El papel activo de la cultura tecnológica en la sociedad actual es indiscutible y constituye un fenómeno de estudio analizado desde todas las esferas actuales del saber. En las prácticas del arte, los impulsos creativos y la intimidad tecnológica producen crisis notables en la manipulación de códigos. Como respuesta activa, se está produciendo un interesante encuentro crítico y creativo entre prácticas artísticas, género y software libre. El marco conceptual de estas nuevas comunidades invisibles se orienta al cultivo de la socialización del conocimiento y el trabajo colaborativo.
Ante el uso de las plataformas de social media en el conflicto bélico de forma estratégica, las propias empresas se han visto en algunos casos en la necesidad de pronunciarse sobre su postura ante determinado empleo. La manera de actuar y reaccionar ha sido diferente, pero evidencia las medidas que estos entornos pueden poner en marcha para fomentar o limitar el alcance de algunos perfiles y contenidos.
Es probable que en los centros donde se estudia y se enseña periodismo se tenga que explicar a las estudiantes el escándalo que destapó The Guardian sobre la empresa de consultoría Cambridge Analytica y su papel en el resultado del Brexit o en la victoria de Donald Trump de 2016. No hace muchos días, un colega profesor de periodismo en una universidad pública de Madrid me explicaba que un grupo de sus estudiantes de cuarto curso lo interrumpió para preguntarle «qué era eso del Ferrerasgate». A pesar de su actualidad y gravedad, ambos casos parecen condenados al olvido, engullidos por la enésima crisis de Twitter.
En los últimos años, la irrupción y popularización de los social media ha producido un alto impacto en el ecosistema comunicativo. Sus usos y su consumo se han ido ampliando para cubrir desde las propias necesidades sociales hasta otras tan variadas como las informativas, de ocio y entretenimiento, formativas... También han dado cuenta de su importancia en hitos clave de la historia reciente, como en situaciones de catástrofe y emergencias, así como en campañas propagandísticas y en la difusión de las conocidas como fake news. De ahí el interés por reflexionar sobre el uso estratégico que están ahora adquiriendo en el conflicto bélico de Ucrania.
A veces la casualidad sitúa dos eventos en un tiempo próximo y te hace ver las cosas con una nueva perspectiva. En este caso, y este será el tema de este artículo, hablaremos de la primera condena por fake news y el futuro de Twitter. De todo ello me gustaría comentar algunos aspectos que me parecen interesantes.
Es indudable que todos los objetos diseñados, ya sean analógicos o digitales, consumen o han consumido energía eléctrica. Ya sea en su producción (una silla) o en su distribución, la han consumido. Y muchos de ellos se alimentan de la electricidad para funcionar regularmente, como por ejemplo una cafetera o un teléfono móvil.
En octubre de 2019, publiqué un artículo sobre DORA (Declaration on Research Assessment, la declaración de San Francisco sobre la evaluación de la investigación) en el que hablaba de las implicaciones que tenía la firma de esta declaración por parte de la UOC. Muy sintéticamente, DORA critica las limitaciones del factor de impacto y, de un modo más general, denuncia una evaluación de la ciencia basada en ideas de excelencia exclusivistas, bibliométricas y mecanizadas.
Los pasados 19, 20 y 21 de octubre se celebró en Granada la XLVII Reunión de Estudios Regionales, que se enmarca en la International Conference on Regional Science. La sostenibilidad, los cambios demográficos y la desigualdad social de los territorios fueron los temas más recurrentes durante las jornadas. Pero lo más gratificante fue comprobar que, como solución a muchos de los problemas planteados, aparecían estrategias relacionadas con lo colaborativo.
Bajo el nombre clave de «Operación Puente de Londres» se trabajó todo el conjunto de acciones operativas que realizar en el momento de la muerte de la reina Isabel II, la Queen del Reino Unido durante siete décadas. Dentro del conjunto de actos y eventos preparados, la organización de la histórica cola para la capilla ardiente de la reina ha sido tan destacada que ha conseguido tener nombre propio: la Queue (la Cola, en mayúsculas).
Las revistas científicas son una pieza clave en la vida académica del profesorado, puesto que sin publicaciones no se puede progresar –de momento– en el alpinismo universitario. Una revista, mirada con ojos de autoría, es una cabecera que tiene unas características de indexación, posicionamiento según las citas, tarifas más o menos caras –pocas sin APC (cargo por procesamiento de artículos)–, una web más o menos amigable, quizás una edición en papel, un equipo editorial, plazos diferentes en los procesos de aceptación, unas instrucciones de autoría concretas, etc. Pero, con la mirada de editora o directora, ¿qué sabemos? El ejemplo de la revista BiD nos ayudará a conocer este mundo editorial.