En el 2011 Daniel Kahneman publicó su libro Pensar rápido, pensar despacio, donde recoge de manera amena y brillante sus principales trabajos de investigación, desarrollados durante décadas en colaboración con otros investigadores, relacionados con el juicio humano y la toma de decisiones. Estos trabajos le permitieron obtener el Premio Nobel de Economía en 2002.
Aquellos que vivimos la publicidad casi como una religión reconocemos la ascendencia de Marçal Moliné como unos de los guías indiscutibles de la profesión. Ideólogo de la agencia MMLB, que hace cuatro décadas rompió con dogmas anteriores sobre la creatividad y el servicio al anunciante, acaba de publicar un libro-fusión que constituye un manual imprescindible para entender los mecanismos -y ciertas liturgias- de la publicidad más efectiva.
Tras la proclamación por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas hace ya más de veinte años del Día Internacional de la Libertad de Prensa, el 3 de mayo se ha convertido en cita ineludible de reflexión sobre la situación de los medios de comunicación en el mundo. Este año, la inminente ejecución de la sentencia del Tribunal Supremo que ha silenciado varias cadenas de Televisión Digital Terrestre (TDT), no ha venido sino a acentuar los ecos de una decisión judicial sin precedentes. Una situación que ha encendido la alarma en el sector audiovisual y entre la propia audiencia por los posibles efectos sobre una oferta comunicativa plural.
Una de las cosas que cambia cuando hay niños pequeños en casa es nuestro consumo audiovisual. Este consumo no sólo incluye la programación en televisión, el visionado de DVD o cine, sino también lo que vemos en Internet, y muy especialmente en YouTube. Son muchos los formatos que se han popularizado a través de este medio: remixes, spoofs, memes y otros que han surgido o se han reinventado, fruto de la participación de los públicos o de lo que se conoce más popularmente como contenidos generados por usuarios (UGC). Todo este universo ha suscitado interés en mi investigación de los últimos años. En este artículo, sin embargo, me gustaría centrarme en algunos de los vídeos destinados al público infantil, que he ido descubriendo últimamente y que, sin ánimo de tener un planteamiento de investigación, me hacen reflexionar sobre algunos de los parámetros y estándares, tanto narrativos como estéticos.
Bibliotecarios, documentalistas, infonomistas, gestores de la información, content curators, community managers o... lo que vaya surgiendo, son términos para identificar las funciones y las competencias de los profesionales que gestionan información y conocimiento. Por qué la evolución de las funciones y competencias de estos profesionales trae asociada una serie de nuevas etiquetas y pseudo “nuevas” profesiones?
La rápida evolución de los actuales entornos de información digital conduce a la demanda de nuevos servicios en los próximos años. La cuestión de servicios calificados de proximidad, de alto agregado de valor, con el fin de ayudar a construir una información más humanizada a los usuarios, y que están efectivamente en sus manos. Esto podría aclarar una situación actual donde a menudo nosotros como usuarios tenemos la sensación de que vamos a remolque de nuestro entorno de información.
En un artículo anterior que llevaba por título “¿Ludo... qué? Ludoliteracy under construction” argumentaba que los videojuegos no son únicamente una industria cultural potente sino que también son artefactos culturales y sociales, herramientas de aprendizaje y reproducción social y cultural que merecen una atención especial en las políticas actuales de alfabetización mediática. La ludoliteracy tiene como objetivo subrayar la importancia de una alfabetización mediática que se tome en serio el juego digital como objeto de estudio y coprotagonista de sus discursos.
En la comunicación de emergencias la información es fundamental a la hora de solventar cualquier contingencia. Las redes sociales han modificado el paradigma comunicativo y Twitter se presenta como una herramienta indispensable para la gestión de la información. Sin embargo, puede ser problemático si un contenido erróneo se difunde a gran escala mediante retweets (RT), sobre todo si éstos pueden causar alguna alarma social. Así ocurrió en la cobertura que 112 Canarias realizó en una situación de emergencia.