenta de riesgos para el desempeño de la labor informativa.
Pasemos revista a algunos términos frecuentes en nuestras sociedades en red: innovaciones tecnológicas, prácticas comunicativas basadas en la colaboración, interactividad, copyleft, remix, mashup. Henry Jenkins, profesor y periodista estadounidense, y uno de los pioneros en el estudio de la cultura de la red, nos invita a reflexionar sobre los cambios en la producción y el consumo cultural que ha comportado la irrupción de Internet en nuestra vida cotidiana, a partir de la noción de cultura participativa.
Desde hace unos años la gestión de los documentos administrativos está rodeada de legislación y recomendaciones, aunque más en el ámbito de la administración pública que en el ámbito productivo privado. Este marco regulador está generando nuevas expectativas en la gestión documental.
Recientemente he tropezado con una de las ramas de la ciencia que tiene por objeto de estudio el cerebro y el sistema nervioso: la neurociencia. Sus investigadores están interesados en saber cómo interactúa nuestro organismo con su entorno, de qué manera nuestras neuronas se encargan de transmitir la información necesaria para que nuestro organismo responda de la manera más eficiente posible a multitud de estímulos internos y externos. Hablar de estímulos en neurociencia no sólo significa temperatura, ph, movimiento… sino también creatividad, aprendizaje, lenguaje, atención, razonamiento, empatía o emoción, entre otros. En definitiva, un estímulo tiene la capacidad de promover todos aquellos procesos, respuestas y cambios que nuestro organismo necesita para adaptarse a su entorno biológicamente hablando, pero también cultural y socialmente.
No parece nada exagerado afirmar que en el siglo XXI todo gira en torno a Internet. Tanto es así que los niños y niñas, los adolescentes y jóvenes de este siglo actual se llaman la generación digital por la cantidad de tiempo que invierten en el uso de las tecnologías de la comunicación electrónica, como la mensajería, las redes sociales y los correos electrónicos. Las ventajas de Internet son múltiples, y aquellos que, en general, mejor las conocen y más se benefician de ellas son los adolescentes y los jóvenes, pero esta herramienta también implica toda una serie de riesgos y peligros que se deben conocer para poder actuar en consecuencia.
No hay respuesta más ambigua que un sí y un no juntos. Esta es también la opinión que dan los expertos en legislación a la hora de analizar la Ley de la Ciencia española: confusa y difícil de interpretar. Parte de la Ley acaba de entrar en vigor a inicios del mes de diciembre, el resto hace unos meses, pero ahora nos centraremos sólo en el artículo sobre el acceso abierto y miraremos qué nos dicen cada uno de los puntos en que se divide.
De mitos y TIC ya escribí hace un tiempo. Retomo el tema con lo que algunos hemos llamado paradojas de las TIC, en el último congreso sobre educación mediática, celebrado en Segovia este año. Me parece sugerente la imagen del retrovisor para explicar que la escuela con su Web 2.0 todavía no ha encontrado la carretera y marcha con los espejos cambiados. El coche de los alumnos circula deprisa, está lleno de ventanas y cristales. Desde el retrovisor perciben los intentos de la institución por enseñarles algo que ya saben o que no les interesa. El modelo comunicativo de las aulas sigue siendo el de siempre aunque con “pizarras digitales” y “un ordenador por niño/a”.
El documental ha encontrado en Internet una vía para llegar a una audiencia que, tal vez, no conocería nunca.
Sorprende la cantidad de producción documental audiovisual que existe en todo el mundo y el poco espacio que éste ocupa en las parrillas televisivas (pese a haber crecido en los últimos tiempos). Los festivales como escaparate principal son interesantes pero exigen estar allí. Por eso, la extensión online de cualquier actividad relacionada con el documental se presenta como la mejor manera de captar la atención, difundir y vincular a la mucha gente interesada por el mundo.